sábado, 30 de junio de 2012

Aprendiendo: Capitulo 14



Disclaimer:The hunger games no me pertenece.


Me despertó la brillante luz del sol entrando por la ventana. Un momento, ¿brillante luz? Lo último que recordaba era que estaba anocheciendo. Cerré los ojos bostecé y me estiré en la cama. Me di la vuelta para mirar a Peeta pero en el otro lado de la cama no había nadie. Suspiré. Me acordé de que llevaba puesta su camiseta y la olí. Pan recién hecho y chocolate, y su sudor, lejos de desagradarme eso último me gustó. A mi mente vinieron imágenes de la tarde anterior. De sus besos y de sus caricias, de su dedo entrando en mí. Maldita sea…ya me había ruborizado de nuevo. Recordé el fuego que había provocado en mi interior y sentí ese hormigueo tan conocido.
Me levanté notando que mis articulaciones estaban un poco rígidas y algunos músculos me dolían ¿agujetas? Señor…hacia siglos que yo no tenía de eso y la sesión de caricias de Peeta me las había provocado. Me dirigí al armario y busqué en el cajón unas bragas. Aquí también había muchas prendas del capitolio, encajes, transparencias, daban la sensación de ser incomodas. Quizás luego…probaría a ponerme algo de eso…a Peeta le gustaría…estaba segura de ello por la fotografía de la mujer de la revista. ¿Habría aprendido todo lo que me hizo ayer en ella? Si era así al final había sido útil. Sus manos parecían expertas tocándome, arrancándome gemidos…y las mías le habían tocado inseguras...pero al parecer sí que le había gustado…aunque la ultima vez no me dejó tocarle. Maldición. La duda me impregno atacó una punzada en el pecho. Quizás debería preguntarle.
Cogí las primeras bragas que vi que fueran normales, de las que usaba normalmente, lisas, sin ningún dibujo, sin telas raras, sin transparencias, estas eran de color rosa palo. Me las puse. Me hice mi trenza sin mirarme al espejo y baje a la cocina suponiendo que Peeta estaría horneando el desayuno. Pero allí no había nadie. Resoplé ¿dónde se había metido? Me acerqué a la mesa para coger el trozo de papel y leí lo que ponía.
"He ido a ver cómo van las obras de la panadería. Un beso. Peeta"
Al lado de la palabra "beso" había dibujado un corazón. Sonreí estúpidamente. Pero estaba molesta, se fue sin despedirse, podía haberme despertado ¿no? Normalmente cuando iba a salir me despertaba para que no me preocupara. La que se iba sin decir nada, sin ni siquiera dejar una nota era yo. Me dieron ganas de salir a cazar, pero recordé mi dolor muscular y supuse que no sería buena idea.
Me dispuse a desayunar calentándome un vaso de leche y devorando uno de los bollos con chocolate de Peeta. Cuando acabé limpié lo que había manchado y subí a ducharme quizás una ducha eliminaría esos pensamientos absurdos que estaba teniendo. Me metí en el baño y aunque me costó me deshice de la camiseta de Peeta y después de las braguitas que acababa de ponerme. Cuando me miré en el espejo me asusté. Definitivamente Peeta tenía mucha fuerza y ayer estaba demasiado excitado. En mis caderas tenia las marcas de sus dedos, se notaban perfectamente, unas marcas amoratadas. Presioné una de ellas y dolió un poco, pero sonreí. No me desagradaba tenerlas. Además mi cuello y mis hombros estaban sembrados aquí y allá con pequeñas marquitas de dientes. Lo más increíble era que no me había dado cuenta que lo había hecho. ¿Tan embriagada de sus besos estaba?
Suspiré y me metí en la ducha, me lavé a conciencia, disfrutando del chorro de agua caliente. Al acabar me envolví en una toalla y fui a por mi ropa. Al abrir el cajón de mi ropa interior allí estaban de nuevo todo esos conjuntos de encaje. Ropa interior "sexy" como la había llamado mi querido Cinna en su día. Aunque dudé un poco cogí uno de los conjuntos, era más o menos sencillo, el encaje de las braguitas se limitaba a la parte de la cinturilla y el del sujetador a la parte alta de las copas, eso sí era de un intenso color negro. Como ropa elegí una camiseta roja de tirantes y unos pantalones cortos de color negro. Me sentía rara con esa ropa, pero me veía bien. A Peeta le gustaría, estaba segura, siempre me había mirado de forma diferente cuando usaba la ropa del Capitolio, esa que dejaba a la vista más piel de la necesaria.
Bajé al salón dispuesta a coger un libro para pasar el rato, descartando por completo el de ayer, demasiado aburrido. Cogí uno que me pareció interesante, pero cuando iba a sentarme en el sofá el teléfono capto mi atención. Marqué el número casi sin pensar, ella era la única persona lo suficientemente abierta para hablar sobre algo así.
