sábado, 3 de agosto de 2013

Pasión alternativa en el lago

Disclaimer: The Hunger Games no me pertenece

Me pongo la vieja chaqueta de cazador de papá y salgo de casa.
Llego tarde, muy tarde. Habíamos quedado al amanecer y el sol está muy alto, demasiado alto. Mis pasos se aceleran cuando dejo atrás las últimas casas de la Veta. Para cuando llego a la Pradera ya estoy corriendo.
Como cada vez que la cruzo, me detengo a escuchar la valla que rodea todo el Distrito. Silencio. Ya debería de estar acostumbrada, los carteles de alto voltaje son solo un incentivo para que la gente no se acerque, para mantenernos controlados dentro del recinto, como ganado. Esa valla ribeteada de alambre de espino nunca ha estado electrificada. A lo largo de mi vida la he cruzado cientos, no, miles de veces y siempre ha estado tan callada como ahora. Pero pararme a escuchar es algo que mi padre me enseño, una costumbre que tenía, algo que sigo conservando.
Cruzo la valla y corro hasta el árbol donde escondo el arco y el carcaj. Me cuelgo ambos al hombro y me dirijo al punto de encuentro con Gale, sabiendo que me espera una reprimenda por mi tardanza. Necesitare una buena excusa y no solo un "me dormí".
— Llegas tarde, Catnip—ni siquiera me había adentrado en el bosque unos metros cuando aparece.
—Dime algo que no sepa, Gale— mi amigo entrecierra los ojos mirándome serio, enfadado—Prim lo está pasando mal, es su primera cosecha— La cosecha está a la vuelta de la esquina y al menos no miento del todo.
—Estaba preocupado— Ahora soy yo la que entrecierra los ojos para mirarle pero la mirada que sus ojos grises me devuelven no deja dudas de que es sincero.
—No deberías preocuparte por mí, podías haber aprovechado el tiempo y cazar— Intento apartar la mirada avergonzada. Por suerte un arbusto de zarzamora se coloca en mi campo de visión.
— Prefiero que cacemos juntos, en eso habíamos quedado ¿no?— asiento sin mirarle recogiendo las jugosas bayas del arbusto amontonándolas sobre mi camiseta que coloco de forma que cree una especie de bolsillo.
— Bueno, ya estoy aquí— mi tono es enfadado, aunque solo estoy molesta, el también se retrasa algunos días, noto en sus ojos la sorpresa y para quitarle hierro al asunto acerco una mora a los labios de mi amigo.
— Eso ya lo veo...— murmura rozando mis dedos con sus labios antes de atrapar con los dientes la pequeña fruta— desayunemos y vayamos a cazar, tenemos bocas que alimentar.
Suspiro sin poder evitarlo, mi amigo tiene razón. Desde que nuestros padres murieron en el mismo accidente esa ha sido nuestra obligación. Cazar furtivamente en el bosque para comer, con las escuetas teselas no tendríamos ni para la mitad del mes.
Nos acomodamos en nuestro punto de encuentro, ese saliente rocoso con vistas al hermoso valle. Gale apoya su cabeza en una de mis piernas y continuo dándole las dulces moras en la boca. Sus labios y sus dientes me hacen cosquillas en los dedos, algo que me hace sonreír. Gale junto con Prim son las únicas dos personas que me hacen sentir así, las dos únicas personas con las que puedo ser yo misma, además con él dentro de los bosques no tengo que fingir o morderme la lengua.
—Por cierto...he traído queso— Saco el pequeño paquetito que Prim preparó esta mañana y se lo enseño a mi amigo.
—¿También me lo vas a dar en la boca?— sonríe socarronamente.
— Eres todo un caradura Gale Hawthorne...— Aparto mi pierna para que deje de apoyarse en mi, con la cara más seria que sé poner, pero mi seriedad dura un suspiro y rompo en carcajadas acompañada por el propio Gale.
Entre risas saco el queso y lo parto a la mitad, algunas veces tenemos pan para acompañarlo, pero solo es en contadas ocasiones. Aun así el queso es cremoso y exquisito por lo que dura poco en nuestras manos.
— Creo que ya es hora de moverse..— murmura Gale chupándose los dedos sin ningún tipo de modales.
— ¿Vamos al lago? podríamos pescar— me incorporo estirando cada uno de mis músculos, empieza a hacer calor, ir al lago supone refrescarse también.
— Buena idea Catnip— me da un toque en la cabeza, como si fuera un cachorrillo aunque antes de que me toque por segunda vez aparto su mano de un manotazo, molesta.
Recojo el arco y el carcaj y me adelanto caminando hacia el lago, dejando a Gale un par de pasos por detrás, a veces sus "Catnip" me molestan más que otras, esas veces que me trata como si aun fuera la niña escuálida de 12 años que era cuando le conocí. Una parte en mi interior odia esas situaciones, esas en las que él me hace ver que soy más joven, espero entender algún día por qué.
De camino al lago sacamos un par de redes viejas de otro tronco hueco, sabemos que las redes no son armas, pero es mejor mantener nuestros utensilios lejos del Distrito. Al llegar al lago el sol está en lo más alto del cielo y calienta con fuerza nuestras cabezas.
Gale en ese momento se adelanta empezando a descalzarse, se deshace de su camiseta y se mete en el agua hasta las rodillas, empapando sus pantalones. Le observo mientras que toma un poco de agua con sus manos y la deja caer sobre su pelo negro. No puedo evitar pensar en los comentarios que hay en el colegio sobre él, lo atractivo y guapo que dicen que es. Y si, Gale es un chico atractivo, y algo en mi interior se remueve al verle así, pero nuestra relación no tiene nada de romántico, somos amigos, buenos amigos.
Sacudo la cabeza para alejar los estúpidos pensamientos y procedo a descalzarme y quitarme los pantalones. Quizás a Gale no le importe, pero yo prefiero mantenerlos secos. Me meto en el agua inmediatamente después y el frio del agua alivia mis pies cansados. Me agacho para refrescarme la nuca y la cara cuando una buena cantidad de agua choca contra mi costado. Miro a Gale que sonríe con superioridad.
— Espantaras a los peces...— susurro con reprobación.
—Aguafiestas...
Vuelve a salpicarme y retrocede para recoger las redes. Me da una y él se queda la otra. Comenzamos a pescar. Muevo la red tal y como mi padre me enseñó, despacio, con los años he aprendido que para la caza y la pesca se requiere una gran dosis de paciencia, paciencia que yo a veces no suelo tener. Los movimientos de mi red se hacen más rápidos a medida que veo salir las capturas, pequeños pececillos de los que algunos no superan los 10 centímetros de largo, y que aun así no desechamos por minúsculos que sean, siempre podemos vendérselos a Sae la Grasienta para que haga uno de sus múltiples pucheros.
Pasamos horas pescando los pequeños peces hasta que tenemos la cantidad aceptable para la cena de las dos familias. Al terminar mis brazos están engarrotados y algo doloridos, pero aun así decido dejar la red y disfrutar del agua.
Dejo la red junto a las capturas en la orilla y me adentro en el agua, relajándome. Nado hasta el centro, a la parte profunda hasta que noto unos dedos que rodean mi tobillo y tiran de mí. Dejo de nadar y no pongo resistencia para que Gale se acerque a mí.
— Hoy el agua está especialmente buena...— Tiene razón, varios días de sol intenso han hecho que la temperatura del agua suba unos grados. Asiento y como venganza por lo de hace unas horas le salpico en la cara. Rio hasta que él hace lo mismo y empezamos una batalla de salpicaduras que chocan contra nuestras caras. La batalla llega a su final cuando mi amigo consigue agarrarme por las muñecas. Forcejeo sin éxito, sé que es más fuerte que yo, así que para evitar hundirme rodeo su cintura con mis piernas.
Sonríe.
Sonrío.
Sus ojos grises brillan bajo el sol cegador y ver esa cálida sonrisa en la boca de mi amigo me hace sonreír aun más. Noto como sus ojos bajan hacia mi sonrisa, noto como relaja el agarre de mis muñecas, noto como su rostro está centímetro a centímetro más cerca del mío, noto como mis piernas se tensan ante ese acercamiento. Eso hace que cierre los ojos. Noto su aliento sobre mis labios. La tensión es tal que hasta dejo de oír cantar a los pájaros. Una mano de Gale se posa en mi nuca justo cuando voy a intentar apartarme, esa mano hace que me estremezca, que algo en mi interior hormigueé. Cuando sus labios se posan sobre los míos, dentro de mi bajo vientre siento el aleteo de cientos de mariposas.
