sábado, 30 de junio de 2012

Aprendiendo: Capítulo 20



Disclaimer:The hunger games no me pertenece

Peeta estaba de espaldas a la puesta centrado en una cacerola, al oírme se dio la vuelta y sonrió. El corazón me dio un vuelco cuando vi su blanca sonrisa de nuevo. Era completamente adictiva, no podía estar si ella mucho tiempo. Le devolví la sonrisa acercándome a curiosear lo que estaba cocinando. En la cazuela había una mezcla de diferentes verduras que desprendían un exquisito olor y que hicieron que mi estomago gruñera de nuevo, tan fuerte que hasta Peeta lo oyó empezando a reírse.
— No tiene gracia, solo son tripas pidiendo alimento, bobo…
— La tiene porque decías que no tenías hambre…— Resoplé.
— ¿Tardará mucho en hacerse?
— Un ratito…— echó unos trozos de carne a la cazuela, por el aspecto, supuse que era ganso—Pero he pensado en tu hambre y he preparado un poco de queso con manzana.
Miró hacia la mesa y allí estaba, rebanadas de esponjoso pan con el cremoso queso de cabra, y por encima rodajas de manzana perfectamente colocadas espolvoreadas con un poco de canela. Se me hizo la boca agua al verlas, no me había percatado de su existencia, mi mirada estaba centrada completamente en él. Esa sencilla comida era lo único que podía traerme un buen recuerdo de los Juegos. Peeta y yo en la cueva, compartiendo comida y besos, yo protegiéndole, aunque en ese momento estaba aterrada, y la mayor parte del tiempo actuaba, también hubo momentos para recordar. Como que allí fue la primera vez que sentí ése hambre en mi interior y el fuego quemándome gracias a uno de sus besos.
—Oh…— Gemí mientras me llevaba una a la boca, me sentía como si no hubiera comido en años, me había acostumbrado demasiado a las comidas regulares.
—Esta riquísimo, Peeta, qué buen cocinero eres…
—Solo es queso y manzanas…yo solo lo he juntado…
—Da igual—Fruncí el ceño— Está rico y lo has hecho tú. Me vale— Sonrió ampliamente y siguió atendiendo al guiso de verduras.
Me senté en una de las sillas, junto al plato con las rebanadas del pan y me quedé observando  cómo los músculos de sus brazo se tensaban y destensaban al remover la comida. Mi vista siguió paseándose por su ancha espalda. La camiseta volvía a quedarle ligeramente ajustada, por lo que sus músculos se marcaban a la perfección bajo esa fina tela. Y la tela se movia con cada leve contracción muscular haciéndome sonreír levemente. Me mordí el labio al recordar como mis dedos se clavaban en ella cuando Peeta estaba haciéndome el amor. Mi intimidad palpitó por enésima vez ese día haciendo que me removiera incomoda en la silla. Maldita sea, ¿es que ahora me voy a convertir en una asquerosa pervertida? Peeta me estaba pervirtiendo, eso era un hecho, lo estaba haciendo como pareja, y aun así, aunque me incomodaba, no me desagradaba la idea, me gustaba que Peeta me enseñara a sentir lo que me había prohibido sentir.
— ¿En qué piensas Katniss? Estas muy callada.
—No pienso…—Mentí a medias— Sólo te observo…me gusta tu espalda.
—¿Mi espalda?— Se giró para mirarme.
—Eso he dicho…
—¿qué tiene de especial?
—¿ A parte de que es tuya? — esas palabras salieron de mi boca sin ser pensadas, por lo que me arrepentí cuando las escuché de mis labios, aun así seguí— Es grande…ancha…musculosa…fuerte…perfecta— El sonrió
—¿Hay más cosas que te gusten de mí?
—no te besaría si solo me gustara tu espalda…
—Eso ya lo sé…quería decir que me gustaría saber qué es lo que más te gusta de mí…
— Tus pestañas— creo que la velocidad con la que lo dije asustó a Peeta, pero un segundo después ya estaba sonriendo— Son tan rubias que solo se ven bien si hay mucha luz…pero a la vez son larguísimas parece que se van a enredar, pero nunca lo hacen…son…perfectas también….
—¿algo más?— Tenía una amplia sonrisa en los labios, y un leve rubor en las mejillas, eso me dio algo de valor
— si…— Sin detenerme a pensarlo levante un poco su camiseta y pasé la yema de los dedos por la suave línea de vello— Me gusta mucho esta parte…estos…pelitos…— Miré sus ojos, viendo en ellos la vergüenza, algo que pocas veces había visto en ellos.— y no entiendo por qué…supongo que la palabra que los definiría es “sexy” pero, sinceramente nunca he pensado en que es y que no es sexy— suspiré, estaba hablando demasiado. Bajé la mirada al suelo avergonzada.
— Tú eres sexy…— me agarró con suavidad la barbilla para que le mirara.
— Eso si que no…acepto que creas que soy hermosa…¿pero sexy?— sonreí levemente— definitivamente no…
— Eso es que no te has visto desnuda…
—Me he visto desnuda más veces que tu…
—Pero no como yo te he visto, en…en nuestros momentos íntimos…— Me ruboricé fuertemente. Perfecto— Es completamente sexy esa cara que pones, lo la manera en la que mueves tus caderas para buscar mis caricias…
— Vale, tú ganas— no quería seguir escuchándole, ese tema me ruborizaba demasiado. Pero definitivamente, yo no podía ser clasificada como una persona sexy.
— Eso es, yo gano porque tengo razón, aunque no lo creas…—resoplé mientras que se daba la vuelta para volver a atender la cazuela.
Cuando acabó de hacerse la comida pusimos entre los dos la mesa en silencio y luego nos sentamos a cenar. Esa noche Peeta se sentó a mi lado y no enfrente como solía hacer. Mientras que cogía un trozo de las verduras que Peeta había hecho el pasó su dedo por mi cuello, haciendo pequeñas formitas, dibujándolas. Sonreí contra la comida y me metí el tenedor en la boca, saboreando la exquisita comida. Él bajó lentamente por mi cuello hacia mi escote muy lentamente haciendo que mi piel se erizada.
—Peeta…— Arrastré la ultima sílaba.
—¿hmmm..?— Continuó por mi escote sin hacer caso de mi advertencia acariciándome dulcemente.
