sábado, 30 de junio de 2012

Aprendiendo: Capitulo 16



Disclaimer:The hunger games no me pertenece.


No me gustaba ver a Peeta así, su cara reflejaba claramente sus pensamientos, una mezcla entre desesperación y decepción, y lo peor del mundo era que odiaba decepcionar a mi Chico del pan. Y ahora lo había hecho, quizás fueran mis palabras o mis actos, pero allí estaba, mirándome con esa cara. Posó su mano en mi cara y acarició mi mejilla con el pulgar. Era increíble como una leve caricia podía hacerme estremecerme.
—Lo siento, Peeta…
—¿el qué sientes?—Su aliento chocó contra mis labios.
—Todo… sobretodo el haberte hablado así…
—olvídalo… No debí pedirte que fueras a su casa…—Sonrió un poco, lo suficiente para que mis labios quisieran imitarle.
—También…—susurré. Ahí iba, tome valor y lo solté— También siento el hecho de no merecerte.
–¿QUÉ?— La sorpresa que se dibujó en su rostro me asustó un poco.
—Sí…lo siento, eres demasiado bueno, atento, cariñoso y yo no soy nada de eso…además…todo lo que te he hecho pasar, todo el daño, todo eso que empezó cuando no te di las gracias por ese pan que me salvo…— Como no me dijo nada continué—Obviamente no soy buena para ti. Pero no puedo evitar la necesidad de retenerte. Soy egoísta, pero no quiero que te alejes de mí—Peeta puso un dedo en mis labios para silenciarme.
—¿Pero qué…?¿Quién dice que no seas buena para mí?
—Maldita sea Peeta, todo el mundo lo sabe—Las lágrimas empezaban a picar en mis ojos— Incluso Haymitch…
—¿Te ha dicho eso?—Asentí
—Hace mucho…
—Le daré una paliza.—Empezaba a sonar cabreado.
—Peeta…
—No escúchame Katniss—Cogió mi cara con ambas manos para que le mirara— Estoy enamorado de ti desde la primera vez que te vi, y nadie se me antoja más perfecta para mí que la mujer de la que estoy enamorado desde siempre. Que se vayan al carajo todos lo que crean que tú no me mereces, o que me haces daño. Porque eso no es así. Te mereces lo que tu desees, todo lo que tú quieras, porque eres la chica con el corazón más grande que conozco—Volvió a poner el dedo en mis labios cuando intenté replicarle— Y yo he tenido la suerte de que te fijaras en mí por fin, aunque fuera de esa forma, aunque te costara hacerlo lo hiciste, y me hiciste el hombre más feliz del mundo. Aquel primer beso…—
Aparte su dedo de mi boca.
—Sabes que ese beso fue…
—lo sé, lo sé—me cortó— Pero también sé que algunos besos en aquella cueva para ti fueron diferentes—Las mejillas me quemaron un poco, signo de un incipiente rubor.
—Has sufrido mucho por mi culpa…
—Volvería a pasar por ello si eso me asegurará que podría volver a dormir contigo un par de noches más.
—No digas eso…No permitiré que nadie te haga daño
—Pues…deja de decir que no me mereces porque eso me hace daño. Soy el hombre más afortunado del mundo por estar aquí contigo
—¿Soportando mis lágrimas, mis pesadillas y mi negativa a tener algo más…intenso?
—Eso está desapareciendo, las lágrimas apenas hacen acto de presencia, tus pesadillas prácticamente igual y lo otro…—paso el dedo por las marcas de mi cuello que el mismo había hecho— Estamos avanzando…
Suspiré,¿ qué iba a decirle yo ahora? Me había dejado completamente sin palabras, todo lo que me había dicho, había dado de lleno a mi corazón y lo había hecho palpitar de una forma casi desconocida.
—¿entonces…?
—Entonces, Katniss no pienses en eso y vamos a seguir siendo una bonita pareja.
—Pareja…
—Sí pareja, aunque te cueste decirlo, aunque no lo asimiles somos pareja, novios.—Esa palabra reboto con fuerza en mis oídos, una cosa era imaginárselo y otra cosa era oírlo en alto.
—Nunca me lo has pedido…— Sus rubias pestañas se batieron con rapidez.
—Creí que no sería necesario, después de llevar meses besándonos y durmiendo juntos era un hecho.
