sábado, 30 de junio de 2012

Aprendiendo: Capitulo 18



Disclaimer:The hunger games no me pertenece.



Volví a dormitar sobre el pecho de Peeta, completamente relajada, escuchando el palpitar de su corazón y el ritmo acompasado del aire entrando en sus pulmones. Sus manos se movían armoniosamente sobre mi espalda, dibujando de nuevo cientos de caricias.
—¿estás dormida?
—No…de momento…— noté como sonreía.
— ¿Cómo te encuentras?
— Estoy genial…
— Pero te duele…—Susurró contra mi pelo.
—Puedo soportarlo…— Suspiró.
–Lo siento cielo…lo siento muchísimo— me besó la cabeza abrazándome más fuerte contra su pecho si eso era posible.
—Yo no lo siento, ¿preferirías que esto no hubiera ocurrido?— Me incorporé para que nuestras caras quedaran a la misma altura, él negó con la cabeza— Entonces ese dolor es necesario— Besé sus labios dulcemente, saboreándolos.
Acto seguido Peeta me dio un beso en la frente y se levantó dejándome un poco descolocada, tumbada en la cama y desnuda. Me sentí tremendamente frágil, y sentí que la cama era enorme en comparación a mi enjuto cuerpecito. Estando con Peeta las cosas cambiaban, la cama era el lecho más cómodo del mundo, suave y cálido. Pero allí, sola, se me antojaba enorme. Me incorporé levantándome, pero ahogué un grito contra mi mano al ver el estado de la cama. Estaba completamente revuelta, y ni siquiera nos habíamos dignado a retirar la colcha, por lo que en esta, en esa acolchada tela, había una importante mancha de sangre, más grande de lo que imaginaba que sería la hemorragia que se produciría al perder mi pureza. Siempre había oído que era posible sangrar, pero que el sangrado era mínimo, unas gotas, y eso no eran precisamente 4 gotas.
Peeta regreso en ese momento y me abrazó desde atrás, hundiendo su cabeza entre mi pelo para luego depositar un beso en mi cuello.
—Mira…— Señalé la impúdica mancha.
—Vaya…eso es…
—demasiado grande, Peeta— Apreté sus manos que no habían dejado de rodear mi cintura con ternura.
— Estoy seguro de que es normal, habrá chicas que sangren más que otras…en el patio del colegio se oía hablar a chicas…algunas decían que no sangraron…— Suspiré, sabía que tenía razón, pero algo dentro de mí no dejaba que la preocupación despareciera — Nos ha costado mucho, quizás por eso la mancha es más grande…no pienses en eso, cariño.
Se apartó de mí y con un movimiento rápido, apartó la colcha de la cama, dejándola en el suelo y me obligó a tumbarme en la cama sobre las sábanas. Se tumbó a mi lado y me beso con ternura.
—No te preocupes…además pronto dejara de dolerte.
Se colocó de rodillas y aunque intenté impedirlo por vergüenza, me separó las piernas para después colocarme en mi intimidad una gasa impregnada en lo que parecía agua fría. Me recorrió un escalofrío y de mi garganta salió un gemido, el cual no supe descifrar si fue de sorpresa o de alivio. Peeta besó mi vientre por debajo del ombligo mientras que hacía un poco de presión con el paño. Yo me dejé hacer, mirándole. Parecía que estaba completamente concentrado en su labor de aliviarme las molestias. Cerré los ojos y me mordí el labio cuando Peeta con otra gasa empezó a recorrer la zona de mis muslos más cercana a mi sexo, limpiando esas zonas de todo rastro de nuestra actividad.
— No hagas eso…—murmuró
— ¿el qué?
— Morderte el labio
—¿ por qué? — Lo hice de nuevo involuntariamente.
— Porque saltaré sobre ti y no podrás evitar que vuelva a poseerte — Me besó de nuevo mi vientre, pero esta vez mis caderas se elevaron para acortar la agonía de mi piel que deseaba ser besada de nuevo.
— Incluso ahora eres un caballero…— Susurré con la respiración levemente acelerada.
— ¿ por qué dices eso ahora?
— Mira lo que estás haciendo…escucha la forma que tienes de decir que hemos estado juntos…o el cómo te estás aguantando las ganas de hacerme algo más aunque tus ojos estén oscurecidos— sonreí levemente— Eres el perfecto caballero…
