miércoles, 8 de agosto de 2012

Aprendiendo: Capitulo 31



Disclaimer:The hunger games no me pertenece.


Una semana, Peeta llevaba sin tocarme una semana. Una semana entera en la que no habíamos compartido ni una sola caricia, ni un solo beso. Nada. Y lo peor de todo es que apenas hablábamos entre nosotros. Las comidas pasaban en un silencio sepulcral y él incluso había empezado a usar otra habitación. Algo que me hacía llorar cada noche hasta caer dormida. Aunque la tranquilidad no se acababa ahí, ya que cada noche había sufrido pesadillas. Pesadillas en las que le perdía de mil y una maneras. La primera noche soñé que él moría a manos de Gale. Gale apretando su cuello con fuerza hasta la asfixia. Otra de las noches era una rastrevíspula gigante la que le atacaba y atravesaba su pecho con su enorme aguijón del tamaño de una espada. La noche que mas grité fue cuando moría a manos de Prim y Rue.
Al menos, Peeta se acercaba hasta mi habitación y me calmaba. Aunque apenas me tocaba intentaba calmarme con sus palabras. Era en el único momento en el que era de nuevo el mismo. Cuando intentaba calmarme después de una pesadilla. Pero cuando el llanto cesaba, volvía a arroparme y se marchaba dejándome sola en la enorme cama. Cuando eso ocurría rara vez volvía a dormirme, y entonces era cuando le escuchaba llorar al otro lado de la pared.
En esta semana sentí como mi vida volvía a carecer de sentido, y aunque Haymitch y Johanna intentaron sacarme una sonrisa no lo consiguieron. Mi madre me llamo para disculparse por no asistir a mi fiesta, pero ni eso me provocó una emoción. Mi corazón no sentía nada al recordar que mi propia madre no había estado en mi decimoctavo cumpleaños. Incluso no me apetecía ni cazar. Dejé de llevar la ropa interior de encaje y poco a poco me fui aislando de nuevo. Peeta y yo éramos como dos extraños que compartíamos casa. Su voz se había vuelto ruda cuando se dirigía a mí. Su mirada huidiza. Se pasaba mucho tiempo fuera de casa, reconstruyendo la panadería, o eso era lo que esperaba yo, aunque quizás su tiempo lo pasara con Delly.
Ahora prefería que no viviera bajo mi mismo techo. No soportaba verle y no poder tocarle.
Oí sonar el timbre varias veces. Y así solo picaba una persona en todo Panem. Intenté ignorarlo mientras cocinaba pero al final consiguió su propósito y fui a abrirle.
—¿Se puede saber qué demonios estás haciendo encanto?— Ni siquiera me saludó antes de entrar e ir directamente a la cocina.
— ahora mismo estaba intentando hacer la cena.
—No me refiero a eso Katniss— dijo pesadamente.
—Entonces…¿a qué te refieres?— resopló con fuerza.
—A Peeta, ¿a qué si no?— esta vez quien resopló fui yo.
— yo no hago nada, maldita sea, Haymitch es él el que no me mira, ni me toca…hace…— intenté luchar contra las lagrimas—Hace una semana desde mi cumpleaños y hace una semana que no me besa…
—Ponle remedio, Katniss ¡utiliza tus armas de mujer!
— yo no tengo de eso…
— claro que las tienes… Peeta te lo ha dicho muchas veces "no sabes el efecto que causas en las personas", Katniss eres hermosa, inteligente, y con él sale tu lado tierno y sexy…
— Creo que eso ultimo debías habértelo ahorrado…— odiaba la idea de que Haymitch creyera que era "sexy"
— lo que sea…el caso es que muevas el culo y hagas algo para recuperar al antiguo Peeta.
—lo se…tengo que moverme…tengo que hablar con él…pero tengo miedo de que todo acabe mal.
— nenita…todo está mal, no puede empeorar más ¿no? Arriésgate.
— supongo que tienes razón Haymitch…— suspiré pesadamente— las cosas ya no pueden ir a peor.
— Pues ya está…arriésgate, yo también echo de menos al chico.
—¿Por el pan y la comida?
— exacto…¿qué creías?
— ¿yo? Nada…— le serví un plato de comida de la que estaba cocinando para que cenara y así me dejara en paz.