En un principio me quedo sin saber qué hacer, mi mente permanece en blanco y no entiendo qué está haciendo Gale, por qué lo está haciendo. Pero cuando su mano recorre mi espalda las mariposas aletean con más furia, la intensidad del hormigueo de mis labios aumenta, e imito su movimiento. Sus labios son suaves, cálidos y saben a moras y queso. Un suspiro apagado sale de mi boca cuando su atrevida lengua roza mis labios y los perfila lentamente, y yo no puedo evitar acompañarle y lamer su lengua, saboreándola. El beso se vuelve más intenso, sus labios atacan mi boca sin compasión y la mano que antes estaba posada en mi nuca baja acariciando mi espalda hasta colocarse sobre una de mis caderas imitando a la otra, y ahí, en medio de la pasión de nuestro beso clava sus fuertes dedos en ellas.
Le rodeo el cuello con los brazos sin saber muy bien qué hacer, solo dejándome guiar por mi cuerpo, por el puro instinto que me indica ese hambre que siento en mi interior, y si me detengo a pensarlo esto es algo que llevo queriendo hacer desde hace bastante tiempo. Gale separa sus labios de mí unos pocos centímetros, lo suficiente como para que ese beso me sepa a poco. Él sonríe, pero yo quiero más, así que dejo paso a mi lengua y lamo su labio inferior, para luego volver a juntar mi boca con la suya y besarle como él mismo acaba de enseñarme.
Pierdo la noción del tiempo y del espacio. No sé cuánto dura nuestro beso, no sé cuánto tiempo nuestros alientos se mezclan. Pero cuando Gale recorre con sus dientes el perfil de mi mandíbula me doy cuenta de que estamos en una zona en la que ambos hacemos pie. Mi cerebro no quiere pensar en cómo hemos llegado aquí. Sus manos descienden un poco hasta posarse sobre mi ropa interior a la vez que sus labios rozan la piel sensible de mi cuello y por primera vez en mi vida oigo como de mi garganta sale un gemido de placer. Un gemido que no sabía que podía salir de mí. Noto como antes de proseguir con el reguero de besos Gale sonríe contra mi piel al escucharme, algo que me impulsa a que una de mis manos vuele a su pelo y se enrede entre esos mechones húmedos y rebeldes.
Vuelvo a cerrar los ojos con la respiración errática dejando que Gale haga lo que quiera con mi cuello, ahora mismo mi cuerpo quiere tanto de él que dejaría que me hiciera cualquier cosa, aunque mis pensamientos se dirigen hacia una línea fija, algo en lo que nunca había pensado, o al menos a algo en lo que nunca me había atrevido a reconocer que pensaba.
Pero lo quiero.
Y lo quiero ahora.
Tiro del pelo de Gale y busco sus labios de nuevo. Le beso con toda la pasión que sé, con toda mi alma. Su boca es pura lujuria contra la mía, y entre mis piernas empiezo a notar los efectos que esos besos están provocando a ambos. Siento un volcán bajo mi ropa interior, un volcán húmedo y no solo por toda el agua que nos rodea, si no que es el volcán de mi propia excitación. Una excitación que también noto en Gale, chocando contra mi bajo vientre a través de sus pantalones. Sentirle así hace que el calor en mi interior crezca y mis piernas se tensan aún más. Me pego a él, haciéndole gemir contra mi boca, ahora soy yo la que sonríe.
Después de ese gemido viene una serie de besos lametones y mordiscos que recorren mi mandíbula y mi cuello a la vez que sus manos tiran del bajo de mi camiseta hacia arriba. Quitarme la prenda mojada nos cuesta un poco, algo que divierte a Gale ya que la deja enredada en mi cabeza tapándome los ojos, atrapando mis brazos, dejándome a su merced. Mis sentidos se intensifican al no verle y mi gemido es aun más ronco cuando me besa. En compensación y casi instintivamente muevo mi cadera y nuestras intimidades se chocan, se rozan y se frotan, el jadeo de Gale es aún más intenso que el mío. Eso me hace sonreír a ciegas pero orgullosa.
Suelta mi camiseta y permite que me la acabe de quitar. El movimiento de mi cadera le ha dado unas alas que parecía que no tenía del todo desplegadas, porque ahora sus manos me recorren entera y se posan en mi trasero para que no deje de mover mi cadera, impulsándome él mismo. Gimo contra sus labios y contra el aire cuando baja de nuevo a mi cuello y a mis hombros. Cuando comprende que no voy a dejar de balancearme sus manos vuelven a recorrer mi espalda y esta vez se detienen en el cierre del sujetador. Esa prenda se mantiene sobre mi piel un solo suspiro más.
Su boca ahora recorre mi clavícula y la parte superior de mi pecho. Una de sus manos acaricia uno de mis pechos, lo abarca completamente con la mano, lo masajea y eleva un poco para que sobresalga del agua y así poder jugar con su boca en él. Mis jadeos se intensifican y el volcán se expande, estoy segura que el calor de mi vientre y de mi entrepierna podrían hacer hervir el agua que nos rodea. Por lo que mis manos dejan de sujetarme a sus hombros y bajo el agua buscan el botón de los pantalones de mi amigo (o ahora debería decir amante) y lo desabrochan, en otro suspiro se los bajo, y mi mano derecha acaricia por primera vez su intimidad. Larga dura y potente. Gale gime y sus dientes se clavan en mi pezón haciéndome gemir a mí también. Su ropa interior me sobra tanto como a él mi sujetador y se la bajo, dejando que acompañe a sus pantalones. Mi mano se pasea por su miembro, preparado para mí, hasta que Gale posa su mano en mi entrepierna y me acaricia. Entonces mi concentración se va al garete y solo puedo pensar en sus expertos dedos acariciándome. Me pego más a él y beso su cuello entre gemidos y jadeos. Pero dejo de atenderlo cuando esa misma mano aparta mi ropa interior y un dedo se introduce dentro de mí. Mis gemidos se intensifican cuando lo mueve, el calor se vuelve un incendio.
Gale vuelve a besarme pero yo apenas soy consciente de los movimientos de mis labios y mi lengua. Quiero protestar cuando su mano se aparta de mí pero no me da tiempo. En medio de la pasión y la lujuria que nos envuelve Gale da un tirón a mis bragas y las rompe dejándolas como un jirón enredado en una de mis piernas. Le muerdo el labio inferior cuando su hombría se frota contra mi piel más íntima. Cuando mis dientes dejan de atrapar su labio me mira a los ojos, sus ojos grises ahora casi negros hacen que contenga la respiración.
Y entonces noto la presión. Gale entra en mí y ahora todo a mi alrededor tiene sentido. Todo lo que nos une cobra un mayor sentido, y ahora estamos más unidos que nunca. Ahora solo somos uno.
Cuando su respiración golpea contra mis labios de nuevo en forma de largo suspiro yo misma empiezo a mover las caderas. Mis brazos rodean su cuello otra vez en un fuerte abrazo a la vez que sus manos se posan en mi trasero y me ayudan a moverme. Los movimientos al principio son serenos, sin prisas, robándonos leves gemidos entre besos apasionados, pero a la vez que el calor del volcán aumenta, la rapidez de mis movimientos también lo hace. El agua chapotea a nuestro alrededor y entre nosotros, nuestros cuerpos se frotan el uno contra el otro, los gemidos y jadeos hacen callar a los pájaros. Gale mueve su cuerpo buscando con avidez que nuestros cuerpos choquen, gime ni nombre, jadea al unísono conmigo. Sus labios dejan de besarme de nuevo y se tensa, noto dentro de mí como vibra, noto su calor expandiéndose. Esa sensación junto con sus movimientos, más fuertes y alocados hace que cierre los ojos y que mi volcán explote. Grito mi orgasmo sin dejar de mover mi cuerpo contra el de Gale.
Cuando abro los ojos Gale vuelve a posar sus labios sobre los míos y su lengua vuelve a recorrerme. Jadeo sonriendo y luego apoyo mi cabeza en su hombro.
Pasamos varios minutos así, pero cuando el sol desaparece del cielo tenemos que separarnos. Mis piernas están algo agarrotadas y en general estoy un poco dolorida, pero no voy a quejarme. Y más porque al recordarlo quiero repetirlo.
Gale se coloca la ropa y recoge la mía que está flotando en el agua. Me la entrega pero me resulta imposible ponérmela dentro del agua, por lo que tengo que salir desnuda, algo que hace que mis mejillas ardan. Gale sonríe y acaricia con la punta de sus dedos mis mejillas.
—Te ruborizas…— Eso hace que mis mejillas ardan aún más, ahora noto toda mi cara caliente. Él deja escapar una pequeña risita.
—No digas tonterías, Gale…—Aparto mi cara intentando disimular y me pongo el sujetador y la camiseta mientras que él no deja de mirarme— ¿qué miras?— Digo incomoda.
—Te prefiero desnuda Catnip…
—¡Gale!— Le reprendo pero ahora ya no reprime la risotada. Y yo no sé donde esconderme y más aún cuando todavía estoy desnuda de cintura para abajo.
—No te avergüences, Katniss…— Se inclina y posa sus labios sobre los míos dándome un beso tan dulce como la miel.