— Y tú la perfecta señorita…— Reí
— Eso sí que no te lo crees ni tú, por muy enamorado que estés de mí.
—Me refería a este momento, también te estás aguantando las ganas, aunque para ti sería fácil…una frase, y caigo rendido a tus pies
—Para ti también lo sería, mira como me tienes…— me ruboricé al pronunciar esas palabras, Peeta en vez de rebatirme me besó de nuevo, apretando un poco más esa gasa que me cubría.
Gemí contra sus labios pero mi mano impidió que la de Peeta siguiera su trabajo normal en mí. Entendió perfectamente mi gesto y aunque no rompió el beso su mano se quedó estática contra mi piel, separados únicamente por esa fina gasa.
— Mantén un rato las gasas así, luego te pondré la pomada para el dolor…
—no es necesario…estoy bien
—insisto…así dejará de dolerte—Me besó en la frente. Suspiré, lo mejor que podía hacer en ese momento era rendirme y dejarme cuidar, Peeta no iba a dar su brazo a torcer.
—¿Sabes que esto es completamente vergonzoso?— Volvió a rozarme los labios con los suyos sonriendo.
—Pues a mí me encanta estar así— Su mano se paseó por mi bajo vientre, haciendo que se me erizara la piel.
—A mi no…estamos desnudos…
— Hace un momento también estábamos desnudos pero no te importaba…—Me guiño un ojo, divertido.
— es diferente…no vamos a hacer el amor con ropa…¿no?
—Pues esto es lo mismo, tu pecho es el mismo que el de antes…¿qué más da que siga mirándolo?— Pasó su dedo por uno de mis pezones, este se endureció aun más y como antes, se le escapó esa sonrisita pícara.
— Tienes respuestas para todo…— Sonrió más, con autosuficiencia.
— Exacto — volvió a darme un casto beso— Además te duele por mi culpa, tengo que curarte.
— No ha sido tu culpa…los dos hemos querido esto…no me arrepiento— En ese momento Peeta se lanzó a mí y me abrazo con fuerza, dejándome completamente sorprendida, no me esperaba una reacción así ni por asomo.
— No puedes imaginarte qué significa para mi oírte decir que no te arrepientes…es algo que me aterra, que al final te arrepientas de haber llegado a esto.
—No voy a arrepentirme…— rodeé su cuello con mis manos— Nunca Peeta… Contigo mi vida tiene otro sentido…aunque suene tremendamente cursi, es la verdad, me has hecho ver las cosas de otro modo…hasta has hecho que me enamore…
— Enamorada…
— Ajam…
— De mí…
— Exacto…— Sus labios empezaron a depositar suaves besos a lo largo de me cuello a la vez que mi piel se erizaba y mi respiración se aceleraba— Como sigas…
—¿hmmmm?
— tus cuidados no habrán servido para nada…— Con toda mi fuerza de voluntad conseguí apartar sus labios de mi piel— Además…si sabes que me duele no disfrutaras…eres demasiado caballeroso para ello.
— Y tú me conoces demasiado bien…— Beso mi frente mientras que una sonrisa se dibujaba en mis labios.
— Pasamos mucho tiempo juntos…
— Si…y me encanta…y a partir de ahora mucho más— No pude evitar reír.
—AL final va a ser cierto lo que decía Haymitch de que estabas desesperado…
—Katniss…estaba absolutamente desesperado…¡era horrible! ¿Sabes lo que es levantarte cada mañana con una erec…—Le tapé la boca ruborizada aunque no era yo la que estaba hablando así.
— Me hago una idea Peeta, no hace falta que me lo expliques con detalles— Sonrió contra mí mano y la aparté.
— Conseguiré que hablar de estos temas no te produzca tanta vergüenza…el sexo es algo natural…
— Creo que eso va a costarte más que el hecho de que me entregara a ti…
— Eso ya lo veremos…
Sus labios volvieron a jugar con los míos mientras que su mano derecha volvía a reposar sobre la gasa que poco a poco iba perdiendo el frescor y por lo tanto su poder de alivio. La entrada a mi cuerpo seguía ardiendo de forma asombrosa, no era un ardor ni un dolor insoportable, pero por encontrarse en mi zona más sensible, era bastante molesto, aunque el proceso por el que fue producido el daño fue el mejor momento de toma mi corta vida.
