sábado, 30 de junio de 2012

Aprendiendo; Capítulo 11



Disclaimer:The hunger games no me pertenece.


Ya está. Ahora mi mundo se resumía a ese sofá. A Peeta mirándome. Mejor dicho, a Peeta mirando mi sexo, los pliegues rosados y esa línea que los separa. Mi respiración se aceleró al hacerme consciente de la situación, ambos desnudos y excitados. Le miré mientras me miraba, sus ojos fijos en esa parte de mi anatomía que estaba brillante por el flujo que manaba de ella.
—Peeta…es…incomodo…—
—¿ehm?—
Aun así a algo dentro de mí le gustaba que me mirara así, un hormigueo en mi vientre me lo recordaba, hormigueo que había empezado cuando la tela de algodón dejó de tocar mi piel. Sonreí cuando me miró a la cara confuso. Su cara parecía la de un niño delante de su enorme tarta de cumpleaños. Y aunque era cierto que me incomodaba no hice ninguna intención de apartarme ni de cubrirme. Continué en la misma posición mostrándole hasta el último rincón de mi ser.
Pasados unos minutos en los que los dos recorrimos nuestros cuerpos con la mirada en un cómodo silencio, Peeta volvió a pasar su dedo por mi intimidad haciéndome arquear la espalda una vez más e inundando la estancia con uno de mis gemidos. Sonrió con superioridad y volvió a hacerlo arrancándome otro nuevo gemido, a la vez que mi corazón latía con más fuerza y me respiración volvía a acelerarse.
Me incorporé abrazándome a su cuello y le besé como antes habíamos hecho, jugando con su lengua, succionándola, mordiéndola y jadeando contra sus hinchados labios. Me pegué a él y nuestros sexos se rozaron. Noté como Peeta se estremecía y gimió, gimió roncamente.
—¿Vamos a la habitación? Estaremos más cómodos— Asentí sin pensar, jadeando volviendo a besarle mordiéndole los labios.
Pero no me moví, me quedé estática agarrando los mechones de su pelo con fuerza apretando su cara contra la mía, besándole como si fuera nuestro último beso.
Me acomodé mejor contra su cuerpo, intentando encajar con este y su pene rozó ese punto en mi intimidad que Peeta había descubierto y gemí con intensidad separando mis labios de los de mi acompañante y cerrando los ojos con fuerza. Cuando me recuperé de esa corriente eléctrica le miré a los ojos. Confieso que me dio miedo lo que vi en ellos, parecían llenos de furia, sus pupilas dilatadas a tal extremo que apenas podía ver sus iris azules. Pero fue un miedo excitante, no como ese miedo que sentía cuando sabía que iba a tener un ataque, ahora sabía que no iba a tenerlo. Y si lo tenía, no me importaba, quería seguir sintiéndole así.
Y así mirando a esos ojos oscurecidos moví mis caderas como había hecho antes volviendo a rozarnos, volviendo a arrancar un gemido a mi garganta que fue acompañado de uno de la garganta de Peeta. Achicó un poco los ojos y sus manos volaron hasta mis nalgas y las apretó pegándome aún más a él. Volví a mover la cadera, un nuevo roce, un nuevo gemido por parte de los dos. Sonreí mientras mi respiración se volvía más alocada al compás del movimiento de mis caderas que habían adquirido vida propia y se movían contra el miembro de Peeta, frotándome. Él parecía que pretendía arrancarme el trasero con sus manos de lo fuerte que me lo agarraba. Seguí esos movimientos frenéticos haciendo el mismo recorrido que había hecho minutos atrás mi mano. Arriba-abajo-arriba-abajo. Mi entrepierna recorría toda su longitud barnizándolo con mis propios fluidos. Jadeaba agotada, pero los ojos de Peeta me impulsaban a seguir. Pasados unos pocos minutos clavó sus uñas en mi trasero y ese liquido viscoso volvió a manchar mi vientre.
—No te detengas…—