— Es difícil, tú me has visto desnuda…
—¿Quieres verme desnudo?— hace intención de desabrocharse los pantalones pero le freno negando— Bueno, no me has visto…Pero me has sentido, es casi lo mismo— Sonríe con su sonrisa más socarrona, esa que he visto cientos de veces con decenas de chicas.
— Vuelvo a repetir que eres un caradura, Gale…—Me pongo los pantalones rápidamente mientras que mi amigo sigue riendo— Y además, me debes unas bragas.— Le enseño el trozo de tela que hasta hace un par de horas eran mis bragas, eso le hace reír aún más, hasta que no puedo evitarlo y me hace sonreír.
—Venga Catnip…se nos hace tarde— Me da otro rápido beso y recoge nuestras capturas del día.
Atravesamos el bosque en silencio, y para cuando llegamos a la valla ya ha oscurecido completamente. Después de guardar el carcaj y el arco en el tronco de siempre, Gale me coge del brazo y me pega a él para besarme de nuevo. Mis manos rápidamente rodean su cintura y mi cuerpo quiere quedarse allí con él toda la noche, besándole, aunque mi mente sabe que tenemos que regresar a casa.
— Te veo mañana al amanecer, Catnip…—Dice lo que siempre cuando nos despedimos, pero esta vez lo susurra contra mis labios cuando deja de besarme. Su beso me ha dejado un poco abrumada así que simplemente asiento haciendo que nuestras narices choquen.
— Al amanecer…— Susurro.
Se separa de mí, cruza la valla y se dirige hacia su casa sin mirar atrás, yo me quedo allí hasta que le veo doblar la esquina sabiendo que a partir de hoy regresar al bosque tendrá un nuevo significado para nosotros.

Licor blanco

Disclaimer: The Hunger Games no me pertenece.

Oye la voz del Presidente Snow en su cabeza. "En el septuagésimo quinto aniversario, como recordatorio a los rebeldes de que incluso los más fuertes de entre ellos no pueden superar el poder del Capitolio, los tributos masculino y femenino serán cosechados de entre su existente colección de vencedores". Se despierta sobresaltada, lamentablemente no es algo que simplemente haya soñado, el recuerdo de esas palabras le golpea como una maza. Y gime. Gime de dolor. Siente como si la cabeza fuera a estallarle. Un dolor punzante, sordo. Se lleva la mano a la cabeza cerrando los ojos con fuerza. También siente la boca seca, de esparto. Y la boca del estomago en la garganta.
No tenía que haber bebido tanto licor blanco.
No ha servido para nada.
Los recuerdos desde que oyó esas palabras en el televisor de su casa hasta que se ha despertado están confusos. Recuerda que salió corriendo. Recuerda haberle comprado dos botellas de licor a Ripper. Recuerda el bosque. Y a Gale.
Algo en su vientre se contrae al recordar a su amigo y no sabe muy bien el porqué. Hunde la cabeza en la almohada y el olor que ésta desprende le hace gemir de nuevo. Se da cuenta de que no está en su casa de la Aldea. No está en su nueva cama. La almohada huele a la Veta, esa mezcla de hollín, carbón y té. Recorre la habitación con los ojos. ¿Por qué está en su antigua casa?
Se da la vuelta con cierta dificultad ya que la habitación no deja de moverse sola y es cuando le ve. Reprime el grito de sorpresa en su garganta. Y aunque está de espaldas le reconoce perfectamente. Su espeso pelo moreno, y las cicatrices de más de cuarenta latigazos en la espalda. Duerme plácidamente. Y en los labios de Katniss se dibuja una sonrisa a pesar del dolor de cabeza y su estomago revuelto.
Los recuerdos vuelven a su cabeza en forma de flashes. Empieza a recordar lo que paso el día anterior. Y esos recuerdos contraen su corazón y los músculos de su vientre.
Recuerda como se sentó en el bosque con las dos botellas de licor en las manos y las lágrimas cubriendo su rostro. Sabiendo que va a volver a la Arena. Gritó desesperadamente haciendo callar a los pájaros. Luego con manos temblorosas abrió la primera de las botellas y dio un gran trago. El licor le supo a rallos y quemó su garganta, pero dentro de ella se sentía bien. El segundo trago fue más fácil. El tercero y el cuarto entraron como si fuera agua.
Cuando dio el quinto apareció él. Su cara de preocupación se transformó. Frunció el ceño y le arrebató la botella de las manos.
— ¡Hey!— Gruñó la chica molesta— ¿Qué estás haciendo aquí, Gale?— Sentía la lengua como de trapo a causa del alcohol ingerido.
— ¿No es obvio? Te he buscado por todas partes— Se sentó a su lado y dio un largo trago de la botella, para luego carraspear un poco.— ¿Cómo puedes beber esto? Sabe peor que los guisos de Sae— Eso hizo reír a Katniss, quizás su risa estuviera alentada por el alcohol, pero aun así a Gale le gustó escucharla.
—Pensaba que me sentiría mejor… o que podría…— Suspiró— No sé, Gale…Solo quiero olvidarlo todo…
— Aún podemos irnos…— El chico posó la mano sobre el muslo de Katniss y lo apretó suavemente.— Teníamos que habernos ido antes… Tú y yo…
— No…— Katniss negó fervientemente con la cabeza, mareándose en el proceso— Si huimos, nuestras familias mueren. No es una opción. Y Peeta…
—Peeta…— Murmuró Gale apartando su mano de ella, sintiendo los celos en la boca del estomago. Algo que no pasó desapercibido a la chica.
— Es mi compañero…también puede volver a entrar en la arena…— Le arrebató la botella y volvió a beber, no quería pensar en Peeta teniendo a Gale tan cerca.
— Haymitch también podría entrar y a él ni lo has mentado.— Gale lo espetó apretando los puños y apartando la vista de ella.
—Gale…— Susurró Katniss sin saber muy bien qué decir. El alcohol había embotado su cabeza, no podía pensar con claridad, no podía darle una escusa. Ni si quiera sabía si había una escusa. Quería mantener a Peeta con vida. Eso era un hecho. Pero no quería decepcionar a Gale. Ni perderle.— No es lo que piensas…— Susurró por fin.
— No sabes lo que pienso— El chico cogió la botella que estaba sin empezar, la abrió y bebió de ella.
— Estas celoso.— La voz de Katniss sonó tan firme que sorprendió a un Gale que estaba empezando a notar los efectos del licor.
— Sí. Lo estoy.
La confirmación tomó por sorpresa a una borracha Katniss, y no supo qué decirle. Quería gritarle que no tenía que estar celoso. Que ella no piensa en Peeta de la misma forma que piensa en él. Pero su cabeza no encontraba las palabras adecuadas. Por lo que solo podía hacer una cosa para demostrarle que no tenía de que preocuparse por lo que sentía por el otro tributo.
Se inclinó sobre el chico y le besó. Simplemente posando sus labios sobre los del chico. Un beso que hizo que algo dentro de ella hormiguera. Que miles de mariposas revolotearan en su estomago. Algo que nunca había sentido. Sonrió contra los labios del chico cuando éste le devolvió el beso, entreabriéndolos y dejando paso a su lengua que acarició sus propios labios. Katniss imitó el gesto de su amigo y sus lenguas se juntaron en un beso lento y suave con sabor a licor amargo.
Pero el beso duro poco, demasiado poco a ojos de Gale. Acabó cuando una fría lluvia empezó a caer sobre ellos. Katniss se separó rápidamente y al ver la cara de su compañero no pudo evitar reír. Rió con fuerza, algo que nunca hacía y Gale supo que había bebido demasiado.
— Creo que es hora de irnos— El chico se levantó tambaleándose levemente y tiro del brazo de ella para ayudarla a levantarse. Katniss sintió sus piernas como si fueran gelatina, los arboles le dieron vueltas y tuvo que sujetarse a su amigo para no caerse.
— No quiero ir a casa Gale…— Se abrazo a su cuello y sus labios se posaron en el cuello del chico haciéndole estremecer, mientras que su entrepierna empezaba a cobrar vida por culpa de esos suaves besos.
— Catnip…—Le costó conseguir separarla de él, su cuerpo adolescente se resistía.— Deja de hacer eso…
— Está bien…— Apartó las gotas de lluvia de sus ojos, aunque no sirvió de mucho ya que pronto fueron sustituidas.— Pero hablo en serio, prefiero quedarme aquí bajo la lluvia que volver a casa…No quiero estar con nadie más que contigo…— Gale sonrió a su amiga por esa confesión y acarició su mejilla suavemente, solo rozándola con la yema de los dedos.
— Sé de un lugar donde estaremos bien…
Volvió a coger su mano y a tirar de ella. Aunque ella volvió a soltarse, pero solo durante un segundo, lo suficiente para recoger las botellas de licor. Luego ella misma tomó la mano del chico y se dejo guiar entre traspiés absurdos.
