miércoles, 11 de julio de 2012

Aprendiendo:Capitulo 23



Disclaimer:The hunger games no me pertenece.


—No voy a ir, no insistas Peeta…
— Tienes que ir…SABES que tienes que ir— Recalcó fuertemente la palaba "sabes".
— Y tú SABES… — recalqué también esa palabra como había hecho él—…que no puedo.
— Eres fuerte…podrás…
—¡NO!—Me tapé completamente con las sábanas.
Noté el peso de Peeta en la cama cuando se sentó en ella. Hacía un rato que se había levantado, había curado mis nudillos y acababa de darse una ducha y sólo llevaba puesto una minúscula toalla alrededor de la cintura.
—Katniss…
Consiguió meterse bajo las sábanas conmigo. Me miró y suspiró. Mis ojos debía estar de nuevo completamente rojos, después de que hiciéramos el amor volví a llorar como una niña pequeña. No podía evitarlo, todo aquello me superaba, no quería ver a toda esa gente. Solo quería que mi mundo se cerniera a esa habitación, a Peeta y a mí. No necesitaba a nadie más. Ni siquiera a Haymitch que aunque odiara reconocerlo era casi como una padre. No le necesitaba.
Fruncí lastimeramente el ceño mirándole a los ojos, no entendía porque no me comprendía, sabía perfectamente como me sentía, el más que nadie sabía por todo lo que estaba pasando. Todo lo que habíamos pasado. Me parecía increíble que después de todo el sí quisiera asistir a esa estúpida fiesta. Además un cumpleaños no era tan importante, solo una año más de sufrimiento. Acarició mi mejilla y cuando cerré los ojos por la caricia también paso sus dedos por mis párpados. Negué con la cabeza notando como las lágrimas volvían a escocer en mis ojos.
— no puedo ponerme un vestido bonito y celebrar la rebelión…celebrar todas las muertes…Peeta…
—Es celebrar tu cumpleaños— Bufé.
—No es por mi cumpleaños, ¿no lo entiendes?
—Lo sé, Katniss lo sé…— Se pegó más a mí— Pero debemos hacerlo…
— No quiero sufrir más, y verles…
— ¿Verles o verle?— Aparté la mirada mordiéndome el labio— Él no tuvo nada que ver…
—Cállate Peeta— coloqué mi mano sobre sus labios— no quiero hablar de eso.
Me besó la mano y la aparté para rodearle la cintura con ese brazo y usar su pecho como almohada. Así me sentía segura y protegida. Nunca había sido una persona débil, o eso creía. Desde los 11 años había luchado con todas mis fuerzas, incluso había sobrevivido a dos Juegos, pero ahora, me sentía completamente expuesta. Y todo era por culpa de mis sentimientos. Por culpa de sentir amor. Pero no me arrepentía de sentirlo, era de lo único que estaba segura. No me arrepentiría nunca, o al menos eso esperaba.
—¿Lo pensaré vale…?— susurré— al menos…voy a pensarlo…— noté como asentía y me abrazo más.
Pasamos bastante tiempo así, abrazados sin movernos. Luego él se levanto y me trajo algo de desayunar, apenas comí nada, y porque Peeta no dejó de insistir. El hambre se me había ido a los pies. Dejé que me alimentara pero luego le pedí que me dejara sola, lo hizo a regañadientes, pero lo hizo, por lo que pasé la mañana llorando bajo las sabanas, desnuda y con el pelo revuelto y enmarañado.
El alivio que sentí al hacer el amor con Peeta se había esfumado y la verdad era que volvía a necesitarle, necesitaba sus manos y su boca en mi cuerpo, su miembro en mi interior. Lo necesitaba para olvidar. Olvidar que esta tarde tenía que enfrentarme a uno de mis miedos. Había encontrado la mejor forma de olvidar. De eliminar el llanto. Y además estaba el placer que sentía gracias a las manos de mi chico del pan. Si por mí fuera, me pasaría todo el día dejando que me hiciera el amor. Enredada a sus caderas. Me froté las sienes, mi intimidad palpitaba solo de imaginarlo, de recordarlo.
Me levanté y busqué en mi armario algo cómodo que ponerme ni siquiera me paré a pensar en la ropa interior, aunque sí que la elegí de aquella que el Capitolio había dejado. Me trencé el pelo y baje a la cocina con intención de devorar la boca de Peeta. Pero al entrar en la cocina a quien primero vi allí fue a Haymitch devorando un plato de comida, Gruñí porque mis planes se habían ido por la ventana.
— Come más despacio Haymitch o te atragantaras…— Me miró entrecerrando los ojos.
— Es mejor que te preocupes solo por ti, preciosa— suspiré y miré a Peeta que estaba sacando unos bollos del horno.
