sábado, 30 de junio de 2012

Aprendiendo: Capitulo 13



Disclaimer:The hunger games no me pertenece.


Caminábamos hacia la habitación, tenía su mano fuertemente agarrada y eso empezaba a antojárseme como si fuera un sueño. No podía estar ocurriendo, no podía estar permitiendo que Peeta y yo acabáramos haciendo "eso". Me estaba entregando sin reservas, y eso no era propio de mí. Cabeceé un poco para alejar ese absurdo pensamiento de mi cabeza. Maldita sea, era lo que mi cuerpo había pedido a gritos durante semanas, sentir esas caricias tan placenteras, derretirme con sus fuertes manos, ahogarme con sus besos. ¿Cómo era posible que estuviera dudando de esas magnificas sensaciones? No iba a arrepentirme, no iba a permitir que eso ocurriera. Me estaba gustando, y quería llegar hasta el final. Quería disfrutar de Peeta sin reservas…
Volví a la realidad al sentir su abrazo justo antes de posar mi pie en el primer escalón. Hundió la cara entre mi pelo y me beso el cuello. Luego aparto esa cortina que había impedido que rozara mi piel y volvió a besármelo. Estaba loca ¿Arrepentirme de sentir esa respiración acelerada en mi oreja? ¿Arrepentirme del calor en mi vientre? ¿De las palpitaciones en mi entrepierna? Definitivamente podría decirse que estaría mentalmente desequilibrada.
Cuando llegamos a la habitación me senté en la cama mirándole, nerviosa. Él en cambio se quedó de pie, mirándome también con una medio sonrisa en los labios. Estuvo demasiado rato así solo mirándome, mordiéndose el labio de vez en cuando y pasando su mano por su pelo, pensativo.
—Peeta… ¿qué ocurre? ¿En qué piensas?
— en…que no te puedes ni imaginar, cuánto tiempo llevo deseando este momento…— Sonreí ante su comentario y palmeé la cama a mi lado, para que se sentara. Titubeó un poco pero lo hizo, cogiendo una de mis manos y entrelazándola con la suya.
— ¿Y cuánto tiempo es eso?
—Demasiado…
—eso no me vale Peeta…— le di un suave beso en los labios —¿Cuánto tiempo?— suspiró y volvió a besarme.
— Vas a pensar que soy un degenerado…—Reí suavemente— ¿Te acuerdas…de…aquel baile en el colegio para celebrar los 25 años como directora de la Señora Mist? Nos obligaron a vestirnos como en la cosecha…e ir a celebrarlo…
—Como para olvidarlo…— Hice memoria, teníamos catorce años, ese año había crecido demasiado y el vestido de la cosecha anterior no me valía por lo que mi madre me arregló uno de los suyos, de cuando aún no vivía en la Veta. Aunque de largo el vestido ya me quedaba bien, mi cuerpo era más delgaducho que el de mi madre, por lo que tuvo que meter tela aquí y allá para que me viera bien. Cuando estuvo listo y me miré al viejo espejo el resultado no me gusto, no porque me quedara mal o estuviese fea, si no porque no era yo. Aquel precioso vestido granate de seda con ese lazo negro a la cintura no iba conmigo, no me servía para cazar, no podía llenarme de barro con él.
— Bien…pues cuando te vi…con ese vestido…granate…me…fijé en ti de forma diferente…estaba enamorado…si…pero…con ese vestido…percibí tus curvas…y deseé…quitártelo…desde entonces…— Se había sonrojado, sonreí y le besé en la mejilla acariciándola luego con la nariz.
—Éramos unos críos…yo…solo pensaba en poner comida en la mesa…
—Katniss…lo lamento…— y me besó. En ese momento comprendí que mi comentario le había hecho sentirse culpable.