Estaba loco si pensaba que iba a hacerlo ahora, Ahora que empezaba a notar el fuego en mi bajo vientre, volvía a notar cómo se estaba concentrando el calor, mis ahogados gemidos dejaron paso a los gritos vergonzosos, hundí la cabeza en el cuello de Peeta lo dejé explotar a la vez que mordía ese fuerte cuello. De nuevo era la Chica en llamas.
Deje de moverme lentamente, aun abrazada a Peeta y con mi cara contra el cuello de él. Vergüenza. La vergüenza hizo acto de presencia en mi derretido cerebro y no fui capaz de enfrentarme a sus ojos, aunque tan solo hiciera unos minutos que ambos no mirábamos a la vez que me movía de ese aberrante modo. Ni siquiera había pensado, solo actué de manera impulsiva. Nunca había sido tan impulsiva. Todavía podía recordar mi primer beso, lo muchísimo que me había costado dar ese paso…y ahora…estaba refregándome desnuda contra él. Incluso había tenido un orgasmo, como él lo había llamado, mucho más intenso que el primero.
No me reconocía, no reconocía mis actos ni mis sentimientos.
—No sé qué me ha pasado…—estaba bastante apesadumbrada. Mis labios rozaron la piel de su cuello y noté como toda la zona se erizaba. Esa simple visión me hizo sonreír levemente.
—Has…tenido otro orgasmo Katniss…—
—Me refiero a que no sé cómo he empezado a moverme así ni por qué…— noté como sonreía contra mi pelo.
—Voy a enseñarte a perder la vergüenza y a no darle vueltas a todo…esta cabecita tiene que trabajar menos— me besó en la cabeza, apretando de nuevo mis glúteos. Jadeé cerrando los ojos apretando mis puños. Instintivamente mordí su cuello con fuerza de nuevo. Y le hice jadear también—No pienses tanto, haz lo que te apetezca preciosa…
"Preciosa" no creía que lo fuera, pero me encantaba cuando Peeta me lo decía, su voz se volvía suave y dulce, aterciopelada, arrastraba las silabas levemente, como saboreando esa palabra, igual que cuando decía mi nombre.
Sonreí levemente mirando la marca de mis dientes empezando a amoratarse.
—Vas…a tener el recuerdo de esto unos días…
—Lo voy a tener siempre Katniss…— Ahí estaba, esa forma de decir mi nombre… ¿lo diría a propósito?
–Me refiero a que…ehmm…tienes…te he clavado los dientes…—
—Lo he not…— Sonó el timbre y maldije al mundo entero— ado…—
—No abras…— En todo el distrito 12 no había nadie más que quisiera molestarnos a esa hora de la tarde que el borracho de nuestro mentor.
—No iba a hacerlo…— el timbre volvió a sonar empezaba a molestarme esa campanilla estridente. Miré a Peeta haciendo un verdadero puchero, este no era fingido, no me hacía falta, de verdad no quería que se apartara de mí, no quería dejar de sentir el calor de su cuerpo.
— ¡Sé que estáis ahí, chicos!—vociferó nuestro mentor.
Ding-Dong, ding-dong, ding-dong, ding-dong, ding-dong, ding-dong. El timbre estaba desesperándome, me taladraba los tímpanos y rebotaba en mi cabeza una y otra vez. Y mi ira aumentaba, estaba aumentando a niveles insospechados. Apreté los puños con fuerza y maldiciendo a mi mentor me separé del cuerpo de Peeta y avancé hacia la puerta a grandes zancadas con la clara intención de patearle ese viejo culo.
Pero una mano sujetando me brazo me detuvo. Miré a Peeta con reproche mientras que él me sujetaba firmemente el antebrazo.
—¡Suéltame!…voy a matarle para que deje de molestar— siseé, él negó con la cabeza.
—Katniss… estas preciosa…y adoro tu cuerpo desnudo…pero…quiero que el único que disfrute de la magnificas vistas sea yo…—
Dejé de intentar soltarme, Peeta soltó su agarre y me cubrí instintivamente, Peeta sonrió tiernamente y comprendí que ya daba igual, que ya había visto todo lo visible en mí y baje los brazos, dejándolos a los lados de mi cuerpo.
—Vístete veré qué quiere…— Asentí mientras que el se ponía sus pantalones, que ya llevaba en la mano.


No hay comentarios:

Publicar un comentario