Dejó los bollos sobre la encimera y se acerco a darme un casto e insuficiente beso.
—¿ ya te has decidido? —Negué con la cabeza y él beso mi frente con ternura.
—¿Decidirse?— Ambos miramos a Haymitch— no hay nada que decidir, irás a esa fiesta.
— No te metas en esto…
— Tengo que meterme, quieras o no sigo siendo vuestro mentor.
—Despierta Haymitch, los Juegos ya se han acabado…
—Encanto, una vez que vas los Juegos nunca acaban, tu más que nadie debería saber eso…— eso ultimo me dejó sin palabras, quise contradecirle, pero en mi interior sabía que era verdad.
—De todas formas, el ir o no, es mi decisión ¿Es mi cumpleaños no? Yo debería decidir si lo celebro o no.
—Mira bonita…— suspiró y dejó de hablar de repente, algo que me descolocó.
— ¿qué? Continúa— negó con la cabeza pausadamente.
—¿Debería felicitarte?— cambió de tema rápidamente.
—Ya sabes la respuesta…¿no?
—Tengo un reg…
— NO, no quiero un regalo, nada de regalos…— Ambos suspiraron.
Di la conversación por finalizada, así que me puse a colocar la mesa para comer Peeta y yo, aunque Haymitch ya estuviera acabando. Nos sentamos a comer en un silencio incómodo, sin mirarnos a la cara. Miré la comida en mi plato, era otra de las exquisitas recetas que Peeta solía preparar. Tomé un trozo con el tenedor, me lo lleve a la boca, y después de dar mil vueltas en mi boca la comida descendió por mi garganta. Papel, todo me sabía a papel, incluso el agua que usé para que la comida bajara mejor. Suspiré y removí la comida del plato sin volver a probar ni un solo bocado. Cuando levante la mirada, los dos hombres me estaban mirando. Rodé los ojos.
—Dejad de mirarme así, no tengo hambre eso es todo— Fijé la vista en Peeta— de verdad…— Él solamente asintió.
Haymitch se levanto en ese momento y le dio una palmadita a Peeta en el hombro.
— He de dar de comer a los gansos y prepararme para la fiesta— temblé solo de oírlo.
—Nos veremos allí…—La voz de Peeta fue solo un murmullo casi inaudible. Haymitch asintió y abandonó la cocina, poco después oímos como se cerraba la puerta que daba al exterior.
Peeta se levanto en silencio para recoger los platos. En su cara se podía leer claramente la decepción mezclada con la preocupación. Le miré mientras lo hacía, y como su cara cambiaba a la tristeza cuando tiraba a la basura la comida revuelta de mi plato. No pude evitarlo, me levanté de la silla de un salto y en cuanto se dio la vuelta choqué mis labios contra los suyos con fuerza, haciendo que retrocediera y su espalda golpeara la pared, a la vez que el plato se escurría de su mano y caía al suelo rompiéndose en mil pedazos.
Intentó protestar pero no se lo permití, mi lengua se metió entre sus labios para busca la suya y al poco esta salía a recibirla sin ningún miedo. Le besé con fiereza durante unos minutos pegando mi cuerpo al de él, haciendo que el fuego de mi interior se prendiera a la vez que empezaba a notar como la excitación de Peeta crecía. Mordí su barbilla y luego bajé a mordisquear su cuello haciéndole gemir cada vez que mis dientes atrapaban su piel.
Con un rápido movimiento le quite su camiseta y cuando intento hablar de nuevo volví a morderle los labios, besándole con toda la pasión que sabía darle. Yo misma me quité mi simple camiseta y pegué mi pecho desnudo a su fuerte torso. Gemí con solo ese contacto.
Las manos de Peeta volaron hacia mis pechos y los masajeó con una fuerza que hasta ahora no había utilizado provocándome una especie de dolor placentero. En un acto reflejo tiré de la cintura de su pantalón para que me siguiera hasta la mesa, donde me subí y deje que se colocara entre mis piernas a la vez que de un tirón Peeta se deshacía de mis pantalones dejándome tan solo con las braguitas puestas.
—¿Verdes?— Me miré. Ni siquiera recordaba el color de mis braguitas ni de cómo eran. Estas eran completamente de encaje con trasparencias por toda la prenda, dejando entrever cada rincón de piel que supuestamente cubrían. Además de ser de un color verde pino muy intenso.
— ¿no te agradan?
— No puedo creer que preguntes eso Katniss…— Volvió a besarme mientras que el mismo se desnudaba, mostrando su excitación haciendo que chocara contra mis ropa interior.
Gemí ante ese contacto tan íntimo, aún no me había acostumbrado a sentirle tan cerca, tan cálido. Clavé mis uñas en sus hombros cuando el chico del pan empezó a frotar su propia intimidad contra la mía sobre la tela que aún me cubría.