Cuando atravesaron la valla ambos estaban completamente empapados y tiritando por el frío. Katniss supo inmediatamente donde la llevaba. A su casa. Pero no a la de la Aldea de los vencedores, si no a su casa de la Veta. A su verdadera casa.
La puerta se abrió con un simple empujón por parte del chico y los olores y los recuerdos golpearon con fuerza a Katniss. Todo se arremolinó en su cabeza y tuvo que reprimir las ganas de salir corriendo de allí. Pero Gale la obligó a entrar, y cuando cerró la puerta, él mismo tiro de la cazadora de la chica para que se la quitara. Llovía tanto que incluso la ropa de debajo estaba mojada.
— Estás empapada…
— Tú también…— Le imitó y fue ella quien le quitó su abrigo, acariciando sus brazos en el proceso, la sensación que le daba el alcohol le gustaba. Se sentía más atrevida. Más desinhibida. Gale cerró los ojos un segundo, disfrutando de la caricia, intentando reprimirse, esa Katniss le empezaba a volver loco.
— Voy a ver si aún hay leña y carbón para encender la chimenea.—
Katniss asintió perdiéndose en la forma que tenia de mover los labios. Cuando su amigo se dio la vuelta para comprobar lo que había dicho dio otro trago de la botella que casi estaba vacía. No quería volver a la realidad. Le asustaba.
Gale consiguió encender la chimenea en unos pocos minutos. Katniss se acerco inmediatamente sin soltar la botella, algo que no le gustó a Gale pero no dijo nada. Pasaron varios minutos en silencio, calentándose con el hipnótico fuego.
— Así no vamos a entrar en calor nunca…—Murmuró Katniss y ante los sorprendidos ojos de Gale se quito la camiseta, quedándose simplemente vestida con el sujetador.
No era como si nunca la hubiera visto así, solo en ropa interior. Muchas veces pescando ambos habían estado semidesnudos. Pero aquello era completamente diferente. Katniss iluminada por aquella suave luz, desinhibida por el alcohol, después de haberle besado. Cuando la chica se dio cuenta de su mirada le sonrió. Esa sonrisa que a Gale le hacía vibrar por dentro. Y aunque sabía que no debería hacerlo, acortó la distancia entre los dos y tomando su cara entre sus manos la besó dulcemente, buscando su lengua casi inmediatamente. Katniss no dudó en dejarse invadir por esa lengua experta que recorría su boca y jugaba con su lengua como si fuera el último día de sus vidas. Y quizás no fuera el ultimo día, al menos aún no, pero podría ser el único día en el que podría disfrutar de Gale.
— No debería hacer esto…— Susurro el chico jadeante cuando el apasionado beso acabó.
— ¿Por qué?— la respiración de Katniss no estaba en mejores condiciones.
— Porque estas borracha…— Depositó un suave beso en sus labios y apoyó la frente en la de ella— No quiero aprovecharme de ti…—Esa respuesta hizo reír suavemente a la chica.
— ¿Aprovecharte de mí?— Susurro acariciando su pelo enredando sus dedos en él— Hazlo…quiero que te aproveches de mí.—Dijo con cierto deje de ironía— Te necesito Gale…hoy te necesito aquí conmigo…— Cuando las lágrimas empezaron a salir de sus ojos el chico supo que no podía ni quería negarse.
Su boca chocó contra la de la chica para apoderarse de ella y besarla como nunca lo había hecho hasta ahora. Haciendo que dentro de Katniss el hambre hiciera acto de presencia. El beso era duro y demandante. La lengua del chico recorrió toda la boca de ella sin ningún miramiento, luchó contra su propia lengua y luego recorrió sus labios, lamiéndolos. A continuación bajó por la línea de su mandíbula hasta su cuello. Lo lamió y repartió cientos de leves mordiscos aquí y allá haciéndola jadear mientras que se aferraba a sus hombros.
El calor que empezaba a sentir en su cuerpo hizo que Katniss dejara de tiritar casi inmediatamente. Ese calor era mucho mejor que el que proporcionaba la chimenea. Empezaba en su bajo vientre y recorría cada uno de sus músculos. Hasta la punta de los dedos. Unos dedos que no quisieron estarse quietos y pronto volaron hasta los botones de la húmeda camisa de Gale. Nerviosa y con la cabeza embotada por las sensaciones que le proporcionaba esos suaves labios empezó a desabrochar la camisa de su amigo. Uno a uno los botones se fueron abriendo, demasiado despacio para su gusto. Cuando el último botón fue desabrochado Gale aparto los labios de su cuello y la miró intensamente. Sus ojos estaban oscurecidos por el deseo, un deseo que se incrementó cuando Katniss pasó sus manos por su pecho, acariciándolo dirigiéndolas a sus hombros para hacer descender la camisa por sus brazos y dejarla caer al suelo.
Una sonrisa bobalicona iluminó la cara de la chica al conocer el efecto que sus manos tenían en el chico. Pero quería más, quería hacerle sentir más, por lo que éstas descendieron de nuevo por su pecho dirigiéndose hacia esa línea de vello oscuro que partía desde el ombligo del chico y se perdía debajo de los pantalones. Cuando su mano derecha tocó ese suave vello, Gale volvió a atacar los labios de Katniss en un nuevo beso arrebatador. Devorando su boca.
Las manos de Gale no podían estar quietas así que rápidamente se dirigieron a las dos pequeñas montañas que coronaban el torso de la chica. Cuando las rodearon Katniss emitió un suave pero intenso gemido. Un gemido que a Gale le supo a poco por lo que apretó uno de sus pechos, masajeándolos para que la chica gimiera aun más. Y lo hizo, Katniss gimió como nunca hasta ese momento y arqueó la espalda. Ofreciéndose a Gale, que dejó de besarla para centrar su boca en sus hombros, la línea de su clavícula, su escote y por fin, besar sus pechos por encima de la ropa interior.
Sus labios recorrieron toda la prenda, luego dejaron paso a sus dientes, unos dientes que Katniss sentía sobre su piel, aunque esa sensación le sabia a poco, sus pezones endurecidos querían sentir los labios de Gale sin ninguna barrera de tela. Como oyendo sus deseos Gale retiró hacia abajo las copas del sujetador, descubriendo los pechos de la chica. Gimió al verlos, para él eran perfectos, sobre todo porque marcaban su excitación. Rodeó uno de los pezones con la boca y tironeó un poco. Haciéndola gemir al instante.
— Gale…
La chica enredo sus dedos en el pelo de él y le pegó más a ella. Gale aprovecho para jugar con su boca sobre los excitados pezones de Katniss. Se deshizo completamente del sujetador y los lamió besó y mordió a la vez que sus manos los acariciaban, los masajeaban y los pellizcaban, cuando uno era atendido por su boca el otro lo era por sus manos.
Katniss no supo como habían acabado tumbados, pero ella ahora estaba sobre la polvorienta alfombra retorciéndose de placer, sintiendo fuego entre las piernas mientras que Gale jugaba con ella a su antojo. Cuando volvió a besar sus labios sus entrepiernas se rozaron por primera vez, Katniss pudo notar levemente esa masculinidad, y lejos de asustarse, quizás impulsada por el alcohol pegó aún más la cadera a la de él para sentirle completamente. Eso hizo gemir a Gale más alto por primera vez.
Katniss sonrió y movió un poco más la cadera para hacerle gemir de nuevo mientras que ahora era ella quien hundía la cara en la curvatura del cuello del chico y empezaba a besar y lamer esa sensible zona. La excitación de Gale creció, así como su deseo de tener a Katniss completamente desnuda para él. Por lo que sus manos se dirigieron al botón de los pantalones de su amiga, lo desabrocharon y tiraron de ellos hacia abajo.
Sonrió abiertamente cuando vio las braguitas rosa palo de la chica húmedas por la excitación. Unas bragas que duraron poco sobre su cuerpo. Cogiéndolas de los bordes Gale tiró también de ellas. Ahora sí que era feliz.
En ese momento un cierto pudor invadió a la chica e intentó juntar sus piernas, intentó que su intimidad no quedara tan expuesta. Un intento que fue en vano ya que Gale se colocó entre ellas, dejándolas separadas y dejándole a él mismo una magnifica vista de la sobrexcitada intimidad de Katniss.
— ¿Estás bien?— Se inclinó y atrapó el labio inferior de la chica mordiéndolo a la vez que su mano derecha se paseaba por el interior su muslo. Ella gimió asintiendo y movió la cadera instintivamente buscando un mayor contacto con esa mano.—Podemos parar en cualquier momento…
— No…— La propia Katniss cogió la mano que Gale tenía sobre su muslo y la posó sobre su intimidad a la vez que volvía a arquear la espalda.