Le dejé continuar rindiéndome ante esa caricia, pero no me quedé atrás y empecé a acariciarle también empezando por su cuello, dirigiéndome hacia los pelillos de su nuca donde enredé los dedos. Peeta sonrió mirándome directamente a los ojos.
Y entonces pasó. Peeta se lanzó contra mis labios como si nunca me hubiera besado, enredó sus dedos en mi pelo y busco mi lengua como si la necesitara para vivir. Dejé que entrara en mi boca y mis labios empezaron a jugar con los suyos. Se levanto de la silla y me obligo a levantarme para pegar su cuerpo al mío. Nuestro beso empezó a ser más intenso, nuestras respiraciones empezaron a acelerarse y el fuego de mi interior a incendiarse. Sus manos recorrieron toda mi espalda hasta colocarse cada una en uno de  mis glúteos los cuales fueron apretados sin piedad. Gemí contra los labios de Peeta al notar esa presión y  mis manos volaron para introducirse debajo de su camiseta y acariciar su firme vientre.
Yo misma me subí sobre la mesa y dejé que se colocara entre mis piernas a la vez que le quitaba la camiseta. En ese momento por fin pude tocar su perfecto torso completamente desnudo y solo para mí. Me incliné sobre su cuello y empecé a besarlo con devoción, recorriéndolo, dejando un caminito de besos desde su barbilla a su clavícula. Poco a poco me centre en su pecho, que también bese dulcemente, intercalándolo con tiernos mordisquitos. La respiración De Peeta era completamente errática, hecho que el único efecto que tenía en mi era hacer que mi entrepierna palpitara de forma aberrante.  Junto con mis besos mis manos también hicieron un camino hacia abajo, llegando a esa línea de vello traspasándola y sorprendentemente, incluso para mí se perdió bajo el pantalón del Chico del pan, acariciando toda su longitud por encima de su ropa interior. Maldita sea, estaba tan excitado como yo, aun no me acostumbraba a ese calor contra mis dedos. Peeta gimió con fuerza buscando mi boca de nuevo para beber de ella. Sin esperar mucho más comenzó a quitarme la camiseta de un rápido tirón, aunque sin entender por qué la dejó a la mitad de mi cabeza, tapándome los ojos solamente. Busqué sus labios a ciegas y me frustré al no encontrarlo.
—Madre mía Katniss…
—¿Qué?— Mi respiración no me daba tregua, estaba haciéndome jadear de manera casi embarazosa.
— No llevas sostén…—Negué con la cabeza y me beso de nuevo con esa hambre tan característica suya. Esa hambre que le hacía pasar el chico bueno, al malo y rudo.
Peeta descendió a jugar con la parte más sensible de mis pechos. Me los besó y lamió arrancándole a mi garganta varios gemidos muy intensos. No me di cuenta de que por fin había liberado mis ojos hasta que mi mano volvió a colarse bajo sus pantalones y apretó ese gran trozo de carne dura. El gemido de Peeta contra uno de mis pezones no se hizo esperar. Froté esa parte de su anatomía sobre la tela, para luego bajarle un poco los pantalones y meter mi mano por dentro de esa última tela que nos separaba. Otra vez su calor me pego de lleno en la mano haciendo que las palpitaciones de mi intimidad fueran dolorosas y  mi ropa interior se humedeciera hasta un punto casi insospechado.
Sus manos descendieron por mis costados y sin esperar más me arrancaron de un solo tirón los pantalones con cintura elástica que llevaba en ese momento. Peeta separó sus labios de mí y le oí gruñir sonoramente, por un solo segundo temí que algo estuviera mal con mis braguitas especialmente elegidas para él. Pero como para quitarme cualquier duda Peeta me besó de nuevo mordiendo mis labios con ansias, estaba claro lo que quería de mí.
Mi mano volvió a acariciarle, bajando y subiendo por toda su longitud mientras que la otra consiguió que la ropa que me molestaba bajara un poco. Peeta me robó otro gemido al pasar su dedo sobre mis bragas haciendo presión entre mis pliegues, justo en ese punto de placer desolador.
—Hazlo otra vez…— Susurré moviendo mi cadera contra su mano buscando el roce. Cuando lo hizo, mi cabeza cayó hacia atrás acompañada de mi gemido.
Sus dientes se clavaron en mí a la vez que apartaba el encaje y su mano se encontraba cara a cara con la piel más sensible de todo mi cuerpo. Acarició mi punto de placer con suavidad, aunque ese tierno masaje consiguió que en mi garganta emitiera intensos gemidos.
Dindong dindong dindong dindong dindong dindong dindong dindong dindong dindong dindong dindong dindong dindong dindong.
Ahora no…— Se quejó Peeta sin apartar sus manos de mí.
Dindong dindong dindong dindong dindong dindong dindong dindong dindong dindong dindong.
Definitivamente  deberías…dejarme que le pateara el culo…— Conseguí decir entre jadeos.
— Lo haré yo mismo…— Su beso fue demasiado tierno, signo inequívoco de que nuestras caricias sobre la mesa de la cocina habían acabado.
— Podemos hacerlo los dos…— supuse que mis labios formaron un ridículo puchero, puesto que Peeta levantó una de las comisuras de mis labios con su dedo, muy suavemente.
Dindong dindong dindong dindong dindong dindong dindong dindong dindong dindong dindong dindong
Se apartó de mí dejándome fría y sobrexcitada pero lo asumí y me bajé de la mesa para ponerme mi ropa. Peeta recolocó la suya intentando que su excitación no se notara y fue a abrir a nuestro invitado forzoso.
— ¡Vas a quemar el maldito timbre! — espeté nada más ver a nuestro mentor.
—Tranquila encanto— Se llevo una mano a la cabeza en señal de dolor y la otra me la extendió a mí, en ella traía un sobre. Lo cogí con algo de recelo.
— ¿Qué es esto?
— Míralo tú misma, aunque no esperaba enterarme así, creía que éramos amigos.
El sobre tenía inscrito el símbolo del capitolio y estaba enviado por la mismísima Paylor. Lo abrí lentamente, ante la atenta mirada de Peeta y mi mentor. Saqué el trozo de papel, un papel decorado con ribetes dorados y leí.