—Supongo…
—Creía que no eras esa clase de chica Katniss— eso me descoló.
—No te entiendo…—Él solo sonrió.
—No importa…—Cogió mi mano, entrelazó nuestros dedos y besó el dorso de mi mano— Katniss Everdeen… ¿Te gustaría ser mi chica? ¿Quieres salir conmigo?
El corazón me dio un vuelco, la sangre se concentró en mi vientre, el aire abandonó mis pulmones, la vista se me nubló y la boca se me secó. Maldita sea, lo que éramos era un hecho muy claro. Nos acariciábamos como novios, nos besábamos como novios, vivíamos como novios e incluso estábamos llegando a cosas más serias, como novios. Lo éramos, pero nunca le había puesto nombre, al menos yo no, me daba miedo, me asustaba ese hecho. Pero ahí estaba la pregunta…Demonios, si estaba así con ser novios, ¿qué pasaría cuando me preguntara si quería casarme con él? No pude evitar sonreír al darme cuenta de que estaba pensando ya en la pedida de matrimonio cuando aún no había respondido a su primera pregunta.
—¿Katniss…?—Peeta me devolvió a la tierra.
—¿qué? Ah…si…La respuesta…Sí…claro que quiero, ya lo somos ¿no?
Peeta sonrió, de una manera que pocas veces veía, enseñándome cada uno de sus dientes, blancos, perlados, perfectos. Luego me besó tan dulcemente que me supo a poco, por lo que volví a besarle, entreteniéndome en sus labios, luego mi lengua esperó a que su boca le diera permiso y pasó a jugar dentro. Nuestras lenguas se enroscaron y jugaron dentro de su lengua y luego en la mia. Cuando me separé para tomar aire, Peeta me empujó pegándome contra la pared con cierta fuerza, ese acto lejos de molestarme me gusto e hizo que el cosquilleo en mi vientre se tornara en forma de calor. Jadeé contra sus labios cuando sus manos apretaron mis caderas y fueron hacia mi trasero pegándome más a él apoyados contra la pared. En un acto instintivo e irracional di un leve saltito y rodeé su cadera con las piernas, como lo hice sentada en la mesa de la cocina esa misma mañana. Peeta gruñó mordiéndome el labio apretando mis glúteos. Reí suavemente, me encantaba cuando Peeta cambiaba su faceta de caballero y pasaba a ser ese chico malo que tocaba todos los rincones de mi cuerpo haciendo que me derritiera.
Pasé a besar su cuello cuando noté su excitación contra mi ingle, comprobando que él ya estaba tan excitado como yo. Cuando Peeta me imitó y empezó a besar mi cuello pase a los mordiscos y a desabrochar los botones de su camisa, pero me estaba costando sobremanera por el estado de nerviosismo asique harta di un fuerte tirón separando las dos partes, haciendo que los botones que faltaban por desabrocharse saltaran. Peeta rió contra mi cuello.
—Esto sí que no me lo esperaba, Katniss— Le besé de nuevo moviendo un poco las caderas buscando un poco más de roce, necesitaba sentir esa sensación tan placentera que solo él sabía darme.
—Creo que no te esperabas muchas cosas de mí…pero estas cosas te gustan ¿no?
—¿Haces esto por qué a mí me gusta?—Lamió el lóbulo de mi oreja, acto que hizo que ahogara un gemido contra su cuello.
—¿qué? —Le miré a los ojos, esos ojos oscurecidos por el deseo, por el deseo por mi cuerpo— No…Peeta, esto lo hago porque me gusta, algo así no lo haría porque tu lo quisieras, no soy tan buena como tú…—Peeta me sonrió.
—Me gusta oírte decir que esto te gusta…
—Estaría loca si no me gustase…—Peeta subió una de sus manos y apretó uno de mis pechos, gemí ahora sin reprimirme.
—Peeta…vamos a la cama…—Apretó mi cuerpo más hacia él.
—Cómo me ha gustado oír eso—Nuestro labios volvieron a unirse mientras que iba hacia la habitación conmigo en brazos.
Me recostó en la cama y bajo a mordisquear mi cuello haciendo que mi corazón latiera con intensidad, el calor de mi vientre creciera haciendo que mis braguitas empezaran a mojarse vergonzosamente. Luego siguió por mi clavícula y mi hombro, mientras sus manos empezaban a dibujar formas por debajo de la ajustada camiseta que llevaba hoy. Conseguí que rodáramos y me puse a horcajadas sobre él. Buscó mi boca y me devolví el cálido beso gustosa mientras que mis manos se paseaban por sus costados dirigiéndose hacia ese lugar donde se concentraba la excitación del Chico del pan.