Gale tomó la invitación y sus dedos empezaron a recorrer la intimidad de la chica. Pasaron por sus suaves pliegues y se enredaron en su clítoris que no dudaron en acariciar con suavidad. Katniss buscó la boca de Gale y entre gemidos ahogados y extasiados le besó, un beso en la que la dominante fue ella, en la que fue ella quien recorrió la boca del chico y reclamo su lengua mientras que sus caderas se movían al compás de los dedos de él.
No tardó mucho en comprender que necesitaba más que sus dedos, así que sus manos abandonaron los hombros arañados del chico y bajaron a desabrochar sus pantalones. Cuando lo hizo tiró de ellos como pudo hacia abajo arrastrando en el proceso la ropa interior. La erección del Gale chocó contra su vientre, algo que les hizo gemir aún más a ambos.
Katniss la sintió grande, poderosa, dura. Y sintió cierto miedo, no pudo evitarlo, recordaba algunos resquicios de conversaciones en el patio del colegio sobre el dolor o lo desagradable de la primera vez. Pero ese miedo no evitó que su mano derecha rodeara el miembro de Gale y empezara una intensa caricia que hizo gruñir al chico de placer. La mano de Katniss se movió a la velocidad justa, con la presión exacta, mientras que los dedos de él recorrían los pliegues de Katniss, y se introducían en ella.
Ambos gemían, se besaban, se lamian, se mordían. Las caricias entre los dos se intensificaron, sus manos ya no eran sus manos, solo unos instrumentos para darles placer, un placer que estaba a punto de explotar entre los dos, pero Gale no quería eso. Ni Katniss tampoco.
Fue ella la primera que dejo de acariciarle y posó sus manos en las caderas del chico. Fue ella quien le rodeó con las piernas y dejó que sus intimidades se rozaran. Gale la miro a los ojos. Lo que vio en ellos solo fue lujuria y deseo, deseo por su cuerpo, por él.
Sin apartar los ojos de los de ella hizo un movimiento de cadera. Suave, tremendamente lento. Pero a la vez contundente. Y entró en ella.
El intenso gemido resonó en las paredes de toda la pequeña casa. Los pulmones de Katniss había soltado todo el aire que estaban conteniendo. La intrusión era extraña, con un eco de dolor, pero también era placentera. Muy placentera. Su cuerpo tardó dos segundos en reaccionar. Su cadera se movió bajo la de Gale que permanecía quieto mirándola aún. Volvió a besarle con toda la pasión que era capaz, y entonces él se movió. Salió casi al completo de ella y volvió a arremeter un poco más fuerte que la primera vez.
Gimieron.
Las caderas de Gale empezaron a moverse más deprisa, encontrándose con las de Katniss una y otra vez, cada vez más rápido, más fuerte. La chica se dejo llevar por las sensaciones y clavó las uñas en los hombros de Gale mientras que sus piernas rodearon las caderas del chico, eso hizo que la penetración tomara un nuevo ángulo. Que sus pubis se rozaran más. Katniss clavó los talones en el trasero del chico y movió su cadera al compás de las de Gale. Los gemidos y gritos llenaron la habitación al igual que el sonido de sus cuerpos chocando.
El calor en el vientre de Katniss se podía calificar ya como un incendio. Todo su cuerpo estaba en llamas. Sentía el calor hasta en las puntas de su pelo. Cuando el incendio explotó gritó de placer quedando abrumada, tan abrumada que apenas sintió las últimas embestidas de Gale y su intensa y larga liberación en su interior.
El beso que vino después fue lento, entre jadeos. Sólo sus lenguas acariciándose, sólo un simple roce.
Gale se dejo caer sobre Katniss y allí permaneció varios minutos mientras que ella acariciaba las cicatrices de su espalda con los ojos cerrados y la respiración aun acelerada.
Katniss vuelve al presente y siente como su respiración está entrecortada y hay cierta humedad entre sus muslos por culpa de esos recuerdos. No recuerda cómo llegó a la cama, por lo que supone que se durmió y fue Gale quien la llevó y la arropó.
Sus dedos hormiguean por tocarle la espalda, no lo piensa mucho y lo hace. Acaricia suavemente todas y cada unas de esas cicatrices sonrosadas, con miedo de que aún puedan dolerle, ya que no ha pasado demasiado tiempo. También acaricia sus hombros. Ahí donde las cicatrices son recientes, de sus uñas. Eso hace que su vientre se contraiga.
Cuando el chico se mueve aparta la mano rápidamente.
Gale se da la vuelta somnoliento y reprimiendo un bostezo, sonríe levemente al encontrarse con los ojos grises de su amiga.
– Hey, Catnip…
—Hey, Gale…— Susurra Katniss de vuelta sonrojándose levemente.
—¿Cómo te encuentras?— Katniss se lo piensa un momento, ya que los sentimientos se arremolinan en su cabeza y no sabe muy bien que contestar.
—Me duele la cabeza…
— A eso se le llama resaca.
—No creía haber bebido tanto.
— Te dije que lo dejaras…que no bebieras tanto…
— No me des un sermón, Gale…Recuerdo lo que me dijiste, pero tú también bebiste.
— No iba a dejar que te bebieras tu sola ese par de botellas…— Le aparta suavemente el pelo de la cara, colocándoselo detrás de la oreja, haciéndola estremecer.
— Claro… Pero no llegaste a emborracharte…¿no?
— Eso suena a reproche…— Murmura el chico incorporándose de la cama, temiendo que la chica esté arrepentida de lo que pasó el día anterior.— Voy a buscar algo para ese dolor de cabeza, seguro que tu madre aún tiene algo por aquí.
Se levanta de la cama antes de que Katniss pueda decir nada, y sale de la habitación con solo su ropa interior puesta. Katniss quiere gritarle, pero las palabras se le atascan en la garganta. No sabría que decirle. Se interroga a sí misma y las conclusiones que sacan le asustan. No está arrepentida, pero sabe que si no hubiera sido por el alcohol nada de lo de ayer habría ocurrido. No se puede permitir ese tipo de relación cuando sabe que en unos meses todo acabará. No puede pensar en Gale como ahora piensa en él. Quien debería ocupar sus sentimientos, quien debería provocarle mariposas en el estomago es Peeta. Porque ante el país entero es así y Gale solo es su primo.
Tan absorta está en sus pensamientos que no se da cuenta que Gale ha regresado con una humeante taza hasta que no nota el peso extra en la cama. Le mira aturdida e intenta sonreír un poco aunque solo consigue que en su cara se forme una mueca extraña que el chico no sabe interpretar.
— ¿Puedes incorporarte?
— Sí, no estoy tan mal…— Katniss lo hace cubriéndose el pecho desnudo con las sábanas. Y aunque la habitación se tambalea un poco se apoya en el cabecero de la cama.
— Tómate esto…— Katniss coge la taza entre sus manos, huele a manzanilla y lavanda, cuando le da un sorbo a su estomago le sienta extrañamente bien.
— Gracias, Gale…
Permanecen varios minutos en un silencio ciertamente incomodo. Katniss no aparta la mirada de la taza mientras que poco a poco bebe su contenido y Gale no aparta la mirada de ella. Sabe perfectamente que tienen que hablar de lo que ha pasado, de sus sentimientos, de lo que pasará en un futuro.
Katniss deja la taza en la mesita de noche sin mirarle y se pasa las manos por el pelo, su trenza está prácticamente deshecha así que se la deshace del todo. Tiene el pelo más largo que nunca y eso a Gale le gusta.
— Gale…— Se muerde el interior de la mejilla y luego el labio.
— Ayer no pasó nada– el chico la corta.
— ¿qué? Recuerdo todo, no estaba tan ebria.
— Lo sé, pero podemos olvidarlo, seguir como siempre…somos amigos. No quiero que perdamos eso.
— Pero yo no quiero olvidarlo…— de nuevo sus ojos se encuentran, gris contra gris— No, definitivamente no quiero olvidarlo— La sombra del rubor acude a las mejillas de Katniss como ya es natural en ella al pensar en ciertas cosas.
—¿Pero…?— Gale sabe que hay un "pero", con Katniss siempre hay "peros".
— Pero voy a volver a la Arena…Y no voy a salir viva de ahí.— La intensidad y la determinación de la mirada de Katniss asustan a Gale.
— Ya saliste una vez…puedes volver a salir— le coge la cara con las manos acariciándole las mejillas con los pulgares— Tienes que salir…
Ella niega con la cabeza, notando como los ojos le escuecen por las inminentes lágrimas. El dolor de cabeza se ha ido al final de todas sus preocupaciones, sus ojos que estaban fijos en los de su amigo descienden hasta sus labios, levemente hinchados aún y sin esperar más le besa.
Es algo que lleva queriendo hacer desde que despertó.
Y ahora que no hay alcohol de por medio los besos de Gale saben diferente. Saben a bosque y cuando sus lenguas se acarician saben a pasión. El beso que al principio era para acallar a Gale se convierte en una lucha encarnizada de lenguas y labios. Las manos del chico descienden por el cuerpo de ella apartando las sábanas en su tortuoso camino. Se aferran a la cintura de ella. Mientras que las manos de ella se enredan en los morenos mechones de su pelo.