—Peeta…no...No quería hacer que te sintieras mal…solo que…—suspiré— Hasta…los Juegos…yo nunca había pensado en…estas cosas…besos…sentimientos y todo eso…Me has hecho cambiar mis esquemas…—
Me levanto la cara cogiéndome de la barbilla y me beso dulcemente, pero yo, como compensación aumenté la velocidad de los movimientos de mis labios que al poco tiempo se movían frenéticamente contra los suyos. Jadeé sintiendo de nuevo el calor en mi vientre y acaricie el pecho de Peeta, dibujándolo con los dedos. Noté que reprimía un gemido y abandoné sus labios para dirigirme a ese perfecto cuello. Primero bese su barbilla y el borde de su mandíbula, tenía una leve sombra de barba que me raspaba en los labios pero esa sensación no hacía más que aumentar mis ganas de seguir. Continué por su cuello y ahora me centré en él. Lo besé dulcemente y luego con un poco más de rapidez, succionando levemente. Al poco mis dientes tomaron el relevo y se pasearon con libertad por su piel. Bajaron a sus hombros mientras mis dedos se clavaban en la carne de sus costados. En ese momento fue cuando me di cuenta de que ya no estábamos sentados, si no que Peeta estaba tumbado sobre la cama y yo inclinada sobre él. Decidí acomodarme, y como la posición del sofá me pareció la más cómoda hice como antes y pase una pierna por encima de su cuerpo, quedando sentada sobre su vientre. Continué besando su pecho ahora mis manos jugaban con la cintura del pantalón de Peeta, era elástica, por lo que no me fue difícil mirar en su interior. Y allí estaba toda la excitación de Peeta concentrada.
Peeta recogió un mechón de pelo rebelde y me lo colocó perfectamente detrás de una oreja, sonreí y continué mi recorrido besando la zona por encima de su ombligo y luego esa línea de vello. Su intenso gemido se fundió con el mío cuando se la besé. Volví a mirarle y sus ojos estaban casi negros, su azul era un mero reducto que sus pupilas dejaban asomar rodeándolas. Esa suave línea me atraía como un imán, me suplicaba que la besara y la acariciara, estaba segura de que podría pasarme horas entretenida con ese recorrido de pelitos rubios, finos que me llevan a un lugar tan prohibido en mi mente hasta hace un par de días.
Pero de un movimiento rápido Peeta nos cambió de posición y me recostó en la cama. Estaba jadeando y excitado, eso lo noté perfectamente, tendría que estar ciega para no verlo. Me besó recostándose un poco sobre mí apoyando su pelvis en la mía y volví a sentirle contra mi desnuda intimidad. Gemí. Y sonrió mostrándome su perfecta dentadura, siguió besándome con pasión y volvió a moverse un poco, parecía que lo estuviera haciendo a propósito, Por lo que fruncí el ceño incomoda, me estaba torturando. Me besó de nuevo riendo y acaricio mi muslo muy suavemente provocando que mi piel se erizara de nuevo.
— Eres tan suave, Katniss…
Dejé de mover mi lengua en su boca cuando su mano acaricio el interior de mi muslo, rozando muy suavemente la unión de mis piernas. Arqueé la espalda todo lo que pude con el peso de Peeta sobre mí, moví las caderas buscando un roce más efectivo pero alejo la mano de mí intimidad, dejándola en mi muslo, por su parte externa y sonrío aun más, estaba disfrutando al verme así.
—No me tortures…era esto lo que querías ¿no?— siseé.
— Era lo que yo quería…si…pero tú también lo has querido…
—Ahora quiero más…—no lo pensé. Eso no era propio de mí. Yo quería más de él, ¿Qué me estaba sucediendo?
Sé que esas tres simple palabras calaron muy fuerte en Peeta, pues la forma que me besó era muy diferentes a las demás, incluso a las que nos habíamos dado dándonos placer. Su beso fue apasionado, con furia, metió las manos debajo de mí y agarro con fuerza las nalgas dejándome notar todo su peso sobre mí. Mi gemido se ahogo en su boca y el suyo en la mía, notaba su erección contra mí haciendo una fuerte presión en mi vientre.
Unos segundos después mi mano derecha se metió entre nosotros y buscó esa dureza, lo palpó y lo acarició, haciendo que su dueño dejara escapar un fuerte gemido ronco. Pero lo que hizo me sorprendió. Agarró mi muñeca e hizo que abandonara mis juegos y la colocó sobre mi cabeza. Cuando mi otra mano intento continuar los juegos de su compañera, Peeta hizo el mismo procedimiento, agarrándome ambas muñecas por encima de nosotros.
Le miré sin entender nada, pero él me sonrió y volvió a besarme como si le fuera la vida en ello.