Sus manos volvieron a perderse debajo de mi camiseta acariciando todo el surco que dejaba mi columna vertebral, haciendo que cada centímetro de mi piel ardiera. Me incorporé para que me quitara la camiseta, cosa que hizo rápidamente. Se quedó mirándome jadeando mientras que acariciaba mis caderas.
—¿Peeta…?
— No imaginaba que llevaras eso puesto…—Paso uno de sus dedos entre mis pechos.
—¿Te gusta? Me lo he puesto por ti…
—Me estas volviendo loco con él…—Y me ruboricé fuertemente, aunque al menos algo sí que había hecho bien.
Se incorporó para colocarse a mi altura y volver a besarme haciendo un movimiento de vaivén con el que conseguí notar su excitación. Gemí fuertemente moviendo mis labios sobre los de Peeta como una loca, jugando con su lengua dentro de su boca casi sin respirar, las palpitaciones de mi entrepierna eran cada vez más molestas, necesitaba los dedos de Peeta acariciándome en ese punto. Le empujé suavemente para que se recostara de nuevo y bajé a besar y mordisquear su torso a la vez que mis manos subían y bajaban por sus costados. Besé por encima de su ombligo a la vez que mis manos iban al cierre de su pantalón, lo desabrochaban y bajaban la cremallera. Jadeé al ver el enorme bulto que se formaban en su ropa interior.
—¿Estás bien, Katniss?— Asentí pasando mis dedos por esa zona arrancándole un gemido. Sonreí contra sus labios. Le besé y pase mi lengua por sus labios.
—Espera…
Me estiré y busqué en el cajón de la mesita. No sabía si ocurriría o no, pero era mejor prevenir, además, así le mostraba a Peeta que por mi parte podíamos llegar a donde él quisiera. Cogí el bote de píldoras que guardé allí, lo abrí con nerviosismo, y cogí una de esas pastillas rosadas. Peeta sonrió acariciándome la espalda mientras me metía la pastillita en boca. Se la enseñé sobre mi lengua y me la tragué. Peeta me atrajo hacia él y chocó sus labios contra mis labios en ese momento no parecía que me estuviera besando, si no que estaba devorándomelos. Jadeé de nuevo empezaba a tener mucho calor, y la ropa empezaba a sobrarme.
Peeta Pareció adivinarlo porque bajó sus manos y acarició mis muslos desnudos desde las rodillas hacia arriba, llegando al botón de los pantalones que desabrochó con destreza y de un solo tirón consiguió bajarlos hasta las rodillas.
—Vaya…¿Hay alguna sorpresa más?— Acaricio el suave encaje de la cinturilla de mis braguitas.
—¿no tienes suficientes?— Retiró completamente los pantalones de mis piernas.
Se colocó entre mis piernas mirándome con la misma intensidad con la que me había mirado en el sofá. Se inclinó sobre mí para besarme de nuevo e hice que pegara su cadera a la mía haciendo que ambos gimiéramos cuando nuestras intimidades contactaron. Rápidamente mis manos se dirigieron hacia su trasero, y con suaves tirones hice bajar sus pantalones, aunque abandonaron sus piernas gracias a Peeta que también tiró de ellos. Ahora nuestras entrepiernas se separaban solo por esas finas telas que componían nuestra ropa interior. Moví las caderas como sabía que a los dos nos gustaban. El calor se intensificó en mi vientre y mi entrepierna palpitó aun más rápido, adelantando a mi corazón.
