sábado, 4 de agosto de 2012

Aprendiendo: Capitulo 30



Disclaimer:The hunger games no me pertenece.



Peeta regreso a los pocos minutos con una bandeja con dos cuencos, uno grande y otro más pequeño. Me incorporé lentamente en la cama, empezaba a sentirme mejor, ya que el dolor externo se había ido, solo quedaba ese ardor de garganta, el dolo interno, quizás el más molesto. Le miré intentando sonreír, pero lo único que conseguí es que él apartara la mirada de mí, fijándola en la bandeja que traía.
—Te traigo un poco de caldo de verduras…y miel, mezclado con jarabe, para que duermas un poco.—Negué con la cabeza ¿jarabe? ¿Quería drogarme?—Katniss…Te ayudará a dormir…lo necesitas, sabes perfectamente que necesitas descansar.— Suspiré sabía que tenía razón, quisiera o no, Peeta tenía razón y debía dormir un poco, descansar.
Me aparte del borde de la cama y dejé que se sentara para que me colocara la bandeja en las rodillas. Le sonreí para darle las gracias y tomé el cuenco humeante. Olía deliciosamente, como todo lo que preparaba él. El calor de la cerámica contra mis dedos era reconfortante, ni siquiera me había dado cuenta de que los tenía helados. Soplé suavemente el líquido y di un leve sorbo.
Dolor. Cuando el cálido líquido descendió por mi garganta es lo que sentí. Un intenso y fortísimo dolor. Desgarrándome las cuerdas bocales. Arrancándome las amígdalas. Dejé el cuenco encima de la bandeja, derramándolo y me llevé las manos a la garganta, gimiendo de dolor sin poder evitarlo. Tragar dolía demasiado. Incluso ahora, tragar mi propia saliva dolía.
Se me llenaron los ojos de lágrimas al mirar al Peeta. Eran la consecuencia de la mezcla del dolor con los sentimientos que tenía al ver su rostro. No pude reprimirlo. Empecé a gimotear mirando a Peeta que tenía en su rostro reflejado el miedo y la culpabilidad. Pero en ningún momento se acerco a mí, y eso dolía más que mis cuerdas vocales. Solo se inclinó para apartar la bandeja de mis piernas y dejarla sobre la mesita.
Cuando a los pocos minutos me calme Peeta tomó el cuenco más pequeño y lo revolvió con una cucharilla. Le miré con miedo. No quería volver a tragar.
—Solo será un trago más…y esto está a temperatura ambiente. No te dolerá tanto. Cuando te tomes el jarabe este te adormecerá un poco la garganta antes de dormirte… Es un sueño placentero, no tendrás pesadillas. Te lo prometo.
No sé por qué pero le creí. Creí a pies juntillas lo que me dijo. Solo con ese "te lo prometo" ya no había nada que temiera. Cogí el cuenco cuando me lo ofreció y me lo acerque a la nariz. El olor dulzón de la miel y el jarabe me adormeció el olfato. Suspiré y mirando a Peeta me metí el contenido de ese cuenco en la boca. El líquido viscoso llenó cada rincón de mi boca. Adormeciéndola un poco, como Peeta me había prometido. Cerré ambos puños con fuerza y tragué. El dolor fue casi el mismo que con el sorbo de caldo. Pero no me dio tiempo a sentir mucho, ya que enseguida empecé a ver la habitación borrosa, hasta que dejé de ver por completo, seguidamente me dormí profundamente.
A la mañana siguiente me desperté con un terrible dolor de cabeza y con la garganta ardiendo. Carraspeé pero el dolor y el ardor se intensificaron más. Suspiré intentando calmarme y me di la vuelta para mirar a Peeta. Pero el otro lado de la cama estaba vacío. Es más, parecía que al otro lado de la cama no había dormido nadie hoy. Mi corazón se estrujó y mi pecho se contrajo al recordar lo distante que Peeta había estado conmigo el día anterior. Y todo por mi culpa y la de mi enorme boca que no podía mantener cerrada.
Me aguanté como pude las enormes ganas de llorar y me levante despacio, ya que la habitación pareció moverse cuando lo hice. Al hacerlo vi sobre mi mesita un extraño bote que la noche anterior no estaba. Lo cogí y leí la etiqueta "espray bucal. Alivia al instante el dolor y la inflamación". Supuse que el doctor se había acercado a casa temprano. No lo pensé dos veces y me lo apliqué. Inmediatamente, como decía la etiqueta sentí un enorme alivio, aunque el dolor no disminuyó del todo.
Justo en el momento en el que empecé a sentir el alivio el "ding dong" del timbre se me clavó en el cerebro. Intenté escucharla quien entraba a casa cuando Peeta abrió puerta, pero desde la habitación no se oían bien, ni siquiera desde el pasillo de la planta superior pude oír de quien se trataba. Bajé las escaleras descalza, pero solo a la mitad, ya que en la entrada Gale estaba frente a mi chico del pan, ambos parecían incómodos, pero al menos de momento no se estaban gritando. No pude evitar quedarme ahí para escuchar la conversación.