—¿Sigues sin querer echarte la pomada?— Negué con la cabeza
—me la echaré…
—Perfecto…— Cogió el bore de la pomada y desenroscó la tapa.
— He dicho que me la echaré, no que dejaré que lo hagas— Sonreí a causa de su cara de incredulidad y decepción — No es que no quiera que me toques…Pero me da vergüenza
— Tienes que dejar de ser tan vergonzosa conmigo, he recorrido con mis manos cada rincón de tu cuerpo Katniss…es tarde para ruborizarse.
— No puedo evitarlo…Quizás para otras sea más fácil…
— No me importa lo fácil o difícil que sea para otras, lo que quiero es que no te avergüences cuando te miro o te toco…— Suspiré.
— No puedo evitarlo — Repetí. Fijé los ojos en los suyos, que ahora seguían teniendo ese deje de decepción— Pero…— Tomé aire profundamente— Puedes mirar mientras me la aplico ¿no?—Conseguí decirlo casi sin tartamudear ni arrastrar las palabras sintiendo como la sangre se acumulaba en mi cara, estaba completamente loca, iba a dejar que me viera de nuevo tan expuesta, siendo completamente consciente de ello, ya que ahora no iba a estar excitada. Vi como su mirada cambiaba, sus ojos empezaron a brillar a la vez que se oscurecieron un poco.
Tomé el bote con el ungüento e introduje los dedos tocando el pastoso contenido, el tacto de esa pomada me asqueaba un poco. Era algo grasienta, y tenía un olor característico, un olor amargo y penetrante, Pero increíblemente al poco de contactar con la piel, se volvía cremoso, para más tarde desaparecer como si en la zona no se hubiera aplicado nada, dejando solo un leve olor que me recordaba al de las margaritas. Cogí una buena cantidad con el dedo índice y corazón. Pasé la mirada del bote a los ojos de Peeta que estaban fijos en mis dedos. Respiré profundamente y separé levemente las piernas apartando la mirada de la cara de Peeta. Podía asegurar que estaba más nerviosa y mas avergonzada ahora que cuando le tenía encima a punto de entrar en mi. Decidí cerrar los ojos para así evitar encontrarme con su mirada y baje los dedos a mi intimidad. Tuve que introducirlos un poco en mí para llegar al centro de mi ardor. Apreté los ojos y los dientes mientras esparcí el ungüento, aunque la sensación fue agradable y por una milésima de segundo casi pierdo la cordura, estuve tentada a hundirlos más en mí como había hecho Peeta con su dedo. Pero esa idea tan pronto como vino se fue, me habría sentido completamente absurda.
Abrí los ojos sin dejar de aplicarme la pomada y vi como el bueno del Chico del pan tenía su mirada justo donde estaba mi mano. El rubor que sentí me mareó y aun fue más fuerte cuando mi mirada descendió hasta el centro de su anatomía y observó su hombría de nuevo lista para el ataque. Aparté rápidamente los dedos de mí.
— Peeta…— Sus ojos se dirigieron hacían donde estaban fijos los míos.
— Es una reacción normal—Le noté avergonzado—Lo siento…
—No sé en que estaba pensando cuando te dije que podías mirar…
—En que crees que soy un caballero…y puede que mi mente lo sea…pero mi cuerpo no…si algo le gusta reacciona.
—Reacciona demasiado…
—Es lógico…eres demasiado sensual—Carraspeó— pero no te das cuenta, lo haces inconscientemente…y eso es lo que me vuelve loco…como ver cómo te tocas…aunque fuera por la crema…
—Me gustaría darme cuenta de esas cosas…
—Yo espero que nunca lo hagas…
—¿Por qué?
— Me gusta cómo eres, cielo…— Le besé dulcemente cubriéndome con la sábana, noté como sonreía contra mis labios pero no me dijo nada por taparme.
—¿qué vamos a hacer con…?—Dirigí la vista a su dureza.
— Darme una ducha fría mientras que descansas — La idea de que se fuera volvía a golpearme— No tardaré ni cinco minutos en volver…
Aunque mi cara posiblemente reflejo tristeza dejé que se fuera y me acurruqué en la cama dándole vueltas a todo, aún no creía que hubiera sido capaz de entregarme así a Peeta, como decían los poetas, "en cuerpo y alma".


No hay comentarios:

Publicar un comentario