—Peeta…
Sonrió contra mis labios y continuó frotando mi punto de placer con su miembro, haciéndome gemir, haciendo que las palpitaciones de mi intimidad rogaran por ser atendidas y por tenerle en su interior. Yo misma agarre mi prenda y traté de quitármela, pero Peeta me lo impidió y al final fue él quien agarró la dichosa prenda y la deslizó por mis piernas besando en el proceso el interior de mis muslos.
— Peeta…ya…hazlo ya…hazme el amor…
Le necesitaba…necesitaba tenerle dentro, necesitaba olvidar todo el asunto de la fiesta, y había comprobado que solo sintiendo el calor de Peeta dentro conseguía borrarlo de mi mente. Conseguí que Peeta se colocara entre mis piernas de nuevo y mientras que volvía a posar sus labios en los míos le rodeé con las piernas, haciendo que se pegara más a mí, y que su intimidad chocara con la mía propia arrancándonos de la garganta un gemido a ambos.
Yo misma fui la que bajó su mano y coloqué el miembro de Peeta en la entrada de mi cuerpo. Le miré suplicando y lo hizo. Entro de mí suavemente, despacio, demasiado despacio para mi gusto en ese momento. Pero lo prefería así, mi interior no se había acostumbrado a la intromisión y notaba como el costaba dejar paso a esa dureza. Notaba como me estrechaba contra él, como le apretaba. Y eso parecía gustarle a Peeta, me di cuenta como él también aguantaba la respiración mientras que entraba en mí. Sus ojos cerrados y su boca entreabierta me invitaron a besarle cuando estuvo completamente en mi interior.
Fui yo la que empezó a mover las caderas sin cortar nuestro beso. El movimiento era sutil, demasiado suave, pero lo suficiente para que ambos empezáramos a gemir. Mis gemidos se convirtieron en gritos cuando Peeta empezó a salir casi al completo de mí y a volver a entrar con fuerza. Cada embestida era un intenso grito. Aunque pronto se convirtieron en un grito prácticamente continuado, cuando sus movimientos dejaron de ser lentos y pasaron a ser rápidos, sin perder la fuerza.
Yo no podía hace mucho más, asique me limité a no perder el agarre de Peeta con mis piernas y a clavarle las uñas en los hombros, mientras gritaba contra su cuello moviendo levemente mis caderas al compás del movimiento de Peeta. Con cada movimiento de cadera, una nueva corriente eléctrica me atravesaba. El fuego que se estaba concentrando en mi vientre gritaba a al unísono con mi garganta pidiendo explotar. Los movimientos de Peeta contra mi cuerpo me indicaron que el estaba a punto de derramarse en mi interior. Algo que llegó a mi sobreexcitado vientre, que sin previo aviso dejó que su fuego explotara recorriéndome completamente, incendiando cada célula de mi cuerpo. Sentí el calor de Peeta en mí y como sus movimientos se hacían poco a poco más lentos.
Me dejé caer sobre la mesa con los ojos cerrados y sonriendo. Temblaba levemente a causa de la excitación. Dejé mis piernas a cada lado del cuerpo de Peeta y el se inclino sobre mí, dejándome notar un poco de su peso y me besó dulcemente.
—Creo…preciosa…que me gusta esta nueva faceta tuya— consiguió decir entre jadeos y besos.
—¿Qué faceta…?—Mi respiración era tan errática como la de él.
—La de atrevida...aunque creo que la fiesta tiene algo que ver en todo esto ¿no es cierto?— Suspiré apartando la mirada de sus ojos azules.
— Tenerte…ehm…sentirte dentro de mí me hace olvidar… Pero obviamente no lo hago solo por eso. Me gusta hacer el amor contigo— Me besó dulcemente.
— A mí también me hace olvidar…y también me gusta hacerlo contigo.
—¿sabes Peeta?— Me incorporé quedándome sentada sobre la mesa— Ahora, después de sentir lo que siento contigo en esos momentos, siento que hemos que perdido el tiempo, las pesadillas habrían sido más fáciles de olvidar con esto.
—¿Olvidar con sexo?— Sonrió contra mis labios antes de depositar en ellos un casto beso.
—Lo nuestro no es solo sexo… Nosotros hacemos el amor…es el hecho de hacer el amor el que me hace olvidar.
Su sonrisa se volvió aún más intensa contra mis labios antes de volver a besarlos. Luego me abrazo apretándome contra su cuerpo con suavidad.
—Peeta…
— ¿hmmmm…?
— Iré a la maldita fiesta…— Asintió contra mi pelo.
— Después…me pasaré toda la noche haciéndote olvidar—Me estremecí al oírle susurrar eso contra mi oído y besé su cuello.
—¿Haciéndome el amor?
—Haciéndote el amor…


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