—Quiero verla— Exigió Gale, incluso sin verle supe que estaba apretando los dientes.
— y ella no quiere hacerlo, ¿no la viste? Ayer huyó de ti.— Peeta también sonaba enfadado.
— luego me ayudó.
— Y la besaste sin su permiso.— era lo último que esperaba oír de la boca de Peeta.
—Te lo ha contado….— supuse que Gale estaba mostrando su sonrisa más socarrona, esa que sacaba con algunas chicas de la Veta— Le encanto…— Baje un par de escalones más para enfrentarme a él, pero lo que vino a continuación si que fue lo último que esperaba. Peeta le dio un derechazo en la mandíbula a Gale, haciendo que este retrocediera un par de pasos, llevándose la mano al labio. Cuando la retiró pude ver como su labio sangraba, signo de que estaba partido.
No puedo negar que me sorprendió el acto de Peeta. Él no era violento. Era bueno y calmado. Dulce, el que resolvía las cosas hablando. La temperamental y violenta era yo. Pero algo dentro de mí se alegro por ese puñetazo. Peeta supo poner en su sitio a Gale. Supo callarle de la mejor manera. Aun así para que no se enzarzaran en una pelea de testosterona me puse entre ellos apartándoles el uno del otro, con cierto miedo por si Peeta sufría uno de sus ataques. Le miré, y aunque sus ojos estaban algo mas oscurecidos de lo normal supe que solo era debido a su enfado con Gale. Le sonreí levemente.
—¿Peeta…me dejas hablar un minuto con él?— Incluso yo misma me sorprendí de escuchar mi voz, aunque sonaba un poco ronca y apagada— solo un minuto. Si pasa algo gritaré— por primera vez en muchas horas, él me sonrió.
— Como le toques un pelo sin su permiso…— se dirigió a Gale apuntándole con el dedo— …eres hombre muerto— luego Peeta me beso dulcemente en los labios y se fue a la cocina.
Mire a Gale durante unos interminables minutos en el que él también solo me miro, puedo decir con casi total seguridad que recorrió cada centímetro de mi cuerpo con su mirada. Suspiré, sus ojos empezaban a intimidarme. Pero no podía procesar ninguna palabra después del beso que Peeta me había dado. Tanto tiempo sin tocarme y ahora me besaba, supuse que simplemente fue para marcar su "territorio" pero al menos, de momento seguía siendo suya. Aparte a Peeta de mi pensamientos y volví a centrarme en el hombre que tenía delante.
—Querías verme ¿no? Aquí estoy…—murmuré roncamente
— ehm…bonito atuendo…— dijo con sarcasmo. En ese momento quise que la tierra me tragara y matarle, no recuerdo que sentimiento llego primero.
— ya…gracias…— intenté que el camisón bajara por lo menos hasta la mitad de mi muslo— ¿qué querías Gale?—tuve que carraspear.
—Despedirme…me voy de nuevo…— suspiré
—Adiós…
—No vas a pensar en lo que te dije ¿no? En…tú y yo…
—Gale…nunca hubo un tú y yo…sólo éramos amigos…confundimos sentimientos…
— Yo no lo he hecho, y me he dado cuenta tarde…
— Mira aunque no los hubiera confundido, si sintiera algo por ti, no podría estar contigo.— me arrepentí de decir eso casi en el instante en el que acabé.
—¿es eso lo que ocurre? Lo es, ¿verdad? Es por las bom…
—¡NO! — tosí—No pronuncies esa palabra…no digas nada de eso, no es por eso. No lo es porque mis sentimientos están con Peeta. Peeta es el amor de mi vida.
— el amor de tu vida ¿eh? ¿Vas a casarte con él?
—no…no lo sé…
—deberías saberlo ¿no? Si es el amor de tu vida…
— lo es…Le amo como nunca amaré a nadie más. Es la única persona a la que me he entregado en cuerpo y alma.
— ¿en cuerpo?
—¿qué?— me dejó descolocada completamente.
—¿Ya le has entregado tu cuerpo?
—Maldita sea, ¿qué clase de pregunta es esa?—espeté— eso solo nos concierne a Peeta y a mí— vi como Gale sonreía, y sin entender muy bien por qué eso me molestó— además, viste las pastillas, sabes para qué son.
— Eso no prueba nada…¿sabes lo que creo Catnip? Que aún no has podido…hacerlo…— la sangre empezó a hervir en mis venas, ¿cómo se atrevía a dudar de mi palabra y de mis sentimientos? ¿Dónde estaba el Gale bueno y honrado de antes? Ese que era mi aliado, con el que descubrí tantas cosas. Con el que compartía una amistad sincera— Creo que aun no te has acostado con él…porque en realidad no puedes hacerlo porque no hay amor y tú solo lo harías si estuvieras completamente enamorada, por esa inocencia tuya que tan bien conozco.—En ese momento no pude evitarlo y mi mano izquierda voló hasta su mejilla, dándole el tortazo más fuerte que había dado en mi vida. Ni siquiera sé por qué fue un tortazo y no un puñetazo. Tendría que haber cerrado el puño. Pero no lo hice y me arrepentía de no hacerlo.