“Se le informa que ha sido invitado a la celebración
del decimoctavo cumpleaños de nuestra querida Sinsajo,
que será celebrado el 8 de mayo en el Edificio de Justicia del Distrito 12 a partir de las 20:00
Imprescindible vestir de etiqueta.”

Comencé a hiperventilar al leer aquella simple frase. Celebración y mi cumpleaños no se llevaban bien. Nunca había celebrado mi cumpleaños, ¿Qué iba a celebrar? ¿Qué estaba un año más cerca de entrar en la cosecha? ¿Qué seguía en ella? ¿Qué ese año podía ser elegida? No, definitivamente no iba a hacerlo este año tampoco.
—¿Katniss? —La voz de Peeta me pareció completamente lejana.
— Yo…yo…— Tartamudeé— no….
Arrugué el sobre en mi puño para luego lanzárselo a la cara a Haymitch y salí corriendo hacia mi habitación, para refugiarme entre las sábanas e impedir que así me vieran llorar.
Oí como Peeta intentaba seguirme y Haymitch se lo impedía. Oí como hablaban de la celebración. Y entre lágrimas oí pronunciar varios nombres incluyendo el de Johanna y el de Gale, ese último  nombre hizo que me estremeciera.
Cerré los ojos con fuerza deseando que se callaran, incluso tapé mis oídos, pero las palabras que había leído hacía unos minutos me taladraban el cerebro. 8 de mayo, mi cumpleaños… mañana era 8 de mayo, mañana era mi cumpleaños, mañana habría una fiesta en mi honor a la que yo no asistiría.

3 comentarios:

  1. Pues me parece muy mal lo de fanfic y lo de borrar esos fics existen unos cuantos fics muy buenos por ahi en esa categoria incluido el tuyo.
    Por otra parte tengo muchas ganas de seguir leyendo tu historia Que sigo desde el principio y siempre estoy atenta a tus actualizaciones espero la proxima saludos!

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  2. Ah x cierto en fanfic soy EHRA alomejor te he dejado algunq otro comentario x ahi (menos de los Que yo quisiera) pero es Que no tengo tiempo, aun asi encuanto tngo un ratito leo lo Que puedo.

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  3. Llevo un tiempo leyendo tu fanfic por fanfiction y cuando leí la nota que decía lo de la eliminación de los fanfics me preocupé por no poder volver a leer este fanfic. Por lo que me alegro de que hayas decidido publicarlo aquí. Me encanta.

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