"Biiiip, biiiiip, biiiiiip, biiiiip"
—¿Sí?
—Hola…
—¡Descerebrada!
—Hola Johanna, yo también me alegro de oírte—quizás había sido una mala idea llamarla, ella rió.
—Hey que me alegro de oírte…
—ya bueno…—Suspiré, ¿Cómo iba a abordar el tema?
—¿Ocurre algo?
—Ehm…—me mordí el labio—no…bueno…si…pero…es…bochornoso de contar…
—dispara bonita…
—yo…quería saber…si…tu…bueno…si…podrías ayudarme
—¿Con qué?— Tomé aire
—Peeta…
—uuuuhhhh…¿problemas en el paraíso?
—no…no…al contrario…todo va bien…demasiado bien…
—¿entonces…?
—yo no sé hacer "eso"…
— ¿eso? ugh… ¿aún no te lo has tirado?
—¿qué?
—que si no te has acostado con él…
—Dormimos todas las noches juntos…—me cortó la frase riendo.
—me refiero que si aún no has tenido relaciones—siguió carcajeándose, mis mejillas enrojecieron y agradecí que esta conversación fuera por teléfono.
—no del todo…—no sé por qué pero me la imaginé sonriendo.
—no del todo…creía que en el Vasallaje…tú…
—Mentimos…
—¿al menos te has corrido?
—¿eing?
—que si has tenido un orgasmo
—si…si…varios…
—¿ y él?
—también…—suspiré muerta de vergüenza, ella se rió, parecía estar pasándoselo genial—Johanna por favor…Esto es serio…yo…él parece que sabe lo que hace…y yo…
—Katniss tú solo tienes que dejarte llevar, hacer lo que el cuerpo te pida, y estoy segura de que tu cuerpo te pide que te lo folles, por Dios, que eres una adolescente, ¡disfruta de la vida!— enrojecí aún más por sus palabras, suspirando, era tan fácil decirlo…
—En el colegio se oían cosas…como…que duele…sangras...eso resultará desagradable…
—No siempre ocurre, y si ocurre es solo un momento…Maldita sea Katniss ¡ESPABILA! Debes de tener al pobre Peeta subiéndose por las pareces, ¿cuánto hace que estáis juntos? Más de dos años, ese niño debe de estar desesperado por clavártela.
—ugh…—no podía decir nada más, con esas palabras mal sonantes me estaba asustando, definitivamente no había sido buena idea llamarla— si…si…lo…se…solo quería saber…qué hacer para…no tensarme…
— Céntrate en el placer y en darle placer, no te anticipes, deja que todo fluya y punto, no vayas pensando "me la va a meter, me va a desgarrar hasta la garganta" así solo conseguirás que te duela más y no será divertido, encanto.
–ajam…—no estaba sacando nada en claro, eso ya lo sabía, más o menos…Mi interlocutora suspiró.
—Solo déjate llevar encanto…y usa protección…
—¿protección?
—¿quieres tener un crío, descerebrada?—negué con la cabeza aunque sabía que no podía verme—lo tomaré como un no. Cómprate las píldoras…por si acaso…sabes cómo funcionan ¿no?—
—Hay que tomársela antes de "eso"—mierda, en eso no había pensado. Métodos anticonceptivos…Ayer casi lo hacemos y sin tomar medidas…una cosa era tener relaciones y otra tener hijos, a eso si que me negaba rotundamente. No quería hijos, por nada del mundo lo permitiría.
— ¿He conseguido ayudarte?
—un poco…aunque sigo con la misma idea que antes…
—arg, tendrás que aprender como todos lo hemos hecho, practicando no hay nada milagroso, por mucho que te diga.— Resoplé suavemente
—está bien…gracias Johanna…
—de nada descerebrada…adiós…— me colgó antes de que pudiera despedirme.
Maldita sea, se había reído de mí y encima no me había ayudado casi en nada. Eso sí al menos me había recordado que tenía que comprar esas píldoras casi mágicas. Te tomabas una antes de tener relaciones, incluso podías hacerlo varias horas antes, y te mantenía protegida de embarazos no deseados. Era un gran invento y aunque sé que antes de los Días Ocuros también había cosas parecidas, estas estaban mejoradas considerablemente. No tenían ninguna posibilidad de fallo. Y eso era lo que más me gustaba, no habría accidentes.
Dejé el libro que había cogido en su sitio, me coloqué el pelo de manera que las marcas de Peeta no se vieran y salí de casa hasta la pequeña farmacia que teníamos en el distrito. Ahora podía permitirme el comprar esas pastillas, aparte de que los medicamentos eran más asequibles para todo el mundo, y como mi distrito era el actual encargado de fabricar los medicamentos sabía que fijo dispondríamos de algo así, teníamos una pequeña ventaja.