Ambos gimen cuando el pecho de la chica se pega al torso de Gale.
La pasión se desata. El calor vuelve como un volcán a sus vientres. Katniss ahora lo siente mejor y no sabe como la pasada noche no se derritió ante semejantes sensaciones. Se impulsa un poco y obliga a Gale a recostarse en la cama. Se coloca a horcajadas sobre él mientras que se miran a los ojos.
Pero el instante en el que los labios de Katniss no están conectados a la piel de Gale dura solo eso, un instante, un segundo. Rápidamente sus labios hinchados bajan a recorrer la línea de la mandíbula del chico, besa y lame hasta llegar al cuello donde muerde cuando un muy ansioso Gale levanta la cadera y sus entrepiernas conectan a través de la tela de su ropa interior.
Katniss gime contra su cuello cuando él coloca las manos en su trasero y apretándola hace que se frote contra la tela. Ambos vuelven a gemir y Katniss comienza un lento movimiento de cadera que puede llevar a Gale a la locura.
Los labios de la chica vuelven a apoderarse de los de Gale cuando sus manos levemente temblorosas bajan la tela que los separa. Y es Gale quien acaba quitándose los calzoncillos a patadas sin abandonar los labios de Katniss.
Se muerden y se lamen mientras que vuelven a sentirse piel contra piel. Un solo segundo de respiraciones contenidas basta para que Katniss se posicione y deje que Gale entre en ella. El gemido intenso llena la habitación de nuevo. Katniss piensa que no hay nada mejor en el mundo que sentir así a Gale. Que formar un solo cuerpo con él.
Su cadera empieza un movimiento inseguro acompañado con los gemidos y gruñidos de ambos. Pero pronto toma un ritmo rápido impulsada por esos propios gemidos. Gale acaricia su espalda y su pelo, la abraza clavando sus dedos en ella. Gime a su oído y contra su cuello cuando la muerde en él. Se incorpora sin romper el fuerte abrazo, se mueve, su cadera lleva ahora el ritmo.
Rápido, duro, fuerte, demoledor.
Katniss grita y muerde el hombro de Gale cuando la explosión recorre su cuerpo, grita su nombre, le pega más a ella, mueve sus caderas frenéticamente lo que hace que la liberación del chico llegue también. Gale marca a Katniss con los dientes en un grito ahogado de placer.
Después la calma de nuevo les envuelve. Jadeos y respiraciones aceleradas. Caricias suaves sobre la espalda y el pelo. Besos que solo son labios rozándose con suavidad mientras que sus alientos se mezclan.
Katniss aún siente a Gale dentro y gime cuando él se mueve para tumbarse. Hunde la cabeza en la curva de su cuello y le besa. Recorre su cuello con cientos de besos, besos impacientes. No le importaría quedarse ahí con él así para siempre y olvidarlo todo.
— ¿Estás bien?
— Mejor que bien…— Susurra contra su cuello, sin mirarle para que no note la mentira a medias.
— Sigues sin saber mentir, Catnip…— La obliga a incorporarse para que le mire, y ella siente como su entrepierna aún se contrae.
— Con esto estoy bien…más que bien, Gale…— Posa sus labios sobre los de él en un rápido beso— me preocupa lo que hay fuera.
— Katniss…— Los ojos de Gale reflejan dolor, cierta desesperación, algo a lo que Katniss no está acostumbrada.— Prométeme que lucharas…por favor…prométemelo…—La chica suspira pesadamente.
— Te lo prometo…
Sabe que no puede hacer otra cosa. Que su corazón decide por ella. Algo que pensó que nunca le ocurriría. Porque Katniss no es de las que se dejan llevar por los sentimientos. Pero está decidida. Vivirá para no dañar a Gale, o al menos lo intentará. Y esa promesa es casi más importante que la que le hizo a su hermana la primera vez que entro en los Juegos. Porque sabe que esa promesa es una promesa de amor.

Mariposas en el estómago.

Disclaimer: The Hunger Games no me pertenece, eso ya lo sabéis ;)

Nota del autor: primer fic del Amigo literario Ronda II, regalo para Sadder. than. Silence. Es el primer fic que he escrito en tercera persona. Espero no decepcionar. Reconozco que estoy un poco nerviosa/ansiosa por saber qué te parece, y qué le parece al resto.

Está nerviosa. La primera vez que fue a verle no salió bien, han pasado varios días desde entonces y no ha podido dejar de pensar en él, ahí atado, gritando, sin ningún rastro de la bondad y la dulzura que la tienen enamorada. Porque Delly Cartwright está enamorada del ganador de los septuagésimo cuartos Juegos del Hambre desde que tiene uso de razón.
Pero él nunca se fijó en ella, lo sabe perfectamente. Y lo ha llegado a aceptar. Él estaba (y está) loco por Katniss y no entendió que veía en ella hasta que la vio en los Juegos. Pero aun así, aunque su corazón nunca sea de ella quiere ayudarle, quiere que esté bien y que él sea feliz.
Y por eso se traga su miedo y va a llevarle el desayuno. Se asoma por el cristal polarizado y le ve allí tumbado, indefenso, con esas correas rodeando sus brazos. Se le estruja el corazón hasta tal punto que duele. Se muerde el interior de la mejilla y entra.
Peeta no se mueve, se acerca a él y comprueba que está dormido. Su respiración está tranquila y su expresión guarda algo de aquel chico que conocía en el 12. Sonríe para sí misma aunque tiene miedo de despertarle. Deja la bandeja con la leche y los panecillos en la mesita y se sienta a su lado.
Le observa durante varios minutos hasta que nota que sus ojos empiezan a abrirse, se vuelve a poner nerviosa cuando la mira, un montón de mariposas revolotean en su estómago. Peeta reprime un bostezo y la escudriña con la mirada, se alegra de que esté allí. Le gusta estar con Delly. Le trae buenos recuerdos.
— Delly…
— Buenos días…— Susurra aunque la chica empieza a asustarse, no quiere que le grite de nuevo. Pero cuando Peeta sonríe ella le devuelve la sonrisa con sus mejillas sonrojadas.
— Creía que no volverías a venir…— Sonríe un poco más, pero cuando se intenta incorporar recuerda las correas que le tienen anclado a la cama y gruñe— Perdona que no me levante…— intenta bromear con su estado de inmovilidad.
— Oh…no…no importa Peeta…— La rubia toca un botón en el cabecero de la cama y esta se incorpora, dejando a Peeta sentado.— ¿tienes hambre? Te he traído el desayuno…
— Sí, pero no puedes soltarme…
— Lo sé, me han dicho que tendré que dártelo…—Murmura la chica, notando aumentar el color de sus mejillas— Si a ti no te importa— Dice rápidamente.
— No me importa, estoy hambriento…
La chica asiente y recoge la bandeja, se la coloca en las rodillas y procede a partir los bollitos y untar después la mermelada de fresas. Luego le acerca el primer trozo a la boca. Peeta se siente extraño, como si fuera un bebe. Pero prefiere que sea Delly quien le ayude a que lo haga otra persona, ella realiza movimientos suaves y espera a que acabe de masticar, el chico que normalmente le da la comida prácticamente le hace engullirla. Delly es la persona más amable y buena que conoce, siempre está sonriendo. Incluso ahora en esa situación sus labios están curvados hacia arriba.
Peeta come despacio, mastica sin prisa alguna. Disfrutando de la silenciosa compañía de Delly. Pero los panecillos se acaban muy rápido. Y se bebe el cuenco de leche en un suspiro. Delly deja la bandeja sobre la mesita de noche y sacude las pocas migas que han caído sobre el pecho de Peeta. Le toca de manera inconsciente, pero cuando se da cuenta de lo que está haciendo aparta la mirada.
— Siento lo del otro día…
— No importa Peeta, todo esto es muy difícil, no puedo imaginar lo difícil que tiene que ser para ti.
— Lo es, un poco…
Reconoce el chico. Ahora está demasiado confundido y demasiado furioso a partes iguales, aunque no con Delly. Y se alegra de que Delly quiera pasar tiempo con él. Le gusta recordar cosas de cuando eran pequeños. Los adoquines pintados con tiza son una de esas cosas. Recuerda las flores, todas las lilas, las violetas, las azucenas y margaritas pintarrajeadas. Como Delly con sus rechonchas manos intentaba imitar los colores y las formas que él creaba.
Él no quiere que se vaya, así que empieza a hablar de aquellos días. De su vida feliz siendo hijos de comerciantes. Cuando aún no tenían que pasar por el mal trago de la Cosecha. Las tizas de colores, el escondite, la rayuela…
Las horas pasan volando, ninguno se da cuenta del tiempo que pasan juntos. Hablan y de alguna forma se divierten. Peeta se relaja, ella le da paz, seguridad. Sobre todo cuando su voz deja de temblar y vuelve a la voz algo aguda de la Delly que siempre ha conocido.
