sábado, 30 de junio de 2012

Aprendiendo: Capítulo 9


Disclaimer:The hunger games no me pertenece.


Estaba contra el fregadero, mirándole jadear y jadeando yo misma no entendía por qué se había apartado. Me miró durante unos segundos y salió corriendo de la cocina. Maldita sea, ahora que por fin me había decidido hacia esto ¿Era idiota o qué? Le seguí jadeando ofuscada.
— ¡Maldita sea Peeta! ¿Qué pasa ahora?— Le planté cara cuando se sentó en el sofá.
—No puedo hacer esto…no puedo hacértelo…—
—¿Hacerme qué?—
—Esto…no es lo que quieres…tú no quieres…—
—Lo que yo quiera o no lo tengo que decir yo ¿no?— Espeté. Me miró de nuevo con cara de preocupación y podía notar que con cierto miedo. Asintió levemente, moviendo la cabeza solo una vez, gesto que me hizo sonreír, parecía un niño asustado.
— Asique no digas nada más y bésame idiota
Me agarro de la cintura del pantalón y me tiró sobre él, cosa que me hizo reír como una tonta. Pasé mis brazos por alrededor de su cuello sentándome a horcajadas sobre él y le bese con dulzura. Peeta esta vez no se contuvo me besó con pasión buscando mi lengua dentro de mi boca como si le fuera la vida en ello, la acaricio y luego mantuvimos una lucha feroz dentro de la suya. Se separó para tomar aire y luego volvió a besarme con fuerza, chocó sus labios contra los míos con una sonrisa y mordió el labio inferior haciéndome estremecer. El hambre en mi interior se avivó y empezó a pedirme más, y no me opuse a ello. Me solté del agarre de sus dientes y lamí sus labios para luego hacer lo mismo con su lengua, la invité a entrar en mi boca de nuevo y a jugar allí, recorriéndonos. En ese momento una de mis manos jugaba con su pelo y la otra apretaba su camiseta sobre su pecho. El calor en mi intimidad se estaba haciendo insoportable, las palpitaciones eran cada vez más fuertes y la humedad impregnaba ya mi ropa interior. Peeta agarraba mis caderas con fuerza, apretando con sus fuertes dedos.
Continuamos el intenso beso, cuando Peeta me pego más a él gemí como nunca lo había hecho, de mi garganta salió un sonido ronco, jadeante, lejos de esos gemidos de dolor a los que estaba acostumbrada. Y por primera vez noté la dureza de Peeta en el centro de mi ser. Jadeé con fuerza y me aparté mirándole.
— ¿No te molesta…?—
— ¿El qué?— Miró hacia donde tenía la vista fijada y cuando volví a mirarle estaba completamente ruborizado. Sus finos pantalones deportivos tenían un enorme bulto que ahora mismo estaba entre nosotros— ¿Mi…mi…mi erección?
—Erección…—susurré repitiendo la palabra, no recordaba haberla oído nunca.
— Solo un poco…por la ropa… pero tiene que ponerse así para…—
— Se que tiene que ponerse así bobo…— Ahora yo también estaba ruborizada. Sonrió y me beso dulcemente posando su mano sobre la parte más baja de mi espalda en la curva que la separaba de mi trasero.
—Tú también estás excitada…—Asentí apartando la mirada avergonzada y con cierto miedo.
— No va a pasar nada que no quieras…— Me cogió la barbilla haciendo que le mirara y acarició mi mejilla sonrojada.
Y le besé de nuevo, le besé como nunca le había besado antes, con un hambre voraz por él, por sus labios, por su perfecto cuerpo. Noté sus manos en mi espalda por debajo de mi camiseta acariciándola en toda su longitud dibujando la línea de mi columna. Ronroneé contra sus labios mordiéndoselos. Cuando me aparté para tomar aire el aprovechó para levantarme la camiseta mirándome, como si me pidiera permiso. Me eché hacia atrás, sentándome sobre sus rodillas, probando la elasticidad de las mías propias. En cuanto lo hice levanté los brazos sin dejar de mirarle concediéndole el permiso. Y por primera vez me enfrente a Peeta con solo el sujetador.