Llegué a la farmacia y compré las píldoras sin ningún problema salvo mi ya conocida vergüenza para esos temas. Ya que estaba cerca de la panadería me acerqué para ver si aún estaba Peeta allí, ya le echaba de menos. Una cosa era estar separada de él mientras que cazaba y estaba entretenida y otra cosa era echarle de menos metida en casa. Además desde ayer la necesidad por sentir su calor se había vuelto más intensa, casi que sentía que me estaba ahogando y eso que solo hacía un par de horas que no estaba con él.
Anduve las dos calles que separaban la farmacia de la panadería lo más rápido que pude, cuando crucé la esquina allí estaba. Mi chico del pan, sin camiseta y sudando, como ayer. Su piel estaña cubierta por pequeñas perlitas de sudor, en especial su espalda, su fuerte y musculosa espalda, pero a la vez tan suave…Al no llevar la camiseta también podía ver esa perfecta línea de bello rubio que bajaba desde el ombligo hasta perderse bajo los pantalones. Esa línea que ayer había adorado. Un leve hormigueo recorrió mi intimidad sin poder evitarlo. "Arg, contrólate Katniss" me tuve que recordar a mí misma, estaba delirando o ¿qué? Me aseguré de que el pelo seguía tapando mi cuello y me acerqué con una sonrisa, aún no me había visto, estaba cargando un pesado saco de cemento para llevarlo hasta esa máquina extraña que lo mezclaba con agua.
—Sigues estando fuerte…— dio un leve respingo al oírme, yo reí suavemente.
—Katniss…—noté que se ruborizaba un poco, adorable…—¿Qué haces aquí?
—Te echaba de menos…—Me mordí el labio inferior, recordando lo que me había dicho la tarde anterior—no me avisaste de que te ibas…
— Te dejé una nota…
—no fue suficiente…— Fingí un puchero, me gustaba la reacción de Peeta. Él se inclinó para besarme pero se detuvo a unos pocos centímetros.
—¿Qué…?
—Nos están mirando…— Miré a mi alrededor, en efecto, la totalidad de los trabajadores de la obra no nos quitaban el ojo den encima.
—Te recuerdo que todo Panem ha visto decenas de besos nuestros Peeta…— suspiré apartándome— ¿puedo ayudar en algo?
—No tranquila…—suspiré de nuevo, me esperaba un encuentro más efusivo por su parte. Quizás no debía haber venido— No quiero que te manches…estas preciosa con esa ropa— Y ahí estaba el rubor apareciendo en mis mejillas.
—Gracias…—conseguí decir sin tartamudear, aunque me ahorré el decirle que me había vestido así por él.
—¡La verdad es que se agradece ver chicas así de bonitas tan bien vestidas!— Grito uno de los trabajadores, Drake creo que se llamaba. Peeta le fulminó con la mirada. Yo tiré del bajo de los pantalones absurdamente. Maldita sea, por algo no me vestía así, no me gustaba sentirme como un trozo de carne o como un maniquí, así era como me había sentido con esos vestidos del Capitolio. Pero tontamente quería estar guapa para Peeta, aunque me hubiera visto en mis peores momentos.
—Ve a casa Katniss…—Susurró Peeta, parecía molesto por el comentario de aquel chico. Asentí, no podía hacer nada más, la verdad es que mi ropa no era de mucha ayuda, además, aun estaba esas silenciosas agujetas. No podía imaginarme el día que pasara algo de verdad como estaría mi cuerpo...
Esperé un beso por su parte, pero no me lo dio, solo me rozo un poco la mejilla con los dedos y se alejo de nuevo. Regresé a casa un poco molesta, había ido a buscarle para pasar más rato con él y al final volvía sola. Maldito Peeta…encima llevaba puesta esa ropa interior incomoda que seguro que a él le gustaba. La idea de salir a cazar volvió a cruzar mi mente, eso me despejaría, pero volví a descartarla cuando mis muslos protestaron a subir los dos escalones de la entrada de mi casa. Maldita sea, encima tenia agujetas por su culpa…Aunque si era sincera, ojalá todas las agujetas que padeciera a partir de ahora fueran por cosas como lo que había pasado ayer.
Entré en casa rememorando la tarde de ayer. Sus besos, sus caricias, su lengua…ese dedo entrando en mí. Empezaba a tener calor. Aunque no habíamos llegado hasta el final aquello era más de lo que había imaginado que me sucedería con un chico. Nunca había pensado que alguien me haría gritar y gemir de aquel modo tan vergonzoso, a nadie le permitiría verme así. Pero lo de ayer paso de forma tan natural…solo me deje llevar por lo que sentía y me apetecía. Como cuando empecé a frotar nuestras intimidades, no sabía lo que hacía, pero el cuerpo me lo pedía y me gustaba. Hice lo que Johanna me había dicho, antes de hablar con ella me había dejado llevar. Quizás no necesitaría ese libro que guardaba en el armario…Pero de momento ese libro seguiría ahí por si acaso.