El único problema que tienen es que Delly tiene un horario marcado en su antebrazo que cumplir. Y ella es muy responsable. No puede decepcionar a nadie, por lo que decide marcharse para llegar a tiempo a sus obligaciones "11.30 pm: Cocina". Promete volver al día siguiente. Se despide con un apretón en la mano y se va.
Peeta se pasa un tiempo mirando a la puerta, sintiendo que la tristeza empieza a invadirle. Pero sabe que Delly cumplirá su promesa. Porque ella siempre las cumple.
Y con una puntualidad extrema a las siete y media de la mañana al día siguiente ella está allí. Se ha pasado el día anterior pensando en él, en sus sonrisas y en las rozaduras de sus brazos a causa de las correas. Le da mucha pena verle así. Y aunque piensa que podría haber sido peor, el sentimiento de odio que se genera en ella al pensar en quienes le hicieron eso le asusta. Porque ella nunca ha sentido odio, es una sensación tan nueva que no sabe cómo explicarla.
Entra en la sala y Peeta ya está despierto, lleva esperándola casi una hora, no porque tenga hambre, si no para verla. Para hablar con ella.
El mismo procedimiento del día anterior se repite. Bollos con mermelada y después la leche. Hablan de su vida, de sus juegos de niños. Las sonrisas de Peeta enamoran más a Delly, las de Delly dan paz a Peeta.
Los días pasan y la rutina se mantiene. Incluso a veces Delly repeina a Peeta. Algo que le hace inmensamente feliz porque puede tocarle. Poco a poco Peeta avanza en su terapia, empieza a distinguir la realidad de los recuerdos ficticios.
Pasan un par de semanas más y Peeta es desatado. Delly se emociona tanto cuando entra y le ve sin correas que a sus ojos acuden pequeñas lágrimas que están a punto de desbordar cuando en un impulso le abraza. Y aunque ese acto impresiona a Peeta, él envuelve sus brazos alrededor de ella. Dándose por primera vez cuenta de que ya no hay rastro de la chica regordeta del 12. Delly ha perdido peso, si que se había fijado en que su cara no era tan redonda, pero ahora rodeando su cintura eso es más palpable.
Se aparta de ella intentando controlarse. Nota la furia surgiendo en su pecho. Porque que Delly esté así es porque el 12 ha desaparecido. Por los racionamientos en la comida del 13, por el estrés de perder a sus padres. Aprieta los puños y cierra los ojos con fuerza. Gruñe intentando que los recuerdos falsos se alejen. "No es culpa de Katniss" se repite a sí mismo, aunque en su mente lo ve, las imágenes brillantes acuden a su memoria.
Delly se asusta, por unos segundos se le pasa por la mente que Peeta pueda hacerle daño. Mira hacia el cristal polarizado y luego hacia la puerta. Quiere salir de ahí, lo quiere con todas sus fuerzas. Pero el impulso de ayudar a Peeta es mayor. A unos pasos de él empieza a susurrar su nombre, a repetirle que todo está bien, que nada de lo que piensa es real.
Armándose de valor coloca sus manos sobre la cara de Peeta, sigue susurrando palabras de apoyo, tiernas y dulces. Peeta siente el calor de las manos de Delly, extrañamente reconfortadoras, extrañamente perturbadoras. Abre los ojos y la mira. Ella ve sus pupilas completamente dilatadas y eso le asusta aún más pero no se aparta. Peeta vuelve a cerrar los ojos, disipa los recuerdos brillantes y piensa en la forma de las caderas de Delly, en su ahora estrecha cintura siendo rodeada por sus brazos. Eso le gusta. Cuando vuelve a abrir los ojos sus pupilas tienen el tamaño normal. Su ceño se frunce. Pero Delly sabe que todo ha pasado que ha conseguido controlarse y eso le alegra. Le alegra tanto que ya no reprime el par de lágrimas que le pedían salir.
— Has podido controlarlo…— No puede creérselo, eso quiere decir que Peeta poco a poco podrá volver a ser el Peeta de siempre.
— No lo habría conseguido sin tu ayuda…— Eso es un hecho. Si Delly hubiera salido de la habitación los recuerdos brillantes habrían podido con él.
— Pero también lo he provocado yo— Susurra Delly apenada, sintiéndose tan mal, que ahora las lágrimas empiezan a ser de amargura.
— No…Delly, no llores…solo es que he dado cuenta de algo…sobre ti.
— ¿sobre mí? ¿El qué?
— Has perdido peso, mucho…— Eso hace que ha Delly le suban los colores a la cara. Nunca fue una chica atlética, nunca consiguió correr más que nadie. Prefería comerse un muffin hecho por Peeta que correr al pilla-pilla. Podía permitírselo, y por eso siempre fue envidiada en el colegio, por sus kilos de más, aunque en silencio ella envidiaba a aquellas niñas que jugaban sin cansarse.
— Ah…si…en el 13 todo es muy diferente…— Intenta arreglar su ropa, ese uniforme que casi parece un pijama y que a Peeta no le gusta nada.
— Estas muy guapa, Delly— Susurra Peeta, ella le mira con la sorpresa reflejada en el rostro, sin creer lo que acaba de oír— Eso…— Peeta se poner nervioso ante su cara, quería hacer un cumplido y no le ha salido tan bien como esperaba— eso no quiere decir que antes no lo fueras, eres una chica preciosa, siempre los has sido…
Para la chica escuchar esas palabras es como tocar el cielo con los dedos y volver a bajar. Se siente pletórica al saber que Peeta piensa que "ella siempre fue guapa". Sonríe tontamente, sintiendo la vergüenza en cada poro de su piel. Intentando disimularla le ofrece el desayuno a Peeta. Que lo acepta encantado.
Ahora que él puede comer solo Delly tiene miedo de que dejen de permitirla venir a verle. Peeta también tiene miedo de dejar de ver a la chica que le saca una sonrisa día a día. Por suerte para ambos las cosas no son así. Los médicos que atienden a Peeta usan a Delly como una especie de medicina alternativa. Ella consigue lo que las drogas y las sesiones del psiquiatra no. Cuando Delly está cerca de Peeta el se calma, vuelve a ser casi el mismo Peeta de siempre. Por lo que colocan a la chica casi como si fuera una sombra de él.
Cuando empiezan a permitirle salir en su brazo está tatuado el mismo horario que en el de Delly. Incluso la hora de aseo es la misma. Solo se separan en ese momento y para dormir.
Día tras día comparten tareas. Pelan patatas, cosen uniformes, friegan platos. También comparten las comidas, momento en el que se unen con el resto de sus conocidos. Peeta ve a Katniss, y para él supone un gran reto mirar su cara. En ese momento ya sabe distinguir los recuerdos verdaderos de los falsos. Pero el amor que recuerda no es el mismo que siente ahora al mirarla. El corazón no le late tan fuerte, ni se le seca la boca, las manos ya no le sudan. Y se siente extraño. De manera habitual tiene que preguntarle a Delly si sus recuerdos son reales. Asique un día de esos cuando él y la joven rubia se dirigen a las duchas se lo pregunta.
— Yo amo a Katniss. ¿Real o no real?— A Delly esa pregunta le duele más que una puñalada, pero debe de decir la verdad, por mucho que duela.
— Real. Muy Real— Recalca ella.
— Yo…no lo siento…no siento amor por ella, recuerdo lo que sentía, ahora no es lo mismo— Eso apena a Delly, aunque debería alegrarse ya que el chico de sus sueños ya no está enamorado. Pero sabe que es por el "secuestro" en el Capitolio. Que el no-amor de Peeta no es real.
— Volverás a sentirlo cuando estés completamente recuperado— Le coge la mano y se la aprieta. En un gesto tan característico de ella que él siente que eso significa lo mismo que si gritara a pleno pulmón un "voy a estar contigo y ayudarte". Él gira la mano y se la aprieta a ella. Sus manos se funden como si se tratara de una sola. Sus dedos se entrelazan. Ese gesto tan cercano hace que el corazón de Peeta se acelere sin ningún sentido, mientras que el de Delly ya está desbocado desde hace tiempo.
Pero como siempre no dice nada. Camina agarrada de la mano de Peeta hasta los baños. Y allí tiene que soltarla, algo que le entristece, aunque vayan a volver a verse en unos minutos. Ambos siente un pequeño vacío. Pero continúan con su camino y cada uno se dirige a su sitio. Ella a las duchas de mujeres y el a las de hombres.
Peeta se ducha rápidamente. En pocos minutos ya está vestido y espera a Delly a la puerta de las duchas, no se ha secado el pelo lo suficientemente bien y pequeñas gotas caen sobre su camiseta, algo que no le importa lo más mínimo.
