sábado, 30 de junio de 2012

Aprendiendo: Capítulo 12



Disclaimer:The hunger games no me pertenece.


Escuché como Peeta abría la puerta mientras que buscaba mis braguitas entre la ropa que había desperdigada por el suelo. Escuché un "has triunfado" socarrón y los torpes y ruidosos pasos de unas botas entrando en la casa. Solo me dio tiempo a coger la camiseta de Peeta y ponérmela rápidamente. Nada más que la tela cubrió mi trasero oí tras de mí la enorme risotada y la acelerada respiración de Peeta seguida de un suspiro de alivio por parte de este, supongo que al encontrarme con el cuerpo cubierto. Sí, no se me veía nada, pero la camiseta solo cubría lo necesario, llegaba justo al principio de mis piernas, si llegara a levantar los brazos quedaría expuesta.
Haymitch seguía riendo como un loco, dándole palmaditas en la espalda a Peeta pronunciando de vez en cuando un "bien hecho chaval". Su risa me molestaba, y a la vez me avergonzaba, estaba claro lo que aquello parecía, no dejaba mucho a la imaginación, aunque suponía que nuestro mentor estaba pensando algo que no era. Pues Peeta y yo no habíamos hecho el amor, al menos no todavía, si él no hubiera interrumpido quizás ahora estaríamos…Cabeceé un poco para quitarme esas ideas de la cabeza.
—Lárgate Haymitch…—Espeté. Él solo rió más.
—No es lo que parece…—murmuró Peeta, sus mejillas estaban encendidas y su mirada dirigida hacia el suelo, eso me molestó aún más, no soportaba ver así a mi Chico del pan por culpa de un idiota borracho.
—Lárgate Haymitch si no quieres que te atraviese el ojo con una maldita flecha— Eso solo hizo que se carcajeara más.
—Lamentablemente bonita, tú y yo sabemos que no tienes tu arco aquí—
—Con suerte para ti…—murmuré.
Me acerqué a Peeta y le cogí la mano para que me mirara. Me sonrió y le sonreí. Pero su sonrisa se esfumó cuando vimos a Haymitch agacharse y recoger algo del suelo.
—Blancas y virginales…preciosas…—chasqueó la lengua— Aunque de virginales ya tengan poco…— me miró de arriba abajo.
—Aunque no es de tu incumbencia sigue siendo virgen…—Peeta lo dijo casi como un gruñido apretando la mandíbula y cerrando los puños. Su autocontrol no iba a durar mucho, Peeta era un caballero, pero su paciencia no era infinita.
Me acerqué a Haymitch para arrebatarle mi ropa interior, él siguió riendo sin creer a Peeta, a veces era completamente odioso, y más cuando se emborrachaba tantísimo. Y hoy era uno de esos días, su aliento olía a alcohol, y se tambaleaba de una manera cómica. Además arrastraba las vocales y se le trababa la lengua.
—¿A qué has venido?— Mientras pronunciaba esas palabras, tiré del bajo de la camiseta para cubrir un poco más mis piernas, empezaba a avergonzarme la situación.
—Necesito a Sae…—
—Si quieres alcohol tendrás que ir a su casa, sabes que Sae ya no viene por aquí, al menos no tan asiduamente…Peeta me cuida ahora…— hablé atropelladamente solo quería que se largara.
—ya veo como te cuida ¿eh?— le guiño un ojo a Peeta y no lo aguanté más con todas mis fuerzas empecé a empujarle para echarle de la casa.
—lár-ga-te —después de varios segundos empujándole conseguimos abrir la puerta y echarle de la casa.
Dudaba que viniera en busca de Sae, él sabía perfectamente que hacía unos meses que ella ya no venía a hacerme la comida o limpiar. De eso ahora nos encargábamos Peeta y yo, incluso estaba aprendiendo a cocinar en condiciones, todo un logro para mí y un reto para Peeta.¿ y si me había oído gritar y vino simplemente para molestar? Era muy propio de él, tenía la mente muy retorcida, pero a la vez, en ocasiones era como un niño.
—Es posible que nos haya oído ¿verdad…?— empecé a avergonzarme de nuevo, sentándome en el sofá.
—Gritas demasiado Katniss…— y ya está, una simple frase podía hacerme brillar con una rojiza luz propia— no te imaginaba tan…efusiva…
—¿y eso es malo?— murmuré apretando los dientes, molesta — intentaré no hacerlo…— mi mirada se fijó en un punto del borde de la alfombra, no sabía que eso estuviese mal.