Peeta pasó sus labios por mi mandíbula, descendiendo por mi cuello hasta mi hombro. Apartó el tirante del sostén y mordió con cierta fuerza pero a la vez con dulzura, haciéndome gemir. Como sabía que tendría problemas con el broche de esa prenda, yo misma lo desabroche provocando una sonrisa por su parte. Continuó besando de esa forma descendiendo por mi cuerpo, hacia mis senos, que enseguida descubrió, mandando el sujetador al suelo. Mentiría si dijera que no me sentí un poco expuesta y aún más nerviosa al estar en esa situación. Pero la sensación de nerviosismo desapareció cuando Peeta posó un beso en la parte más rosada y dura de mis pechos y luego lo lamio. Mi espalda se arqueó y un gemido ronco abandonó mi cuerpo, acto seguido lo rodeó con la boca y succionó. Eso me volvió loca. Una de mis manos se enredó entre los mechones de su pelo y la otra descendió por su espalada, aunque en su cadera se dirigió hacia delante y acarició esa línea de vello que tan bien conocía, y que me gustaba incluso más que sus pestañas. El gemido de Peeta no se hizo esperar apretando un poquito más sus dientes alrededor de mi pezón, con lo que hizo que acto seguido yo gimiera. Mi mano bajó un poco más, posándose sobre su dureza apretando un poco, otro gemido mucho más intenso se escapó de su boca.
Estaba tan entretenida en acariciarle que no supe donde estaba su mano hasta que noté como la metía debajo de mis bragas. Mi gemido se convirtió en grito cuando rozo ese punto, ese trocito de piel entre mis pliegues que cuando sentía las caricias de Peeta hacia que el fuego en mi interior se intensificara. Cerré los ojos y le dejé hacer desatendiendo su intimidad durante unos segundos, Pero rápidamente le imité y metí la mano bajo esa tela que le cubría y acaricié toda su longitud con la yema de los dedos. Volvió a gemir contra mi pecho pero pronto volvió a buscar mi boca para besarme como si lo necesitara. Bebí de sus labios a la vez que rodeaba con la mano esa dureza y le acariciaba como él mismo me había enseñado, pero muy lentamente. El gemido de Peeta se volvió más ronco contra mis labios que se abrieron en una mueca de placer cuando noté como su dedo se perdía en mi interior. Gemí con un leve gritito cuando empezó a mover ese dedo de dentro a fuera lentamente.
Parece ser que a Peeta empezó a molestarle nuestra ropa tanto como a mí, ya que con su mano libre tiro hacia debajo de mis braguitas, le ayudé un poco, pero para fastidio de los dos tuvo que apartar su mano de mí para acabar de quitármelas. Aprovechando también para quitarse sus propios calzoncillos. Volvió a quedarse mirándome, pero esta vez yo no me mantuve quieta, si no que continué acariciándole, cada vez más rápido. Volvió a inclinarse sobre mí y a besarme con furia. Nuestras entrepiernas volvieron a rozarse y aparté la mano para notarle sobre mi piel al completo. Mis piernas se separaron un poco más para que él se acomodara mejor y volví a mover las caderas para rozarme contra su dureza provocándonos unos intensos gemidos.
Peeta separo nuestras bocas y me miró a los ojos volviendo a acariciar ese punto en mi intimidad. Mis gritos y jadeos volvieron a inundar la habitación. No pude evitar cerrar los ojos y evadirme del mundo, dejé que Peeta me acariciara agarrándome a las sábanas. Cuando uno de sus dedos volvió a albergarse en mi interior mi cuerpo no lo soportó y exploto haciéndome gritar y arquear mi espalda bajo el cuerpo de Peeta.
Le miré con una sonrisa dibujada en mis labios. Peeta me beso dulcemente devolviéndome la sonrisa, aunque sus ojos seguían oscuros. Tan oscuros que apenas había rastro de azul en sus ojos. Volví a rodear con la mano su miembro y le acaricie lentamente mientras que volvía a lamer sus labios y luego mantenía una lucha con su lengua.
—Quiero que lo hagas Peeta…—Sus gemidos se intensificaron contra mis labios.
—¿Hacer qué?— Mis mejillas se ruborizaron, tendría que ser más clara
—Quiero que me…—Tragué saliva— que me hagas el amor…Ahora— Puso su mano sobre la mía para que dejara de acariciarle y me besó muy tiernamente, uno de sus besos de "buenas noches" como los llamaba yo.
—¿estás segura?
—Completamente…—Le cogí de las caderas y le acerque más a mí, su pene se clavo en mi ingle de nuevo.
El beso que Peeta me dio en ese momento me descolocó completamente. Fue dulce pero a la vez intenso, con amor y deseo mezclados a partes iguales. Tan tierno, pero tan apasionado que me costó seguirlo, aunque creo que al final lo conseguí puesto que lo continuó durante unos segundos mientras colocaba su dureza en ese lugar por donde se había perdido su dedo.