Para eliminar esos pensamientos de mi cabeza me puse a preparar la comida, aunque era pronto, pero iba a hacer algo más elaborado de lo normal, así me entretendría. Solo esperaba que la cocina no saliera ardiendo y que la comida fuera comestible. Comencé a preparar las verduras cantando y pronto los pensamientos lujuriosos desaparecieron, así como mi leve enfado porque Peeta no había venido conmigo.
Estuve metida en la cocina varias horas, la verdad es que estaba cogiéndole el gusto a cocinar, aunque el pan se lo dejaba para Peeta, el era el experto, a mi siempre se me quemaba o dentro de la masa quedaban grumos de harina. Pasadas unas horas aparté del fuego el guiso de ganso con tubérculos, ya solo me quedaba la ensalada de brotes del bosque, esperaba que Peeta no tardara o la comida se enfriaría. Seguía cantando, hacia mucho que no lo hacía pero hoy tenía motivos para cantar ¿no? Lo que sea que tuviéramos Peeta y yo había dado un paso hacia adelante, un paso muy grande para mí.
Cuando me di la vuelta y le vi me asuste y dejé de cantar. Acto seguido me ruboricé. ¿Iba a dejar de sonrojarme alguna vez estando a su lado? Parecía una idiota…
—Me encanta oírte cantar…tienes una voz encantadora.
—No me gusta que me oigan…—Aparté la mirada fijándola en una de las vadosas del suelo.
—Antes si te gustaba…—suspiré.
—La gente cambia…
—Pues me gustaría que eso volviera a cambiar…adoro la melodías saliendo de tu boca…casi tanto como…—se sonrojó. Vale, lo había captado, yo también me sonrojé de nuevo.
—Creo que deberías ir poniendo la mesa…— si seguíamos con esa conversación no se a donde llegaríamos.
Puso la mesa y nos sentamos a comer en un cómodo silencio roto solo por los gruñiditos de satisfacción de Peeta comiendo. Cuando acabamos Peeta gruñó de nuevo yo reí suavemente mientras me levantaba a recoger
— O te ha gustado mucho, o es que tenías mucha hambre…
—Las dos cosas, preciosa…estaba delicioso…y me moría de hambre, anoche no cené y hoy solo tomé un vaso de leche antes de irme.
—¿por qué no cenaste?
—Te quedaste dormida…intenté despertarte pero era imposible…
—¿y por qué yo no cené tu tampoco?—negó con la cabeza levantándose también.
—Verte dormir con mi camiseta era más entretenido.
Y de nuevo solo con una frase suya me hice pequeñita y me ruboricé. Maldito Peeta…Sonrió mirándome, se inclinó y posó sus labios sobre los míos muy suavemente. Luego rozo mi labio inferior con su lengua y buscó la mía cuando entreabrí mi boca. Jugamos un rato con nuestras lenguas y se apartó dándome otro suave beso en los labios, jadeando. Mi respiración también estaba acelerada cuando me acarició la mejilla mientras que yo sonreía tontamente mirando esos ojos azules que se estaban oscureciendo. Me alegré al comprobar en sus ojos que ese beso había causado el mismo efecto en el que en mí.
Me apartó el pelo del cuello para besarlo y entonces se apartó con la boca abierta.
—¿Yo he hecho eso?— Me toque las marcas de dientes.
—¿Quién si no? Y no es lo único— me levanté la camiseta y le enseñe las marcas de sus dedos, sonreí más al ver su cara—tienes fuerza…
—Katniss…yo…maldita sea, preciosa…lo siento yo no…— Se paso los dedos por el pelo, nervioso— ¿por qué no me dijiste que te estaba haciendo daño?
—Estaba…entretenida...—sonreí cogiéndole las manos, si no paraba se iba a arrancar el pelo— Peeta…no me duelen, no me molesta, ni me molesto en ese momento ¿vale?—Me miro preocupado y lo besé las manos y luego en los labios dulcemente varias veces— ¿Tú no te has visto el cuello? Eso sí que tiene que doler— Le acaricie una de las marcas, la que estaba más morada.
—No me duele…Es más…me gusta llevarlo…así saben que has estado conmigo…sobre todo ese Drake…
—eso es vergonzoso…nadie debería saber que tu y yo…oh…madre mía…— Volví a ruborizarme fuertemente. Peeta rió— Será mejor…controlar los dientes…
—No quiero que los controles…— Iba a protestar pero me beso con tanta ternura, acariciándome el cuello de tal forma que me mi cerebro se derritió y dejé de pensar.


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