Me mordí el labio, sabía que mi cuerpo desnudo no le gustaría con todas esas cicatrices y esos parches recorriéndolo.
—Peeta sé que…—
—sssshhhh…—Puso uno de sus dedos sobre mis labios.
Luego acaricio mi barbilla y bajó por mi cuello, haciendo pequeñas figuras por él. Siguió bajando con su dedo por mi cuerpo, acaricio mi escote y paso el dedo entre mis pechos, para seguir bajando por la línea que llegaba a mi ombligo, Jugó a su alrededor un poco y volvió a bajar hasta la cinturilla de mis pantalones. Yo en todo ese momento me había dedicado a mirar anonadada su dedo, jadeando y disfrutando de su caricias, excitada, muy excitada.
Desabrocho el botón de mi pantalón y bajo la cremallera mirándome directamente a los ojos. Sus pupilas estaban fuertemente dilatadas, sus ojos me mostraban algo que nunca había visto en ellos y que no podía descifrar. Volví a morderme el labio. Pero él no intentó quitarme los pantalones solo los bajó un poco, dejando entrever mi ropa interior. Me volvió a coger de las caderas y volvió a acercarme a él para jugar con mi lengua, yo volví a gemir cuando nuestras intimidades contactaron de nuevo. No nos besamos durante mucho tiempo ya que en un par de segundos pasó a centrarse en mi cuello. Empezó con suaves besos que me hacían temblar, pero en el momento que pasó a usar sus dientes para acariciarme me estremecí aun más y agarre con fuerza los hombros de su camiseta. En ese momento noté que esa prenda sobraba, por lo que reuní fuerza de voluntad y me aparte solo un segundo para deshacerme de ella.
La sensación que sentí al ver su pecho desnudo es hasta el momento indescriptible. Aunque su piel tenía tantas marcas como la mía, para mí era perfecta, su pecho estaba tan musculado como sus brazos, y su abdomen no se le quedaba atrás, estaba casi convencida de que si se lo proponía podría haberme mostrado sus fuertes músculos abdominales bajo la piel. Y luego estaba esa rubia línea de suave vello que bajaba desde su redondo ombligo hasta perderse bajo sus pantalones. Tuve un impulso y la acaricié provocando en Peeta un gemido más intenso que los anteriores, sonreí y volví a pasar mis dedos por el mismo lugar mientras que descendía a morder su cuello como él lo había hecho antes con el mío. Volvió a gemir, me gustaba oírle, me hacía sentir bien, me hacía ver que lo estaba haciendo bien. Mi instinto me pidió que no parara en el cuello y seguí hacia abajo con los besos y los mordiscos hasta donde por nuestra posición nos lo permitía. Mordí y besé sus hombros con devoción acariciándole el pecho, clavando suavemente mis uñas en él.
Cuando noté la mano derecha de Peeta descender por mi vientre y empezar a jugar con el elástico de mis bragas paré de besarle y cerré los ojos con fuerza apoyando la frente en su hombro jadeando, preparándome para lo que se avecinaba.
— ¿Lo dejamos por hoy?— me preguntó preocupado, le miré jadeando y le besé con dulzura, luego volví a mirarle.
—Continúa…—
—Haré que no te arrepientas…— Asentí y volví a besar su cuello intentando relajarme, no lo entendía pero aun con el hambre y la excitación, estaba completamente nerviosa y aterrada.
Volvió a jugar con el elástico de mi ropa interior jadeando contra mi oído, eso hacia aumentar las palpitaciones en mi entrepierna pero no me relajaban. Cuando metió su mano dentro de ellas mordí más fuerte su cuello. El jadeó.
— ¿y tu vello Katniss? — Me apoyé de nuevo en su hombro y tuve que descifrar en mi mente sus palabras, ya que estaba tan lejos de ahí en ese momento que no las había entendido.