— Te equivocas. Quizás no en el hecho de que yo solo podría hacer el amor estando enamorada— respiré profundamente— donde te equivocas es en el hecho de que sí que he estado con Peeta de ese modo, he dejado que me recorra con sus manos, con su boca y su lengua, he dejado que entre en mí, y no una ni dos veces, muchas— quizás ahí mentí un poco— y mi mente y mi cuerpo están deseando que lo haga otra vez, por el placer que me proporciona, porque esos orgasmos— por suerte recordé la palabra a tiempo— son los mejores momentos de mi vida, y son con él, y es cuando más unida a él me siento. Porque es el momento en el que nuestro amor es lo único que importa a nuestro alrededor.— mi voz se había ido apagando, y la ronquera haciéndose más presente, pero conseguí decir todas esas palabras sin titubear, aunque ahora empezaba a notar como mis mejillas ardían, señal de su enrojecimiento.
—Debería irme ya— se frotó la mejilla a la vez que me miraba con cierta tristeza. Ahora parecía decepcionado.
—Gale…te aprecio…— intenté que el enfado disminuyera
— he sido un bocazas…creía que así quizás…podría recuperarte
— solo puedes hacerlo como amiga…nada más, porque nunca hubo nada más.
—Me besaste…
— lo sé…pero ¿sabes? Nunca sentí lo mismo que siento besando a Peeta…
—¿eres feliz? ¿te hace feliz?
—Gale…sabes que mi felicidad nunca será completa después de…de la rebelión…pero, en los momentos en los que olvido por qué vivo en esta casa, o por qué Peeta lleva esa pierna ortopédica, sí, soy inmensamente feliz con él— fui perdiendo poco a poco la voz y volví a toser, esta vez fuertemente.
—¿estas bien? ¿por qué toses tanto?
—estoy enferma— conseguí mentir entre tos y tos.
—¿llamo a Peeta?¿quieres agua?— negué con la cabeza esperando a que se me pasara.
La tos desapareció a los pocos minutos, pero yo volvía a estar agotada de tanto toser, y agotada por la conversación que estábamos teniendo. Apreciaba mucho a Gale después de todo, le debía muchas cosas, y había sido mi amigo desde hacía mucho tiempo, no podía darle la espalda a eso, pero sus palabras me había hecho daño, y tener que explicar la relación que tenia con Peeta también era complicado, porque ni yo entendía muy bien mis nuevos sentimientos.
— debería dejar de hablar…— Gale asintió
— ahora sí que me voy—susurró— ¿mantendremos el contacto?—Asentí— te he echado de menos…
— y yo…
Permití que se acercara a mí y depositara un suave beso en los labios, quizás era algo más que un simple beso de amigos, y más teniendo en cuenta de que Gale y yo nunca nos besábamos en la mejillas cuando cazábamos juntos, pero nuestra amistad tampoco había sido normal. No le di mayor importancia a ese beso, aunque sí me gustó compartirlo con él, era un beso de despedida, sus labios nunca más tocarían los míos, porque los únicos labios que quería que me besaran eran los del chico del pan. Salió de la casa sin decirme adiós, nunca nos había gustado decirlo. Y esta vez no fue distinta.
Yo misma cerré la puerta de la calle y luego fui con Peeta a la cocina. Como todas las mañanas estaba horneando algo que olía deliciosamente. Sonreí un poco mientras le miraba amasar una pasta que parecía ser la de galletas. Cuando sus ojos se posaron sobre mí le sonreí pero él sin hacer nada más aparto la mirada. Genial, empezábamos de nuevo.
— estás haciendo galletas…— era una afirmación, lo sabía perfectamente, solo intentaba tantear el terreno.
— Ajam…
— huele muy bien…
—gracias…— ni si quiera me miró para agradecerme el cumplido— ehm…veo que tu voz esta mejor…
— si…aunque duele un poco…y sigo ronca…
— es mejor que no hables mucho…para recuperarte bien.— pareció una forma sutil de decirme que me callara
—creo que voy a ir a seguir descansando….estoy agotada…
— es una buena idea…
— si…
Salí de la cocina completamente abatida. Ni siquiera me había preguntado sobre la conversación con Gale, como si no le importara…subí de nuevo al cuarto y me metí bajo las sábanas y aunque intenté evitarlo no pude y el llanto acudió a mí con fuerza. Era un llanto amargo y desgarrador. Solo dejé de llorar cuando se me acabaron las lágrimas. Y luego a los pocos minutos, volví a caer en un profundo sueño sin darme cuenta.


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