Aún cuando Haymich se marchó me quedé pensando en nuestra conversación. Tenía toda la razón, debía actuar si quería que Peeta volviera a amarme como antes. Dejé preparada la mesa y subí a arreglarme. Las mujeres hacían eso cuando salían con sus novios ¿no? Se ponían guapas para ellos. Era lo que yo iba a hacer. Iba a estar guapa a para Peeta, para hablar con él. Para recuperarle o perderle para siempre. Pondría todas las cartas sobre la mesa. Y es posible que acabara arrepintiéndome, pero tenía que hacerlo. Por Peeta y por mí.
Entré en el baño y me desnudé rápidamente. No sabía cuánto tardaría Peeta en llegar y quería estar lista. Aún así me quede unos segundos mirándome en el enorme espejo del baño. Era extraño, pero ahora no me veía tan horrible. Incluso sentía que podía ser atractiva. Y esta noche lo sería para Peeta. Sonreí a mi propio reflejo y me metí en la bañera para darme una relajante ducha.
Mientras que el agua caía sobre mí agradecí un poco las horas de soledad que me había dado Peeta. El tercero de los días que había salido durante toda la tarde pude leer el libro que había encontrado. Y ahora podría ser de gran ayuda, sobre todo si llegábamos a mayores como era mi intención. Salí de la ducha y después de envolverme en una toalla fui a la habitación para elegir un atuendo adecuado. No quería nada llamativo, al menos no exteriormente. Así que como ropa elegí unos simples pantalones cortos de tela vaquera y una camisera lisa. En lo que si me esmeré más fue en la ropa interior. Elegí un conjunto de color negro pero completamente transparente. No dejaba nada a la imaginación, ya que con el puesto se veía tanto de mi cuerpo como si estuviera desnuda. Como peinado me deje el pelo suelto, sabía que a Peeta le gustaba así, las ondas cayendo por mi espalda, más de una vez en el pasado el me había deshecho la trenza para acariciarme el pelo.
Me vestí y bajé al salón a esperarle, cogí un libro, pero para ser sincera no leí nada. Estaba demasiado nerviosa como para centrar mi atención en las letras, quería que Peeta llegara ya. Necesitaba urgentemente sacar de mi todo lo que pensaba y exponer todos mis sentimientos. Quizás luego tendría que recoger los pedazos, pero debía intentarlo. No podía seguir así. La situación me estaba afectando demasiado, iba a enloquecer.
Cuando oí la puerta cerrarse di un respingo en el sofá, estaba tan perdida en mis pensamientos que no me esperaba ese suave ruido. Peeta paso por delante del salón hacia la cocina, sin ni si quiera mirarme. Suspiré, bien, allá vamos. Sé que podría enfrentar mis miedos. Entré en la cocina poco después que él y si saludarle empecé a calentar la comida. Lo único que hizo Peeta fue sentarse en la mesa frente a su plato. Podía notar sus ojos clavados en mi nuca mientras que revolvía la comida.
Serví los platos y me senté frete a él. Tomé un poco de comida de mi plato y me lo metí en la boca. Al menos el ganso me había quedado bueno esta vez. Comí dos bocados más, y aunque estaba rico dejé mi tenedor en mi plato, limpié mis labios con la servilleta y miré a Peeta. Estuve mucho rato mirándole, demasiado. En todo ese tiempo Peeta no me miró. Solo comía sin levantar la vista de su comida. Y eso dolía. Tomé aire y lo expulsé lentamente, volví a coger mi tenedor y seguí comiendo solo hasta que él acabó y se levanto a recoger su plato.
—Peeta, tenemos que hablar— Me miró y suspiró.
—No hay nada de lo que hablar…
—¡Claro que sí! —casi grité— no podemos seguir así. Como dos desconocidos viviendo en la misma casa— me levanté para quedar frente a él.
— volveré a la mía— el corazón me dio un vuelco incompresible.
— no…— negué con la cabeza— yo no quiero eso…
—¿ y qué quieres Katniss?
—volver a antes de mi cumpleaños…— instintivamente llevé mi mano hacia el llamador de ángeles que me había regalado y lo apreté fuertemente.