—mía…
Le miré a los ojos, la situación era extraña y empezaba a asustarme. Él sobre mí jadeando al compás de mis propios jadeos, el solo con sus pantalones, yo solo con su camiseta, él agarrando mis manos, inmovilizándome. Mordí su barbilla y el dejó escapar el aire de sus pulmones cerrando los ojos un segundo. Luego volvió a mirarme. De nuevo sus pupilas estaban dilatadas, tanto que daban miedo. Sus ojos ahora eran completamente negros.
Intenté soltarme pero él me ganaba en fuerza, así que pronto tuve que rendirme, lo que si conseguí fue escapar del beso que segundos atrás había empezado a darme. Le miré sin entender nada ¿estaría teniendo uno de sus ataques?¿acabaría todo ahí? Estaba completamente indefensa, jadeante, excitada y prácticamente desnuda. Si sucedía algo, fuese lo que fuese, tenía todas las papeletas para perder. Contra todo pronóstico él frotó su nariz contra la mía y de nuevo me dio un leve beso en los labios, sonriendo.
—Estas preciosa…así…para mí…— volví a intentar soltarme pero él hizo su agarre más fuerte.
—¿Confías en mí, Katniss?— me llevo unos segundos asentir para contestarle, no estaba segura de si eso acabaría bien. La verdad era que estaba aterrada.
Consiguió agarrarme ambas muñecas con una sola mano, con la otra lentamente recorrió mi cuerpo, centrando las caricias en el vientre. Un par de segundos después, sus dedos acariciaron ese punto en mí que hacía que gritase y me retorciese. Y lo hice, gemí con un gritito ahogado y me retorcí levantando las caderas. Sus hábiles dedos empezaron a jugar en ese lugar, haciendo millones de círculos rápidos, luego frotando arriba y abajo, para volver a los círculos, al cabo de unos minutos noté una presión que me hizo gritar, pero esta vez de sorpresa.
—Peeta…
—Relájate…—otra vez esa presión, caí en la cuenta que estaba intentando entrar en mi interior con su dedo corazón. Asentí, pero el saber lo que iba a pasar contraje aun más mi vientre y su dedo se volvió a encontrar con la barrera. Me quedé en shock. Si tan solo su dedo, que era como una quinta parte del grosor de su miembro, no entraba, ¿cómo iba Peeta a conseguir hacerme el amor? Jadeé y cerré los ojos con fuerza, intentando pensar en otra cosa, intentando relajarme, sin existo al parecer por los intentos frustrados de Peeta.
—Peeta…para…me…me haces daño…— susurré jadeando aguantando las lagrimas que pedían salir de mis ojos.
—Esto es normal…estas nerviosa…
—¿has hecho esto alguna vez?— espeté dejándole boquiabierto negó solo una vez con la cabeza— ¡Entonces no sabes si es normal!
Cerré de nuevo los ojos, frustrada, maldiciéndome, no por mí si no por Peeta, le estaba decepcionando, como muchas veces lo había hecho. La frase de mi mentor golpeó mi memoria como un puñetazo en el estomago "Aunque vivas 100 vidas nunca te merecerás el amor de Peeta". Nunca me lo mereceré…ni su amor ni su cuerpo. Él no merece estar con alguien que no pueda darle lo que quiere. Él mismo me ha dicho que llevaba esperando esto años y parece ser que yo no podía dárselo.
Su mano soltó mis muñecas y paso a acariciarme el pelo con ternura. La mano que había luchado la batalla por entrar en mí y había perdido reposó sobre mi intimidad, abarcándola completamente. Proporcionándome ese leve hormigueo placentero por simplemente sentirla ahí.
—Tranquilízate…—susurró frotando su nariz contra la mía.
—Los siento…
—ssssshhhhh….
Y me besó, de nuevo sus besos eran dulces, sin deseo, este beso era como nuestros besos de buenas noches. Esos que me daba antes de abrazarme para que le usara de almohada. Siguió besándome, moviendo su lengua acariciando la mía con lentitud, con suavidad, sin prisas. No sé cuánto tiempo me besó así, pudieron ser segundos o minutos, incluso horas, perdí completamente la noción del tiempo. Le mordí el labio y arqueé la espalda cuando note de nuevo una leve presión en mi intimidad, pero esta vez no dolió, noté como algo, su dedo, entraba en mí y se perdía en mi interior. Gemí mirándole a los ojos, su sonrisa era tan amplia que temí que no fuera real. Sonreí también aunque mi respiración había vuelto a ser errática.