—Si quieres que pare…
Asentí posando mis manos en sus caderas y noté la misma presión que la tarde anterior, solo que más intenso, aquello era notablemente más grande. Respiré profundamente y besé a Peeta para olvidar lo que estaba pasando ahí abajo. Noté como intentaba hacerse camino en mi interior, molestaba un poco pero era soportable, un par de segundos después grité.
—Duele…
—¿paro?
— No…no, continua, sabes que es posible que llegue a dolerme…
Y continuó, continuo haciendo presión, había algo en mi interior que le impedía el paso. Me besó dulcemente prácticamente lamiendo mi lengua y lo consiguió, entró completamente en mí, despacio pero con firmeza. Y volví a gritar, esta vez fue un dolor agudo y fuerte, atravesó mi interior y noté como algo dentro de mí se desgarraba. Pero noté algo más, noté el calor de Peeta en mi interior, y ese calor, el placer que me producía sentirle tan dentro de mí, tan mío, embriagó todo mi cuerpo. Volví a la realidad al notar los labios de Peeta en mi frente y en mis mejillas.
—Lo siento…lo siento, lo siento, lo siento…
—Estoy bien…
Aún así el agarre de su cadera lo mantuve firme para que no se moviera durante unos minutos en los que nos entretuvimos en besarnos y acariciarnos. Pasado ese tiempo aparte las dos manos de su cadera, las coloqué en sus glúteos y Peeta salió un poco y volvió a entrar en mí. El dolor volvió, menos intenso pero volvió, apreté los dientes y le dejé seguir. El dolor, poco a poco fue desapareciendo y las sensaciones que me provocaba Peeta empezaron a hacerme gemir cada vez más intensamente. Su cuerpo se contraía sobre mi cada vez más rápido, cada vez más fuerte, su boca se paseaba por mi cuello y mi boca a partes iguales, mientras que sus gemidos se mezclaban con los míos. Mis caderas empezaron a moverse al compás de las suyas para buscar un mayor roce. Pronto mis gemidos dejaron paso a los gritos, esos gritos vergonzosos que solía emitir cuando Peeta me tocaba, llenos de placer. Pero este placer era mucho mayor que el que me habían provocado sus caricias. Con este placer me sentía llena, sentir el miembro de Peeta en mi interior era sin duda la mejor sensación que había tenido en mi vida.
Los movimientos de Peeta se tornaron aun más fuertes y aun más rápidos, su cuerpo embestía contra el mío con tanta fuerza que el cabecero de la cama daba sordos golpes contra la pared. Enrollé mis piernas alrededor de las caderas de Peeta como cuando estábamos en el pasillo. Eso hizo que ese punto de placer rozara contra el cuerpo de Peeta y eso fue mi perdición. Cada embestida era un gemido por su parte y un grito por la mía. El calor en mi vientre crecía a pasos agigantados, tan rápido y tan intenso que apenas era capaz de soportarlo. Y al parecer mi cuerpo no lo soportó. Explotó, explotó de una manera tan intensa tan fuerte que mi grito de placer, ese grito gutural se debió oír en toda la aldea de los vencedores. Me di cuenta de que había arqueado la espalda cuando note el brazo de Peeta rodeándome la cintura a la vez que seguía moviéndose rápidamente, solo unos segundos más, y a la vez que me mordía en el cuello, noté algo igual de cálido que él derramarse en mi interior, supuse que era ese líquido viscoso.
Dejó de moverse poco a poco y apoyó todo su peso sobre mi cuerpo, jadeando contra mi cuello, buscó mi boca y me beso dulcemente. Sonreí mientras nos daba la vuelta y me dejaba sobre él, sin salir de mí. Apoyé mi cabeza en su pecho. Acarició mi pelo y mi espalda, que estaba cubierta de sudor, hasta el final de esta. Luego me levantó la cara, sujetándola por la barbilla y poso un corto beso en mis labios sin dejar de jadear. Sonreí como una tonta mezclando mis jadeos con los suyos.
—Tú me amas ¿Real o no real?
— Real…


1 comentario:

  1. Amorcito te felicito por tu blog!!! Esta hermoso...es muy tu estilo! Adoro como escribis y sabes muy bien que amo tu fic, y no lo digo por que seas mi chica lo digo como lectora!!!
    Te amo mucho!!! N...(MISTERIO)

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