— Podría matarte
—Ya me estas matando así. Te necesito como siempre, necesito tu sonrisa, y tus palabras de cariño, necesito tus labios y tus caricias…
—Pero podría matarte ¿Qué parte no entiendes?
— lo entiendo perfectamente, pero no vas a hacerlo. No vas a hacerme daño nunca más. Nunca— me armé de valor y posé un casto beso en sus labios— nunca…— le di otro beso pero él no se movió— Aunque tengas otro ataque no lo harás— dejé otro beso en sus perfectos labios— porque me amas.
— En esos momentos…— le callé con otro beso más largo— Katniss…— volví a juntar mis labios a los suyos a la vez que mis manos rodeaban su cuello y se entrelazaban con el cabello de su nuca.
Mi corazón palpitó más rápido cuando noté como sus labios respondían a mi beso, como se abrían levemente para que su lengua saliera al encuentro de la mía. El hambre se apodero de mí y mi beso se tornó más apasionado. Mordí y lamí sus besos como hacía días que no lo hacía, mis manos dejaron de estar quietas en su nuca y pasaron a acariciar su espala y su pecho, había echado de menos ese musculoso pecho. Sus manos imitaron a las mías y se dirigieron a mi torso, por donde se pasearon para luego detenerse sobre mis senos. Los masajearon y acariciaron. Haciendo que mi garganta emitiera un gemido ronco contra los labios de Peeta. Para entonces el calor de mi vientre había hecho el efecto esperado en la unión de mis piernas y podía notar perfectamente como la tela transparente de mi ropa interior se iba humedeciendo vergonzosamente.
Con dos rápidas zancadas Peeta pegó mi espalda a la nevera y no pude evitar gemir al notar el frio contacto del metal contra mi espalda. Sus labios bajaron hacia mi cuello y lo recorrieron lentamente, era una pequeña tortura placentera y yo quería más, había pasado demasiado tiempo sin Peeta, sin esos besos. Quería más. Tomé el pelo de Peeta con mi mano derecha y tiré de él con suavidad, lo suficiente para que se apartara de mi cuello. Por un segundo me miró jadeando sin entender. Pero no le dejé protestar. Volví a centrarme en sus labios y en su lengua mordiéndolos enredando aun más mi mano en su pelo.
Haciendo acopio de toda mi fuerza de voluntad me separe un par de centímetros, y aunque el intentó besarme conseguí evitarlo. Estábamos tan cerca que nuestro alientos aún se mezclaban y pude oí el gemido de frustración que abandonó la boca de Peeta cuando no le permití seguir besándome.
— Peeta…—intento volver a besarme por lo que tuve que agarrar con firmeza su pelo, rezando por no hacerle daño—Escuchame…— mi voz no sonaba muy convincente, jadeante y ronca de excitación.
—¿Qué?— susurró el mirándome a los ojos.
—Júrame que esto no será solo sexo.
—¿QUÉ?— su voz subió un par de octavas
— Júrame que esto significa que volveremos a ser una pareja, a ser novios…— Luché contra las lágrimas— júramelo…
—Preciosa…— noté su acelerado aliento en mi frente antes de que depositara un suave beso en mi frente— nunca, NUNCA, tendría solo sexo contigo…esto significa que me he rendido, que no aguanto sin ti…que el amor y la necesidad que siento por ti puede más que mi miedo… pero si llegara a hacerte daño yo me iría contigo.
— no lo harás…—le besé esta vez dulcemente— porque ahora tengo esto— cogí el llamador de ángeles entre mis dedos— y mis besos y mis caricias…que siempre te arrancan de las garras del ataque…
— Está bien…— dejó un beso en mi nariz
— ¿entonces me lo juras…?
— Lo juro por mi vida…— volví a reclamar su lengua de nuevo con el mismo ímpetu que antes.
— Vamos a la cama…— me costó hablar por la excitación por mí dejaría que me tomara allí mismo, pero quería algo especial— estaremos más cómodos— volví a posar mis labios en los suyos suavemente.
Intenté que mi sonrisa fuera de picardía, no sé si lo conseguí pero Peeta lamió sus labios devolviéndome la sonrisa. Conseguí escapar de su cuerpo y me dirigí a la habitación rápidamente. Tenía ganas de probar lo que había leído días atrás.


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