—Solo tienes que dejar de pensar en lo que va a suceder…dejarte llevar…
—Me dejo llevar…
—Mientes mal Katniss…—volvió a besarme, pero esta vez yo le obligué que su beso fuera como los de antes, más feroz.
Volvía a estar excitada, bueno, si se podía usar el verbo "volver" porque creo que nunca había dejado de estarlo. Rodeé su cuello con mis manos besándole jadeando, pero mis labios se quedaron inmóviles cuando noté que su dedo hacia el recorrido contrario que hace unos segundos para salir de mí. Me asusté no quería dejar de sentirle.
—No…—no pude decir nada más porque volvió a hundir ese largo dedo en mí. Su sonrisa rozó mis labios cuando mi gemido abandonó mi boca.
—¿No?—volvió a hacer el mismo movimiento. Salió casi del todo y entro de nuevo. Mordí su sonrisa jadeando.
Su gemido se mezcló con el mío y volvió a salir y a entrar. Y luego otra vez, y otra. Empezó a mover su dedo cada vez más rápido dentro de mí. Haciéndome gemir y jadear arqueando la espalda. Comencé a mover las caderas levemente acompañando al baile de su dedo. Peeta seguía besándome con pasión jadeando también, suponía que hacerme lo que me estaba haciendo le gustaba. Su cara mostraba satisfacción y sus ojos volvían a estar oscuros, empezaban a gustarme de esa forma, sus pupilas dilatadas mostraban su excitación.
Al poco mi Chico del pan dejo de besarme y se centro en mirar como su dedo entraba y salía de mí, cerré los ojos y le deje seguir ahora mis manos estaba fuertemente agarradas a las sábanas de la cama y mis gemidos retumbaban por toda la habitación. Su dedo pulgar viajo hasta ese punto que Peeta sabía acariciar tan bien y lo frotó a la vez q su dedo seguía entrando y saliendo de mí. Apreté los dientes y mi espalda se arqueó aun más tomando una forma casi imposible, aquello iba a matarme de placer, pero sería la mejor muerte del mundo. Con su mano libre levanto la camiseta que me cubría el pecho dejándolo al descubierto. Volvió a amasar uno de ellos, luego descendió y lamió la parte más rosada de este que en ese momento estaba tan dura como la entrepierna de él. Un grito de sorpresa se escapó entre mis gemidos. Me miró y sonrió y volvió a pasar la lengua por mi pezón. La descarga eléctrica fue a encontrarse con el fuego de mi vientre que estaba encendido gracias al trabajo de Peeta. Rodeó con la boca esa parte de mi anatomía y noté como succionaba, la corriente eléctrica se intensificó, el fuego en mi interior cada vez era mayor, y en dos segundos explotó. El grito ahogado, ronco que escapó de mis labios fue mucho más intenso que los anteriores. Mi cuerpo se convulsionó por las olas de fuego que lo recorrían por todas mis venas, llegando hasta las puntas de mis dedos. Cuando el fuego se apago me quedé quieta, rendida y jadeando abrí los ojos me estaba sonriendo con dulzura mientras movía sus dedos más lentamente.
Posó un beso en mis labios, demasiado dulce, y demasiado corto.
—Éstas agotada…— Asentí tontamente aunque no hacía falta que lo dijera, se veía a simple vista, mis pecho subía y bajaba con rapidez a causa de que mis pulmones estaban buscando más y más aire. Mi corazón aun latía con fuerza y mis articulaciones apenas me respondían.
—Descansa…iré a hacer la cena…
—¿hmmmmm?— miré hacia la ventana, el sol estaba en su punto más bajo, desapareciendo entre las montañas. Ni siquiera me había dado cuenta, al parecer habíamos pasado toda la tarde entretenidos—No…tu…
—Yo estoy bien…—Me bajo la camiseta y se apartó de mí, eso provocó en mí un leve gruñido de desacuerdo, pero no tenía fuerzas para protestar más— Te avisaré cuando esté todo listo…
Asentí aunque estaba quedándome dormida sin poder remediarlo, noté como cubría con una manta, Pero ya no estaba despierta para cuando salió de la habitación.…


No hay comentarios:

Publicar un comentario