— El Capitolio se quedó con él…desde…el Vasallaje…no…— Peeta rió acariciándome la zona donde debía de haber más vello — ¿no te gusta…?—
—Me encanta…— Besó mi mejilla— estas…suave…—Asentí.
Estuvo un rato acariciando esa zona con ternura, haciéndome suspirar con los ojos cerrados. Pero en el momento en el que bajó un par de centímetros más, metiendo su dedo entre los dos pliegues de piel un grito gutural salió de dentro de mí, cuando uno de sus dedos tocó algo ahí mis palpitaciones aumentaron, una más intensa recorrió todo mi cuerpo. Una corriente eléctrica se generó en mi vientre y se intensificó en el punto donde Peeta me había tocado, pero eso no me molesto, al contrario, era más aditivo que el hambre que había sentido hace unos minutos, quería más…Besé su cuello esperando a que siguiera. Y siguió, claro que siguió, siguió jugando con mi intimidad, frotando algo en ella que me hacia gemir con intensos gritos, casi absurdos y si me paraba a pensar vergonzosos, pero no era momento de pensar.
Unos minutos después de esas intensas caricias note como las corrientes eléctricas se intensificaban en ese punto, como en mi interior, en mi vientre empezaba a incrementarse el calor, un calor que pronto se convirtió en fuego un fuego intenso que me quemaba, me hacia jadear y gritar contra el cuello y el hombro de Peeta, que hacía tiempo que habían dejado de ser atendidos. EL fuego se intensificó aún más y de repente, sin previo aviso, explotó como una fuerte bomba, haciéndome gritar aun más alto y dejándome sin aire en los pulmones, el fuego me recorrió entera, ahora sí que era la Chica en llamas. Peeta bajo el ritmo de sus juegos y me beso de nuevo el cuello, mientras me dejaba descansar sobre su hombro, no entendía por qué pero estaba completamente agotada, jadeaba y sudaba como si hubiera estado corriendo, pero era diferente…ahora estaba relajada.
Volví a morder el cuello de Peeta que ahora había dejado su mano quieta, posada en mi intimidad.
—No sé que ha sido eso…pero ha sido maravilloso nunca había sentido algo así Peeta…—Conseguí decir entrecortadamente.
— ¿nunca habías tenido un orgasmo?—
—¿Eso fue un orgasmo?
—Claro…— Sonrió y me besó tan dulcemente que pensé que él creía que me iba a romper—Pero antes estabas…tenias tu mano…—
—yo…no sé porque tenía la mano ahí…pero…yo nunca…—dejé de mirarle, la vergüenza estaba haciendo su aparición de nuevo, no iba decirle que había intentado la masturbación.
Me acomodé en su regazo apoyada de nuevo en su hombro. No sé cómo, pues estaba aun flotando, recordé el bulto de su entrepierna, bajé la mirada y volví a acariciar esa débil línea de pelo suave. Oír gemir a Peeta me embriagó. Besé su cuello de nuevo y seguí acariciándole todo el vientre, continué con pequeños mordisquitos, y reuniendo de nuevo valor posé mi mano sobre su pantalón y apreté levemente insegura.
—¿Te gusta?— el solo asintió y volví a apretar un poco. Sentir esa dureza contra la palma de la mano me gustaba, me hacía sentir poderosa, sentirme deseada— ¿cómo…?— suspiré apesadumbrada— No sé qué hacer Peeta…—Dije lastimeramente. Estaba a punto de echarme a llorar como una estúpida niña, él sabía y podía hacer lo que quería en todo momento y yo no podía hacerle disfrutar como él a mí. Peeta buscó mi boca y me besó, fue un beso dulce, tierno, como eran la mayoría de sus besos, pero luego me mordió el labio, jadeando ante un nuevo apretón en su dureza.
—Puedo enseñarte…si quieres…
—quiero…


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