—ni se te ocurra…me da igual quien lo escuche…pero quiero que gimas y grites como tú quieras, eres libre… — sonrió tímidamente sentándose a mi lado— Me gustan mucho tus gritos…
Parpadeé como una idiota y le besé de nuevo, ahora ya no era uno de esos besos apasionados y alocados, no, ahora nos besábamos con dulzura abrazándonos. Lo que no impidió que Peeta bajara una de sus manos acariciando la línea de mi columna y la posara sobre uno de mis desnudos glúteos. Al sentir el contacto de su piel contra la mía desnuda jadeé y le bese aumentando el ritmo del movimiento de mis labios buscando su lengua para acariciarla con la mía y jugar con ella. Al sentir mi lengua en su boca Peeta apretó mas su mano pegándome más a él, estaba segura de que en pocos minutos aquello estaría preparado para la acción. Pase una pierna sobre las suyas y volví a sentarme como antes, sobre sus rodillas.
—¿ Dónde querías ir antes de que ese loco borracho nos interrumpiera…?— susurré entrecortadamente contra sus labios mientras él intentaba volver a besarme y yo me apartaba, permitiendo solo que nuestros labios se rozaran. Sé que le estaba torturando, pero eso, esa situación, sentir que él quería mas de mí me volvía loca.
—lo sabes perfectamente…— Me pegó mas a él, sujetándome por la nuca para que no me apartara, me besó durante varios segundos, mordiendo mis labios, dejándolos aún mas hinchados.
— ¿vamos?—
Cuando él me asintió caí en la cuenta de lo que había dicho y de lo que implícitamente estaba proponiendo. Sexo. Hacer el amor. Hasta hace unas horas creía que esos términos y mi nombre no aparecerían nunca juntos y menos en mi mente. Mis ideas de futuro no eran tener una pareja. Se basaban en cazar y sobrevivir, punto. No había más, alimentar a mi familia, protegerles. Pero ahora ya no había familia a la que alimentar, ahora solo estábamos él y yo, la Chica en llamas y el Chico del pan. Extraña combinación, una pareja rara, éramos demasiado diferentes, muy distintos, pero nos necesitábamos, y ahora mismo, allí, el solo con un pantalón de deporte, y yo con solamente su camiseta, la necesidad era de desnudarnos y fundirnos en uno solo.
Ya no había vuelta atrás, tenía que pasar.
Me separé de Peeta lentamente, levantándome. De nuevo su lejanía me dolía, me hacía sentir frío. Cuando se levantó pude notar la mancha de mi propia excitación en sus pantalones, una mancha acuosa, que delataba mi estado y me avergonzaba. Sé que se dio cuenta porque vi una leve sonrisa al mirar hacia abajo. Instintivamente supe que eso le hacía sentir bien y la vergüenza llego por enésima vez a mis mejillas. Aunque debía de reconocer que me sentía orgullosa al ver sus reacciones, aunque fueran casi imperceptibles.
—Te queda terriblemente bien mi camiseta…— Le miré sin entender si era sarcasmo, la camiseta era enorme, varias tallas más que la que yo usaba, y además de hombre, definitivamente o estaba loco, o su gusto por la moda era peor que el mío.
—Me queda enorme…ancha y larga…
—Eso es lo bonito…pero lo que importa es que llevas algo mío y debajo no llevas nada…— sonreí un poco, aunque seguía sin entenderlo del todo, pero, no quería parecer tonta.
—A mí lo que me gusta de ella es que huele a ti— la olí, en efecto, el embriagador olor de Peeta golpeo mi nariz como una hermosa sinfonía. Él hizo su sonrisa aun más grande.
— ¿y a qué huelo?— me ruboricé ante la pregunta, no me esperaba tener que definirlo.
— Hueles sobre todo a pan, pan recién hecho, de ese que aún está caliente y sabe tan bien, y a chocolate, chocolate caliente y humeante. Además a veces también hueles a fresas o vainilla, si ese día has estado haciendo pasteles… Tienes un olor delicioso, agradable.
Cogí su mano y tire de él hacia las escaleras que conducían al piso de arriba. Hoy quería que fuera el "día de los descubrimientos", y aún me quedaban muchas cosas por aprender y a él por enseñarme.


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