Cuando se abre la puerta y cree que va a ver aparecer la melena rubia de su amiga, ve a la persona que menos se esperaba. Johanna Mason sale de las duchas, aunque su corto cabello en punta está completamente seco. No puede evitar fijarse en ello, por una extraña razón sabe el problema que tiene con el agua.
— Solo disimulo, no quiero que me vuelvan a encerrar— Dice ella rápidamente, excusándose con él. Peeta no entiende porque lo hace— Aunque de los dos creo que el que va mejorando eres tú ¿no?— le mira de arriba abajo.
— Algo así…— No le gusta hablar de ello, no se siente seguro.
— La rubia tiene algo que ver ¿no?— Él se encoge de hombros, aunque sabe la respuesta. Johanna muestra su sonrisa más irónica— Bueno chaval, creo que lo está haciendo bien…Enamorar al amante trágico tiene su merito…— le guiña un ojo y se va.
Sus palabras resuenan en su cabeza con fuerza. "Enamorar al amante trágico". Las repite una y otra vez, hasta que las palabras pierden el sentido y son solo silabas resonando en sus pensamientos descolocados.
Sus pensamientos se agolpan en su cabeza hasta que una mano se posa en su cara. Mira a la dueña de la mano y el corazón le da un vuelco. Delly está sonriendo como ya es habitual. Con el pelo húmedo cayéndole en suaves ondas sobe los hombros, mojando la camiseta ahí donde la tocan. Los latidos aumentan, se descontrolan erráticamente. La boca se le seca, la respiración se le corta y las manos empiezan a sudarle.
Y entonces entiende las palabras de Johanna y sus sentimientos se aclaran, sus recuerdos no son brillantes, por lo que siente que es verdad. Todos los días vividos con Delly son verdad. Las flores pintadas, los panecillos con mermelada de fresa. Su primer abrazo. Sus manos unidas entrelazando los dedos.
—¿Estás bien?— Pregunta Delly nerviosa, Peeta con el pelo húmedo está más guapo que de costumbre, y da gracias a su naturaleza tímida que no le permite hacer ninguna locura.
— Mejor que nunca…— Sonríe mirándola a los ojos. Recordando los corazones dibujados en las aceras con sus nombres en el interior. La cara colorada de la niña y su propio enfado.— Cuando éramos pequeños, tu pintaste en los adoquines varios corazones con nuestros nombres dentro. ¿Real o no real?
— Real…— Ha tardado varios segundos en contestar, avergonzada. No creía que se acordara de aquel día. Pero Peeta sonríe aún más ante su contestación.
— ¿Lo sigues sintiendo? ¿Sigues queriendo pintar corazones con mi nombre dentro?
— Hemos crecido Peeta, eso son cosas de niños…— Peeta piensa que el rubor que acude a sus mejillas es completamente adorable y siente el impulso de acariciarlas. Pero no lo hace, teme su reacción.
—Eso es un no— Afirma él— ¿Real o no real?— La chica le mira a los ojos, pero luego baja la vista.
— No real…— Susurra. Pero antes de que el pueda decir nada, le esquiva y sale corriendo.
Delly no sabe dónde meterse, la vergüenza y el dolor llegan a cada rincón de su piel, se enreda en su pelo. Incluso siente que lo puede aspirar con cada respiración. Tiene ganas de gritar, de llorar. Pero no es capaz de hacer ninguna de las dos cosas. Solo quiere desaparecer. Se dirige a su cubículo, donde ya duerme su hermano y se encierra, se tapa con las sabanas hasta la cabeza y llora. Le ha confesado (más o menos) a Peeta que le quiere, y sabe que ahora la vergüenza podrá con ella y no será capaz de seguir manteniendo una amistad normal con él. Y eso le duele no por ella, si no por él, porque sabe que ella podía ayudarle, que era su bastón.
Peeta intenta seguirla, intenta entrar en la zona de los cubículos donde la gente duerme, pero los guardias se lo impiden, forcejea con ellos y pelea. Se lleva un puñetazo en la cara y le obligan a volver al horrible cuarto. Le sedan y se deja ir al mundo de los sueños completamente drogado.
Cuando se despierta a la mañana siguiente Peeta tienen un fuerte dolor de cabeza. Se ha pasado la noche soñando cosas extrañas. Delly en los Juegos, cubierta por rastrevíspulas, y luego siendo un muto. Bosteza y se rasca los ojos, dándose cuenta de que no está atado. Eso le llena de alivio. Cuando se incorpora para levantarse, la ve allí, sonriendo como siempre. Ella ha llegado allí lo más temprano que ha podido. Ha pasado horas observándole, y ha sonreído mientras que él despertaba. Sabe que cuando empiecen a hablar va a sentir mucha vergüenza, pero no quiere que lo de la noche anterior se interponga en la recuperación de Peeta.
—Buenos días Peeta…
— Buenos días…— está sorprendido de que esté ahí, pero es una sorpresa grata.
— Te he traído el desayuno, seguro que tienes hambre.— él nota que la chica está incomoda, no sabe cómo sacar el tema.
— Gracias…— Peeta empieza a comer, incomodo también.
—Peeta…— Ella susurra su nombre suavemente, y suena tan dulce en su boca que le hace estremecer— Siento lo de ayer…no debí irme así…
— Te incomodé…es normal que te fueras… No quise hacerlo…— se aparta del desayuno.
—No importa…— Ella sonríe pero Peeta sabe que está disimulando, sabe que esa sonrisa no es del todo sincera— Pero ahora ya lo sabes...y es vergonzoso ¿sabes? Y absurdo, estando tú enamorado de Katniss…— Aparta la vista de él, intentando que las lágrimas no acudan a sus ojos.
— Pero es que yo ya no estoy enamorado de Katniss…— Delly levanta la mirada hacia él, incrédula.
— Eso es por tu confusión…
— Puedes decir perfectamente "por lo que te hicieron en el Capitolio" o "por lo que Snow te hizo" ya puedo soportarlo— Sonríe de lado— Pero no es por eso. Lo sé, lo siento aquí.— Se coloca la mano sobre el pecho— Lo que siento por Katniss no se parece en nada a lo que recuerdo que sentía. A lo que siento por otra persona…
— Estas enamorado de otra…— Delly siente que puede oír el "crack" de su corazón al romperse.
— De ti Delly…— Peeta intenta cogerle la mano pero ella se aparta, levantándose.
— ¡¿De mí?!— Su voz chillona hace eco en el pequeño cuarto. Nota como el corazón le va a mil por hora, y su cara enrojece por momentos.
— Sí, estaba tan concentrado en recordar lo que sentía por Katniss, que no me di cuenta de cómo ibas forjando la unión que tenemos, cómo ibas enamorándome con tus sonrisas, y tu historias.
— No sé qué decir…
— No hace falta que digas nada…
Peeta se levanta y sin previo aviso posa sus manos en la cintura de Delly, aquella zona que le gustó tanto sentir cuando se abrazaron por primera vez. Ella le mira sin entender mucho el procedimiento. Pero cuando ve que él acerca su cara a la suya y cierra los ojos sabe lo que va a pasar y le imita. Peeta posa los labios sobre los de Delly. Y besarla a ella es muy diferente a besar a Katniss, sus labios son también cálidos, pero los de Delly cooperan de una manera especial, apenas tiene que obligarles a seguirle el ritmo. Se separan para él y sus lenguas se funden en un baile sinuoso y dulce. Porque Delly seguirá siendo la persona más dulce ha conocido. Y da los besos más dulces que él es capaz de imaginar.
Pero sus besos se vuelven menos dulces a la vez que empieza a faltarles el aire. Sus bocas se besan con hambre. Peeta consigue pegar a Delly contra la pared de azulejo, su lengua no cesa en el empeño en recorrer la boca de Delly, en jugar con la lengua de ella. Delly enreda las manos en el pelo de Peeta, ese pelo rubio semejante a la luz del sol, aunque para ella el sol alrededor del que orbita es él.
Jadea cuando la mano de Peeta se mete bajo su camiseta y acaricia la piel de su vientre, pero cuando esa mano va a seguir un camino que les llevará irremediablemente a un punto sin retorno, ella reuniendo toda su fuerza de voluntad separa los labios de los de él intentando no hacerle caso a todas esas mariposas que siente en el estomago y que amenazan con salir por su boca.
—Peeta…— Los labios de él vuelve a posarse sobre los de ella, no necesitan hablar— Peeta…hay cámaras…
— ¿Qué?— Ahora es él quien se separa unos centímetros.
— Que te tienen vigilado constantemente…— Mira hacia una esquina, arriba en el techo, cuando él mira el mismo punto allí ve un pequeño círculo de color negro brillante.
— Oh…vaya…— Ella no puede evitar reír nerviosamente, algo que es música para los oídos de Peeta.
—Podemos seguir en otro momento…
— Cuando salga de aquí…
— Sí…
Aun así ella vuelve a besarle para despertar a las mariposas de su estomago.